Cultura

El “descubrimiento” de Yucatán

(1517 – 2024)

Imagen superior tomada de Wikipedia, ella es trabajo original del wikipedista Jaontiveros. CC BY-SA 4.0,

Francisco Hernández de Córdoba, nacido en Córdoba, España, ca. 1467 y fallecido en Sancti Spíritus, Cuba en 1517, fue un explorador español que pasó a la historia por la expedición que dirigió entre febrero y mayo de 1517, hace 507 años, que el imperio español, entonces forjándose, registró como «el descubrimiento de la península de Yucatán».

Cito antes de continuar, a nuestro querido amigo ya fallecido Michel Antochiw Kolpa, historiador y cartógrafo, quien en su  »Historia Cartográfica de la Península de Yucatán» publicada en 1994 en Campeche, señala y sustenta cartográficamente:  «….Existe la posibilidad de que Yucatán haya sido visitado por lo menos dos veces antes de su «descubrimiento», ambas por navegantes portugueses, la primera vez desde el norte, la segunda desde el sur…»

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Digo también que la propia enciclopedia «Yucatán en el tiempo», en el artículo correspondiente a «Historiadores de Yucatán» dice: «…todavía persisten dudas sobra la fecha real y la identidad del autor del descubrimiento (de Yucatán), ya que el mapa más antiguo en que aparece Yucatán data de 1513, cuatro años antes del viaje de Hernández de Córdoba»…

Más aún, desde 1511 había naufragado un barco de la flota de Diego de Nicuesa, que regresaba a La Española y algunos de sus ocupantes consiguieron salvarse. En efecto, en el momento en que los compañeros de Hernández avistaron y nombraron a El gran Cairo, en la costa yucateca, muy cerca de Cabo Catoche, dos de esos náufragos, Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, vivían ya en la región del Mayab, hablaban la lengua maya de la zona, y el segundo incluso, gobernaba una comunidad indígena.

De lo anterior se desprende que quienes le atribuyen a Hernández de Córdoba ese denominado “descubrimiento” se equivocan palmariamente. En todo caso deberíamos atribuir a este famoso explorador que entregó su vida por hacer la travesía, el bautizo con el nombre que hasta hoy se usa: Yucatán, en vez de -tal vez- el Mayab. Aunque, con relación a esto, hay historiadores que afirman que el primero que usó el término como toponímico, por una mala interpretación del decir de los lugareños con quienes interactuaron, fue Bartolomé Colón, hermano de Cristóbal y protagonista también del proceso “descubridor”.

Ahora bien, nada de lo anterior quita mérito al «descubrimiento» (lo sigo entrecomillando) de Hernández de Córdoba, por cuanto que con relación a los portugueses, aunque se acepte que avistaron las tierras del Mayab, ellos no registraron historiográficamente el evento, ni allanaron el camino para el reclamo de nuevas tierras, como sí lo hicieron los europeos que siguieron los pasos de Hernández de Córdoba, hasta lograr la ingente conquista territorial de toda Mesoamérica, y mucho más, que marcó la historia. Y, con relación a los náufragos, pues eso fueron: náufragos que llegaron al Yucatán por accidente, sin voluntad de hacerlo y su «descubrimiento» hubiera quedado en el olvido de no haber sido rescatado uno de ellos, Jerónimo de Aguilar, años después, en 1519, por el mismísimo Hernán Cortés

Corre pues el sexto centenario (más de medio milenio) del «descubrimiento» de la península de Yucatán, hoy territorio de México y morada nuestra…. 

Cierro este relato de carácter conmemorativo, a reserva de volver a él con otro hilo conductor en fecha próxima, recordando también que esta expedición  fue encargada a Hernández de Córdoba por Diego Velázquez, el entonces gobernador de Cuba, con el propósito ulterior, según Bernal Díaz del Castillo -testigo presencial-, de conseguir «indios» para que trabajaran en las propiedades de los españoles que ya vivían en la isla.  Y abundo para la recolección de todos: la expedición costó la vida a Hernández de Córdoba quien falleció a los pocos días de regresar a Cuba el mismo año de 1517, como consecuencia del propio viaje, ya que fue herido con flecha por los «indios» mayas, los mismos que había venido a buscar para esclavizarlos, en Chakán Putum (Champotón), en la escaramuza, que no batalla -llamada por los perdedores como «La Mala Pelea»- y había sufrido severamente durante el viaje de retorno, que se hizo con escala (por la falta de agua y la consecuente sed) en la Florida, de tal manera que su salud quedó gravemente comprometida, produciéndose poco después, al arribar a Cuba, el desenlace fatal. Irónico, sí, que el viaje que lo hizo inmortal ante la historia fue el mismo que le quitó la vida.

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