En el día en el que se celebra la Jornada Mundial de los Pobres, el Papa Francisco ha presidido la Santa Misa desde la Basílica de San Pedro centrando su homilía en el evangelio hodierno, en el que el evangelista San Mateo nos presenta “la parábola de los talentos”.
Dicha parábola nos habla de tres hombres que se encuentran con una enorme riqueza entre las manos, gracias a la generosidad de su señor que parte para un largo viaje. Ese patrón, sin embargo, un día volverá y llamará de nuevo a aquellos siervos, con la esperanza de poder gozar con ellos, por la forma en que, durante ese tiempo, hicieron fructificar sus bienes. Esta parábola “nos invita a detenernos en dos itinerarios: el viaje de Jesús y el viaje de nuestra vida” ha dicho el Papa Francisco.
Al inicio de la parábola, Él habla de «un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes».
“Este “viaje” evoca el misterio mismo de Cristo, Dios hecho hombre, su resurrección y ascensión al cielo” ha explicado el Papa y continúa: “Al concluir su jornada terrena, Jesús emprende su “viaje de regreso” hacia el Padre.
Pero, antes de partir nos entregó sus bienes, un auténtico “capital”: nos dejó a sí mismo en la Eucaristía, su Palabra de vida, a su Madre como Madre nuestra, y distribuyó los dones del Espíritu Santo para que nosotros podamos continuar su obra en el mundo”.
La parábola nos dice que cada uno de nosotros, según las propias capacidades y posibilidades, ha recibido los “dones del Espíritu Santo” o como ha dicho el Papa: “los talentos para una misión personal que el Señor nosconfía en la vida cotidiana, en la sociedad y en la Iglesia”.
Francisco nos pregunta hoy: ¿Qué camino seguimos en nuestra vida, el de Jesús que se hizo don o el del egoísmo? ¿El de las manos abiertas hacia los demás, para dar, para darnos, o el de las manos cerradas para tener más y quedarnos sólo con nosotros mismos? Y después advierte: “Cuidado, no nos dejemos engañar por el lenguaje común, aquí no se trata de capacidades personales, sino, como decíamos, de los bienes del Señor, de aquello que Cristo nos dejó al volver al Padre.
Con esos bienes Él nos ha dado su Espíritu, enel cual fuimos hechos hijos de Dios y gracias al cual podemos gastar la vida dando testimonio del Evangelio y edificando el Reino de Dios”.
La parábola nos dice que los primeros dos servidores multiplicaron el don recibido, mientras el tercero, más que fiarse de su señor, le tuvo miedo y permaneció como paralizado, no arriesgó, no se involucró, y terminó por enterrar el talento.
“Y esto vale también para nosotros, podemos multiplicar lo que hemos recibido, haciendo de nuestra vida una ofrenda de amor para los demás, o podemos vivir bloqueados por una falsa imagen de Dios y, a causa del miedo, esconder bajo tierra el tesoro que hemos recibido, pensando sólo en nosotros mismos, sin apasionarnos más que por nuestras propias conveniencias e intereses, sin comprometernos” expresa el Papa.
“La cuestión es muy clara – insiste el Papa – los dos primeros negocian con los talentosos, arriesgan.
Y la pregunta que me hago: ¿arriesgo yo, en mi vida? ¿Arriesgo con la fuerza de mi fe? ¿Sé yo, como cristiano, arriesgar, o me encierro en mí mismo por miedo o pusilanimidad?”.
Por VaticanNews