La mujer, lo más hermoso que existe en el mundo. Bendito el instante en que a Dios se le ocurrió crear esa flor de belleza, lirio de virtud. Digo lo anterior para comentar el quizá más grandioso acontecimiento en la vida de ellas, probablemente mucho más que el día de su matrimonio: me acecho a la llegada de la niña que en aquel instante se encuentra en su gran expresión hormonal, que de púber pasa a mujer. Deja atrás aquella época en que alboroza, en que recién menstrua y se encontraba en el instante en que le está floreciendo su sexualidad. Niñas-mujeres que así mismo desbordan la luz la pubertad, entrando al brillo y gracia de la feminidad.
Sin embargo, al cumplir quince años, los referentes acontecimientos van de: “edad de las ilusiones”, “las quince primaveras”, “aquella flor convertida en mujer”, “el poeta canta”, “se estremecen envidiosas a tu paso las palmeras y se inclinan respetuosas por tus quince primaveras” (novia envidiada).
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Los padres de la QUINCEAÑERA y toda la familia de ella entran en estado de ebullición, una revolución interna para organizar la fiesta de la niña. Intentan que el acontecimiento sea algo espectacular. No reparan en gastos, aquí, sí que en ninguna clase social. Desde los popofes (hoy fifís), tal día es algo intergaláctico. Los miembros de la clase trabajadora-clasismo así recurren al usurero o a lo que sea para que el festejo salga como Dios manda… y más.
Lo primero es rentar un local, hay que recordar que estamos hablando de la clase trabajadora. La niña se encuentra con gran ilusión y nervios, espera. Sabe que el amor de sus padres, en especial de papá, está haciendo aquella labor tan trabajosa para que su DÍA sea algo inolvidable. Ambos Corazones, inflamados y con latidos acelerados, latidos desean de todo corazón que la niña se sienta feliz en su fiesta. Laten al unísono. Latidos compartidos a la distancia por el novio de la bella.
Las mujeres jóvenes desbordan locura y pasión en los hombres y me estoy refiriendo a todas.
Continuará…
