Cultura

Monumental concierto de la OSY con el Réquiem de Mozart

José Areán dirigiendo a la OSY y al coro monumental de Taller de Ópera de Yucatán.

Dice el dicho, y dice bien, no hay plazo que no se cumpla. Esto viene al caso por el largo plazo de preparación que requirió el Réquiem de Mozart, hasta que, al fin, se hizo realidad, y nuestra orquesta hizo de él una interpretación soberbia, magistral. La preparación de esta obra, se inició a principios de este año, Juan Carlos Lomónaco empezó los ensayos con la OSY; su presentación estaba programada como cierre de la anterior temporada. Iba a ser un concierto de gala en el salón principal del Club Campestre. El triste desenlace de la historia ya lo conocemos; un buen día, sin previo aviso, como criada corrida, Lomónaco fue sacado de mala manera, por la puerta de atrás, sin derecho a una digna despedida, después de catorce años de labor de excelencia que llevó a la orquesta a niveles de calidad superior, haciendo de ella una de las mejores del país. Ahora, tal vez sin proponérselo, el director interino, Mtro. José Areán, rindió un digno homenaje a su antecesor, al lograr una espléndida interpretación de esta obra magistral. En el catálogo de las obras de Mozart, dos son las que, sin duda ninguna, ocupan la cúspide, y son consideradas maravillas de la música universal. Una es la ópera “La Flauta Mágica” y la otra es el “Réquiem”.

Con esta soberbia interpretación del Réquiem, nuestra orquesta cumplió con un pendiente inaplazable que tenía con su fiel público seguidor. Es una lástima que, el aforo del Palacio de la Música sea tan reducido, pues sus condiciones de acústica son excelentes. En ningún otro lugar luce la calidad sonora de la orquesta, como en este recinto. La caja de resonancia, de madera, de su escenario, proyecta el sonido con una calidad inmejorable. Mozart, cómo genio que era, no dejaba de ser caprichoso e impredecible. Mencionamos esto porque, el Réquiem, para su interpretación, requirió una diferente disposición de los componentes de la orquesta, además, Mozart no contempló en esta obra, el uso de algunos instrumentos considerados como esenciales. No hubo oboes ni flautas ni cornos. Las trompetas y los trombones se vieron alejados entre sí. Pero el resultado de los caprichos de Mozart, redituaron para el respetable en una calidad sonora inmejorable.

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Si nuestra orquesta obtuvo una calificación de excelencia, el coro monumental del Taller de Ópera de Yucatán, bajo la siempre atinada dirección de María Eugenia Guerrero, no se quedó atrás. Su actuación fue de primera, los cuatro grupos de voces cumplieron a cabalidad en afinación, ritmo y, sobre todo, tuvieron una armonía perfecta. No los habíamos escuchado con esa magistralidad desde la interpretación de la IX Sinfonía de Beethoven, en el Club Campestre en 2016.

Las cuatro voces de los solistas también tuvieron un destacado desempeño. La soprano, Zaira Soria, una voz fresca de fáciles y delicados agudos; la mezzosoprano, Linda Saldaña, nos deleitó con notas llenas y ricas, de profundidad; el tenor, Gerardo Reynoso, de una voz fresca, con agudos cristalinos; el barítono, Enrique Ángeles, es un viejo conocido del público meridano, un cantante que sabe lo que hace, hemos disfrutado su voz desde puestas como Carmen, Payasos, Caballería Rusticana y varias más. Todas las intervenciones fueron de muy buena calidad, tanto como solistas cómo en los dúos, y también en los concertantes.

Entre los atriles de la orquesta, llevaron el peso principal de la obra: Miguel Galván, cuyo bellísimo solo de fagot dio inicio al desarrollo de la obra. Los temas que van señalando en las diferentes partes que componen el oratorio, estuvieron marcadas certera y dulcemente por Paolo Dorio al clarinete. Un esencial soporte para las partes corales, las aportó el trombón principal, cuyo nombre no figura en el programa, y que está supliendo a Todor Ivanov. Brillantes los solos de Rob Myers a la trompeta. Tanya Estrada, supo marcar con perfecta precisión los redobles de los timbales, en los momentos precisos.

De principio a fin, el brillante y sentido oratorio de Wolfgang Amadeus Mozart, encontró fiel intérprete en la Orquesta Sinfónica de Yucatán, y la batuta de José Areán, supo llevar la conducción en forma precisa y brillante. Creemos que, los momentos más emotivos y brillantes del concierto, estuvieron en las interpretaciones del Confutatis y del Lacrimosa.

Un concierto de calidad superior que nos marca la madurez y calidad de nuestra orquesta, que está a punto de cumplir veinte años de fructífera existencia.

Salimos del Palacio de la Música con el alma alegre por la certeza de tener una de las orquestas sinfónicas más brillantes de nuestro país.

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