Opiniones

Mérida, esa ciudad posible

Los jueves en Santa Lucía, lo sabemos, sucede la Serenata con un público que ocupa todas sus butacas. Una  posible razón de esto último se debe a su gratuidad. El 29 de este mes, el réquiem de Mozart se presentó en la catedral, y su ámbito extenso fue ocupado hasta en el piso por muchos jóvenes con caras de felicidad. La razón del éxito puede deberse a lo mismo del anterior, fue gratis la entrada. El viernes por la noche tuve el deseo de ir a escuchar a la Sinfónica, pero en una de las explanadas del Palacio de la Música había trova yucateca y cubana, con mucha gente sentada y tanto igual de pie. Indudable éxito, como indudable la razón de ello, fue gratuito el evento. A la OSY no pude entrar porque estaban agotadas las localidades. Y, ese era pagado.

Conclusión: hay una sociedad dispuesta para acudir a los eventos distintos a las vaquerías, los festivales de la chicharra, la rosca de reyes (que no es tradición nuestra), y la cochinita pibil. Pero a las autoridades culturales les cuesta trabajo ver, aceptar y fomentar la otra realidad, la del arte. ¿Por qué? Pues porque ellos no son consumidores de arte. Le entran con fe a las viandas y por eso su placer en promoverlas. ¿Cuántas veces, un funcionario de cultura, por su propio gusto y necesidad, es capaz de ir a una temporada de ballet, de música sinfónica, de teatro formal o exposiciones de artes visuales? ¡Nunca!, o escasas veces. Bueno, eso no es importante, no se le puede pedir peras al olmo. Cada quien con su gusto. Y es en esta última frase donde entra la realidad que nunca han asumido los detentadores de los presupuesto sociales, la de darles a todos su gusto, aunque sean una minoría.

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Una sola vez en mi vida platiqué con alguien de cultura en Estados Unidos y abordamos el tema de la necesidad de tener una buena cantidad de público para considerar darle apoyo. Le resultaron extrañas mis palabras, porque “aquí, hasta por una persona, con ideas, con deseos de hacer algo por una minoría, se le apoya, se le atiende igual que a un artista de fama, porque forma parte de la sociedad y de los impuestos que cobramos a la sociedad”.

En infraestructura para el desarrollo del arte estamos muy bien. ¡Requetebién!, diría yo. Tenemos CMD, BA, ESAY, CEDART, escuelas de música y algunas cosas más. Pero no tenemos agrupaciones artísticas asalariadas. Así, nadie puede ser artista de tiempo completo, nadie puede dedicarse exclusivamente al arte. En Ciudad México, cantantes de ópera, bailarines, músicos y actores viven, desde los años 60’s del siglo pasado, exclusivamente del género artístico que haya decido asumir.

Es decir, tenemos 63 años de retraso artístico en comparación con México, capital del país.

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