Entre mis poetas preferidos, en español, después de Octavio Paz y Miguel Hernández se encuentra mi ídolo, el chiapaneco Jaime Sabines. Su poesía totalmente entendible para el común de los mortales (cosa que odian los escritores yucatecos de la época de los talleristas), coloquial. El único que ha logrado que en este país que no lee, y mucho menos poesía, ser el bardo más leído en Mexico en toda la segunda década del siglo pasado, decía de él Carlos Monsiváis que “si la poesía convoca multitudes no todo está perdido en este pobre país”.
Sabines nació en Tuxtla Gutiérrez, donde todos nacen poetas hasta que no demuestren lo contrario, en el año de 1926. Se graduó de médico en la UNAM Y DESPUÉS ESTUDIO lengua y literatura española. Se dedicó a la poesía y formó parte de la GENERACIÓN DE MEDIO SIGLO, con Rosario Castellaños, Héctor Azar, Emilio Carballido, Luisa Josefina Hernández, entre otros de la crema de la crema. Al leer “Las mil y unas noches” se apasionó por la literatura, fue su mayor influencia. A los 23 años publicó por primera vez su famoso poema “Los amorosos”. Ganador de todos los reconocimientos y premios posibles a un poeta. Es uno de los escritores más destacados y extraordinariamente importante en la literaria mexicana. Admirado por muchos, con un estilo original y personalidad impresionante.
Don Jaime tenía una personalidad muy singular, lo mismo que su estilo. Anticipándose a su tiempo.
Sus principales admiradores han sido siempre los más jóvenes, aunque ya no está entre nosotros, es un poeta vivo. Escritor fundamental para la literatura en español y la literatura en general. Traducido a varios idiomas sus versos.
De sus poemas más emblemáticos:
“Canonicemos a Las Putas. Santoral del sábado: Bety, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad”.
“Das el placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos. No obligas a nadie a la despedida ni a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor”.
“No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, las asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados. Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo”.
“Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma. Sabes vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo, exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor”.
“Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no sometes a los recuerdos ni a la espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad”.
“En el lugar en que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara y un vaso de agua y un pan”.
“Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y los perversos, te doy todo mi dinero, te corono con hojas de yerba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo”.