Edgardo Arredondo
De un meñique fracturado
falleció Edgardo Arredondo.
¡Qué dolor, qué pesar hondo!
La Huesuda lo ha llevado…
Al América le iba
y admiró a López-Gatell:
tanto elogio hizo de él
que se quedó sin saliva.
Y de Bungo a El Cuarto 7,
ahí Detrás del horizonte,
andará de polizonte
y hasta le saldrá un juanete.
Fue De médico a sicario,
pero Sin miedo al destino,
convertido en polvo fino
quedará en un relicario.
Emiliano Canto Mayén
Bailaba Emiliano un vals
cuando le dio un patatús.
La Muerte le hizo cuscús
y lo retrató Frans Hals.
Condes, duques y marqueses
han llegado en procesión
a visitarlo al panteón
para elevarle sus preces…
Llorando clama en el cielo:
“¡Oh, mi París, mi París,
en tu seno fui feliz!”,
y nada le da consuelo.
Y aun muerto no se le quita
que Yucatán se afrancese,
mas será, mal que le pese,
¡en francés de cochinita!
José Castillo Baeza
Entre Hojas recicladas
ha brincado una sorpresa:
José Castillo Baeza
baila en el cielo con hadas.
En este mundo indiscreto
todos saben qué pasó:
que el hombre lobo llegó
y se lo llevó en secreto.
Por lo que la gente dice,
lo trasladó a Chetumal
para cocerlo en tamal
y remitirlo a Belice.
Ahí quedó como pazguato
A la espera de ser cena.
De él, decimos con pena,
sólo quedó un Garabato
José Antonio Figueroa Cucurachi
Figueroa Cucurachi
con su Mesa para uno
escuchó que de consuno
le dijeran: “¡Machi, machi!”.
Poco duró la alegría
pues en Mérida, Yucatán,
la Huesuda le dio cran
haciendo una cirugía.
Sobre las nubes deshechas
a San Pedro en oración
le cantará un reguetón
con las rodillas maltrechas.
Joaquín Tamayo
Una anécdota de fiesta:
se murió Joaquín Tamayo,
lo partió tremendo rayo…
y se cayó en una cesta.
A todos el llanto apura,
mas tapando su pavor
gruñe el martín pescador
en su taller de costura.
También un mago de hoz
(¡es macaco, es macaco!),
que rabia como un verraco
y a todos corta la voz.
Tres líneas dedicó el diario
a esta muerte inesperada
y no se comentó nada
el resto del calendario.
Manuel Tejada Loría
Aunque nadie lo creería,
de un pisotón en los pies
se murió por quinta vez
Manuel Tejada Loría.
Consternado, Álvarez Gato
hizo correr la noticia,
que celebró con malicia
mucho escritor saraguato.
En la tumba donde inerte
mira una esfera infinita
con el otro que lo habita
prepara su sexta muerte
Pues Inmóvil en el viento
los poetas del edén
le van a dar un vaivén
y revivirá contento.