Bienestar Espiritual

Oración: “Perdonar es propio de los seres bienaventurados”

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

¡Bienaventurado seas, oh Padre Santísimo, con este feliz despertar de toda Tu creación!

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Padre Santísimo: Esta gran bienaventuranza que nos enseña Tu Hijo Amado, quien no desea nuestro sufrimiento por nada de este mundo, nos cala hasta el alma: “Dichosos serán ustedes cuando POR MI CAUSA la gente los insulte, los persiga y levante contra ustedes toda clase de calumnias.” (San Mateo 5:11). Ante Ti, viendo Tu rostro que es la apacibilidad plena, nos esclareces mucho más esa gran verdad: “PERDONAR ES PROPIO DE SERES QUE ESTÁN TRABAJANDO CON ENTUSIASMO, CON HEROÍSMO Y CON PASIÓN, A PESAR DE QUE POR CAUSA DE SER DE CRISTO NOS INSULTEN, NOS INCOMPRENDAN, NOS BURLEN, NOS VITUPEREN, NOS MALDIGAN, NOS CALUMNIEN Y HASTA NOS PERSIGAN.” Realmente no hay sufrimiento para estos bienaventurados, porque ellos no se atormentan, no sufren, no se incomodan, no maldicen y no desean venganza, porque su mente es la misma de Cristo, viven en su espíritu siempre en Tu presencia divina recibiendo de Ti fortaleza, paz, serenidad y bienestar.

Padre Santísimo: ese grado de madurez espiritual es el que anhelamos. Con la gracia del Espíritu Santo lo obtendremos y con él Te glorificaremos. El sufrimiento existe para los seres que viven apegados a lo material, a lo pasajero, a lo intrascendente y a lo perecedero. Cuando aprendemos que PERDONAR ES UN ACTO DIVINO y vemos en nuestro interior Tu presencia divina, quien nos impulsa a ser como Tú eres, a pensar como Tú piensas y a actuar como Tú actúas, la sensibilidad al temor, a la incertidumbre, al menosprecio, a las incomprensiones, a las calumnias, a los quebrantos, a los vaivenes y a la incertidumbre desaparece de nuestro panorama.

Pensar como nuestro divino Salvador Jesucristo, es hacer Tu voluntad, oh Padre Santísimo. Poner en acción Tus impulsos es obedecer al Espíritu Santo y encontrar el secreto por pocos conocido del ser divinos y gozar de todos Tus favores, aunque en el concierto social no encontremos aceptación. Lo importante es que, en Ti, oh Padre Santísimo, vemos lo hermoso que es el despertar nuestro ser integral al ámbito de Tu Reino Celestial desde aquí en la tierra. Sabia y sensatamente, Tu Reino Celestial comienza desde que Te conocemos, Te tratamos, Te reconocemos, Te agradecemos y Te confesamos porque Cristo así nos lo ha enseñado. Cristo siempre nos dio ese ejemplo de estar en comunión contigo, oh Padre Santísimo, porque solo estando en Tu presencia continua encontramos la paz, la verdadera alegría, el auténtico bienestar y el goce de todo lo que Tú nos ofreces con la pasión del amor divino que todo lo transforma.

Perdonando de corazón es olvidarnos de lo mundano, del amor propio, del temor, de lo incierto, de lo pasajero que perece. Perdonando de corazón y con todo el corazón es estar en la misma Cruz de Cristo, donde nuestra forma de ver el panorama es más divino, más sensacional, más de altura y con la aprobación de Tu mirada bondadosa, oh Padre Santísimo.

¡Jamás podemos perdonar si no estamos crucificados junto con Cristo y en Su misma Cruz! ¡Jamás experimentaremos el gozo de ser salvos sin estar en la altura, clavados en la Cruz de Cristo y viendo cómo Él mira y pronunciando sus mismas palabras de vida! Ya desde la altura de la Cruz, todo nos parece “POCA COSA”, porque ya miramos con los ojos del espíritu, comprendemos con el amor divino, vemos la imagen divina en nuestros prójimos y les deseamos lo mejor.

Estar crucificados es cerrar los ojos del cuerpo y abrir los ojos del espíritu para contemplar lo divino, aprovecharnos de ese tesoro inmenso y hacer de nuestro diario vivir todo un acontecimiento totalmente maravilloso y libre de todo sufrimiento. Quien ya ha crucificado su ser en la Cruz de Cristo, ya no piensa, ya no razona, ya no actúa y ya no odia, porque desde el primer instante en que se atrevió a perdonar de corazón, se ha revestido de Cristo, goza de sus favores y hasta Tú mismo, oh Padre Santo, lo ves con ojos de amor y lo haces disfrutar de todas Tus riquezas.

Padre Santísimo: ¡Qué hermoso es perdonar de corazón, pero desde la altura de la Cruz de Tu Hijo Amado! ¡Muchas gracias por habernos dado la dicha inmensa de comprender Tu Sabiduría del perdón! Perdonado nuestra imagen divina se vuelve una bendita realidad.

¡Bendito, alabado, adorado y glorificado seas, oh Dios de nuestros padres! Amén.

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