Existen varias opiniones de los “sabios” y los “súper sabios” acerca de la invención de nuestro panucho (Por cierto que el cronista de la ciudad de Mérida, q.e.p.d., Juan Peón Ancona, le puso un nombre a este antojito que no prosperó: que “Panucho” es una tortilla vieja con frijol encima). Ha y otras formas más pero la que predominó desde el siglo XIX es el de “panucho”.
En aquellos tiempos se viajaba de Yucatán a Campeche en un bolán-koché, calesa muy fea y muy incómoda que hacía viajes por todos los pueblos de la península. Ya antes en otro “Yucatán Insólito” explicamos lo que es un bolán-koché.
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Bien, en una de estas jornadas, viajaba un grupo de “cuates” y la pasaban muy chismorreando y haciendo bromas sobre lo seguro que era bolán-koché para ir o venir de Campeche. Parece que eran siete u ocho viajeros en esta ocasión. Había caído la noche e imperaba la oscuridad y de repente a medio camino una de las cuatro ruedas del antiestético vehículo se zafó o algo por el estilo, dando fin al viaje cuyo contenido rebosaba de maletas maltrechas, sabucanes y aves domésticas, entonces los siete u ocho alegres viajeros perdieron la buena sonrisa y el chismorreo al escuchar la ruda voz del cochero:
-Lo siento señores, pero no podremos seguir hasta que no repare yo esta rueda que se ha zafao…
La reparación fue larga y cansada y difícil porque era bien noche; compuesta al fin, continuaron la jornada, llegando a Mérida bien tarde y lo primero que hicieron fue detenerse ante una fonda a punto de cerrar, donde, hambrientos, le pidieron al propietario que les preparara algo de para cenar, pero ya todo se había gastado y ante la insistencia de los viajeros, tomó unas tortillas, les untó el resto del frijol del día y las ornó con cebolla y todo esto le sirvió a los clientes que, sobre decirlo, los devoraron. Y dicen que como el dueño se llamaba Ucho, la gente comenzó a llamarle don Ucho, y posteriormente: Vamos a cenar el Panucho. Y hasta la fecha.
