Lo que nos muestran las ciudades mayas existentes es el esplendor de la belleza, el sentido urbano con que fueron concebidas, y el acondicionamiento del medio ambiente para hacerlo habitable. El único resultado de todo eso es un apabullante sentido estético.
Hace dos semanas hablé de Chichen Itzá y el domingo pasado estuve, de nueva cuenta, en el nuevo Uxmal, libre de vegetación, con estructuras rescatadas y edificaciones reacomodadas para darnos a conocer el sentido real de cómo fueron cuando nuestros antepasados las habitaron.
No soy quien para decir certezas de esas ciudades, pero el sentido común me dice que Chichén fue la casa, el domicilio de los sabios, de los astrónomos y matemáticos y, por otro lado, Uxmal fue la ciudad, la habitación de artistas y letrados, manejadores de otros aspectos de la cultura y el conocimiento.
Uxmal es un conjunto arquitectónico disfrutables desde cualquier ángulo, su belleza edificial es apreciable desde cual otro edificio que se integra, de manera obvia, con otras edificaciones. Desde el Palacio del Gobernador, el Juego de Pelota, el edificio de las columnas, la Casa de la Bruja o el Palomar, todo el sitio puede verse como si fuera una urbanización contemporánea.
He tomado una fotografía con dos enormes columnas redondas, atravesadas por un grueso madero, que parece la entrada una casa actual.
Los prados, los árboles, los chultunes y los sacbeoob nos hablan de una población activa, alegre, feliz de vivir en su ciudad, donde todo era posible adquirir, si vemos las cosas con los ojos del pasado y no con los del presente, con repelente para mosquitos, bloqueador solar, abanicos para mitigar el calor y ruedas para ir de Uxmal a Kabah, Sayil o Labná.
Uxmal no tiene la adustez de Chichén Itzá. Y tampoco el color de la piedra que, en la segunda es grisácea y en la otra, rosada, resultando ciudades de distinto color.
Eso, sí. Ambas ciudades, de inexistentes propietarios, dan dinero a los dueños de establecimientos comerciales, hoteles, empresas camioneras, y gasolineras que venden combustible a tantos coches que van dicho lugar.
Los visitantes se cuentan en cientos. Y sus expresiones de asombro son mayúsculas porque cuando escuchan, por ejemplo, la construcción del arco falso, hay gente que dice, “es como el actual muro de contención”.
Cada ciudad maya es distinta pero igualmente impactante, y conmovedora. Kabah, no es parecida a Uxmal, y Sayil no se parece a estos dos lugares.
Por algo John Stephens se enamoró de esa ciudad y pidió ser enterrado en ese lugar, objetivo que no consiguió. Lo dio a conocer al mundo y produjo interés en ese lugar.
El INAH, debería pensarse hacerle algún reconocimiento a ese artista. Chepita Chi, quien fuera acompañante de Stephens, por lo menos, es recordada como nombre del restaurante del hotel de la zona arqueológica.