Bienestar Espiritual

Oración: ¡Gloriémos en la Cruz de Cristo!

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

¡Bendito amanecer dominical, oh Padre Santísimo!
En este día tan especial en el que nos traes gratas sorpresas, signo de Tu Mano Generosa y magnánima, estamos de plácemes porque Tú, jamás abandonas a quienes en Ti esperan, tal como lo proclama el Espíritu Santo: “En Ti, Señor, he esperado; ¡No sea yo confundido para siempre!” (Salmo 71:1). Ahora podemos comenzar a proclamar: ¡Señor! ¡En Ti hemos esperado! ¡Seremos distinguidos por Tu generosidad por siempre! Ese es nuestro clamor, porque estando con nuestra mente puesta en Ti, oh Soberano Señor y Padre, gloriándonos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la que ya nos hemos crucificado y nuestra mirada espiritual se encuentra contemplando las maravillas del tercer cielo, vamos de gloria en gloria.

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¡Qué hermoso es que nos encontremos crucificados y felices en la Cruz de nuestro adorable Salvador! Ella nos hace elevarnos a las alturas glorificándote y agradeciéndote porque nos has distinguido de manera extraordinaria.

Nos concede una ciudadanía celestial, nos ubica en lugares especiales y nos llena de poder para que con nuestros pies bien puestos sobre la tierra, con muchísimo, con mucho o con poco, demostremos lo felices que somos, la bendición que, portamos, lo bienaventurado de nuestra existencia y la impotencia y reveses que sufre el mal ante nosotros.

Padre Santísimo: Volver nuestra mirada al pasado de la crucifixión de Tu Hijo Amado, es ver cómo debe ser nuestra actitud llena de fortaleza, de paz, de perdón, de tolerancia y de esperanza en las maravillas que están por suceder.

Desde lo alto de la Santa Cruz, viendo el amplio panorama, signo de todo lo que está por realizarse en nosotros para bien de nuestros hermanos, ¡hagamos lo que hizo el Maestro de la humanidad! Veamos a nuestros prójimos y a nuestros enemigos con la mirada divina, con los ojos del Señor y volviendo nuestra vista al Padre, exclamemos suplicantes: “Padre: ¡perdónalos, porque no saben lo que hacen! (San Lucas 23:34).

Ese grito propio de los que ya no ven con los ojos del cuerpo, sino con los ojos de Cristo perfeccionará más nuestra divina semejanza y hará que su imagen divina resplandezca más en nosotros irradiando más luz. Estar crucificados, tener la mirada más divina y contemplar el mundo desde las alturas nos hace ser los otros Cristos que, el Padre anhela se multipliquen.

Desde la cúspide de la Cruz, nosotros pasamos a tener otra dimensión más espiritual y menos propensa a abrazar los bienes terrenales, porque, aunque abundemos en ellos, ya nada nos impide separarnos del inmenso e indecible amor divino. El amor divino es tan trascendente y tan incomparable a nada terreno, que nos lleva a ser tan ricos en Dios, pero con esa increíble capacidad de no dejarnos convertir en esclavos, sino en seres humanos llenos de la gracia divina que nos hace ser totalmente diferentes a los demás, pero muy sensibles para estar bien dispuestos a brindarles nuestra ayuda oportuna.

Estar crucificados nos hace insensibles a los vaivenes de este mundo, porque estamos anclados en la misma Fuente del Amor de Cristo; siempre benditos, fuertes y firmes en la fe; prósperos en todo y desprendidos de todo, tal como nos lo indica el Espíritu Santo:

“Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:38-39).

Padre Santísimo: Este domingo es de inmensa gratitud, porque al crucificar con valentía nuestra carne en la Cruz Vivificadora de Cristo, Tu Hijo Amado, nuestra vida adquirió un sentido extraordinario y de corte sobrenatural. ¡Dejamos atrás lo meramente natural para convertirnos en seres cuya ciudadanía es celeste y cuya fortaleza nos hace soportarlo todo debido a que la gracia divina trabaja en lo secreto y lo manifiesta en lo inimaginable, en lo increíble y en lo más hermoso que nos pudo suceder!

¡Gracias, mil veces gracias por habernos hecho comprender cómo la Santa Cruz es el Nuevo Árbol de la Vida que al crucificarnos nos lleva al mismo paraíso celestial! Amén.

P. Cosme Andrade Sánchez+

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