Cultura

Mentiras, fantasías, intrigas y otros restos humanos (15 y última entrega)

 FRAGMENTOS PARA UNA NOVELA CALEIDOSCÓPICA

 (Fragmento del diario encontrado en Chicxulub)

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    23, abril de 2000

 Escribir una novela sobre mi familia y su llegada de La Habana a Mérida. Sobre mis años juveniles y el Beguin the Beguin. Mi salida de Mérida. Mi vida en México y mi cercanía con el cine. Mi primer Ariel por mi guión cinematográfico. Mi retiro conventual en Izamal.

 Mi vida con todo este grupo de artistas jóvenes, borrachos, drogadictos, promiscuos sexuales, rebeldes y groseros. Mundillo artístico como nunca antes se había dado en la historia del arte en Yucatán.

 Hacer un índice optativo.

 Reunir todas las notas dispersas.

 Armarme de valor para sentarme a escribir en mi máquina rémington.

 No puedo negar que el joven escultor merodea por mis pensamientos como Pedro por su casa. Vuelve el recuerdo de Pitín…

¿Estaré ya maduro como para asumir esta relación, este sentimiento que me marea y sobre todo estaré lo suficientemente fuerte como para enfrentar a la sociedad yucateca?

 Como primer paso me atreveré a escribir ese poema que ronda las cuatro esquinas de mi alma y de mi sexo:                                

                      EL AMOR DEL ANGEL EN LA MADUREZ

                                           I

 Cuando un hombre ama a otro hombre no puede pensar en nadie más.

 El calor le acelera el pulso y siempre tiene la bragueta abierta para que él meta la mano…

 Cuando un hombre desea a otro hombre el universo numinoso se apaga si no puede acariciar sus labios y sus hombros.

 Guerreros en combate solitario que perfuman sus cuerpos con el sudor del otro.

 Nada tan sencillo como esto:

                                          ¡Cuando un hombre ama a otro hombre se realiza un acto de virilidad!

                                              II

Hombrecito aprendiz de Madame Bovary

                                                           si vas a venir a tocar a mi puerta:

deja en el clóset tu moralina pequeño burguesa. La ética convencional oliente a corbata y a mercedes benz:

                                                  desinfecta tus nalgas con agua bendita.

 Bébete un litro de ron oyendo repetidamente un bolero en la voz de Lucho Gatica.

 Si después de esto te queda algo de energía viril, entonces, toca a mi puerta y te aseguro que me erectaré sólo para ti.

                                              III

  Fuera de mis calzones.

  Lárgate de mis pensamientos.

  Aléjate de mis sueños.

  Deja en paz mi bragueta.

  No acaricies mi verga

                                no la ilusiones

con placeres que cumplirás a medias.

  Déjame libre para seguirle ronroneando a mi sombra

y en mis sueños

a otro cuerpo más caliente que el tuyo…

 Te recomiendo que te des una ducha fría.

 ¡Ya no sueñes conmigo!

                                              IV

 Adiós hijo de puta.

 Empaca tus sonrisas nerviosas

el sudor en las manos.

  Pónte los calzones

y olvida mi lengua sobre tus nalgas

mis dientes en la nuca

el bufido que explotó en tus oídos.

 No trates de recordar lo irrecordable

para armar el rompecabezas.

 Desde hace años

                                tiré a la basura más de tres piezas claves.

¡Ya….!

        Ríndete como guerrero vencido entre mis brazos

y duerme cobijado por mis alas.

                                                             Eduardo L.

 Eduardo miró por sobre las letras escritas, se quitó los lentes y recordó a sus amigos del Beguin. A Pitín…

Es que quieren volver

los amores de ayer

a inquietarte

el hastío es pavo real

que se aburre de luz por la tarde…

Las Aguila volaron hasta el jardín de los recuerdos azules de una Mérida tranquila y llevadera, sin tanto tránsito, sin tanta gente inundando el centro de la ciudad, transformándolo en Borneo….pensó en lo que tenía que discutir con Hernán.

Le habló a la escuela a George Ann y quedó en cenar con ella y con Gabriel en el nuevo restaurant italiano…

 La Loret sonrió desde su ventana mostrando sus dientes de niña-

-¿Eduardo? Te traigo tres nuevas perlas huiras para tu sección del por esto! Una es sobre un toloc que está nominado para el Nóbel de fotografía…

Lo único que pudo pensar Eduardo ante las palabras de Teresa fue:

¿Hasta que punto puede mentir una cámara fotográfica?

¿Hasta que punto es confiable la veracidad de una cámara fotográfica, de cine o video?

¿Los recuerdos tienen algo que ver con la fotografía?

¿Y si esos recuerdos los escribimos, que sucede con la veracidad y la mentira?

 La brisa que venía del cercano Puerto de Progreso, inundó aquella tarde, el departamento de Eduardo, mientras Teresa prendía un churro de mota y mencionaba los capítulos y versículos del Levítico, como escolapia malidecente.

 A la puerta tocaron toda la banda de los nuevos salvajes, como había bautizado Fernando a la tropa loca de pintores y escultores, escribidores, chismosos, alcohólicos y drogadictos que andaban como una horda que se le escapó a Atila.

 Mario Reyes y Alberto Muñoz uno a la guitarra y el otro al piano comenzaron a improvisar un jazz muuuuy yucaterco.

 Mientras Ortegón decía estúpidas jerigonzas y se movía como payaso desarticulado de un falso teatrino chafa semejante a su pretensión de ser el gran pintor aristocrático venido a menos (cuando nunca fe de más) y único gran pensador y filósofo que no era ni nunca fue de esta tierra de lajas y bugambilias, de veletas extintas y títulos nobiliarios que pasaron de mano a mano cuando el que lo tenía no podía pagar a la corona española, y otro lo adquiría. Como cuenta el excelente historiador Rubio Mañé, en su sesudo ensayo publicado en las revistas del Archivo General de la Nación. Antes de la segunda mitad del siglo XX mexicano, que nada tiene que ver con las falsedades

escritas por Valdés en Yucatán a través de las centurias.

Porque como nos contó su hijo Valdés, también historiador, su padre había escrito los textos genealógicos, de acuerdo a la cantidad de dinero que cada familia pagaba. Y que gracias a esa idea genial que había tenido su padre, pudieron comer ya que estaban a tortillas y agua, hasta el medio día que llegó a la casa familiar con bolsas llenas de comida, porque su idea había comenzado a generar dividendos.

 Fernando recordó la noche que a él y a José Antonio Castellanos, este pobre diablo alcohólico que había rescatado el Dr. Osorio y Carvajal y que el único trabajo que hacía era abrir los cajones de su escritorio y sacar botellas de alcohol, y beber, y beber, fumar y fumar interminables cajetillas de cigarros delicados.

 Toda esta cuasi escena macaba de la colonia, ante el estupor de estos post adolescentes yucatequitos, recién desempacados en la Delegación de Cuajimalpa de Morelos.

………………………0……………………..

Pero en la mente de Eduardo, seguía la pregunta:

¿Los recuerdos tienen algo que ver con la fotografía?

¿Y si esos recuerdos los escribimos, que sucede con la veracidad y la mentira?

INDECISIONES PROPIAS DE LA PREANDROPAUSIA

 Fernando decidió que la novela podía esperar, que primero tenía que poner en orden sus notas, revisarlas, seleccionarlas y con ese material obtenido, comenzar a escribir un “algo” sin pretender nada literario.

 Todavía era un extranjero en su propia ciudad.

  Necesitaba tomarle el pulso. Respirarla sin prejuicios. Acariciarla de nuevo como si fuera un cuerpo desconocido de mujer. Encontrar sus puntos vulnerables a la sensualidad.

 Tal vez desollarla y vestirse con su piel a la manera en que los aztecas hacían lo mismo con los cuerpos que sacrificaban a sus dioses. Actitud común también en otras civilizaciones ancestrales.

 Necesitaba que volviera a ser Mérida, como que la había sido en sus años adolescentes.

 Y sobre todo, desprejuiciarse, para poder amarla de nuevo, sorprenderse de la misma manera que un amante lo hace con el objeto de su pasión.

 Respiró hondo y caminó hacia el Parque de Santa Lucía, para impregnar los poros de su memoria genética con la trova que se interpreta todos los jueves en ese espacio que se ha vuelto una “costumbre”, y uno de los atractivos turísticos de la Ciudad.

 El aire fresco de la noche de marzo lo envolvió y lo puso a volar por los aires como si fuera una hoja limpia de papel: virgen de escritura alguna.

 Revertiría el poema El Dios Abandona a Abandona Antonio escrito por Cavafis a la húmeda Alejandría:

 Cuando, de pronto, se deje oír a medianoche

el paso de una invisible comitiva,

con músicas sublimes y con voces,

tu suerte que cede, tus obras

malogradas,, lo planes de tu vida

que acabaron todos en quimeras, será inútil llorarlo.

Como el que está listo ya hace tiempo, como el valiente,

despídete de ella, de la Alejandría que se marcha.

 Sobre todo, no te engañes, no digas que fue

un sueño, ni que se confundieron tus oídos;

no te rebajes a tan vanas esperanzas.

 Como el que está listo ya hace tiempo, como el valiente,

como te corresponde por haber merecido tal ciudad,

quédate firme frente a la ventana

y escucha con emoción

-no con las súplicas y las quejas de los cobardes-

el rumor cual un último deleite,

los sublimes instrumentos de la secreta comitiva,

y despídete de ella, de la Alejandría que pierdes.

 Había tanto que contar sobre Mérida, historias ocultas en los estantes bajo siete llaves, historias que se habían vuelto populares y por lo mismo al perderse la verdad porque al  ir de boca en boca, se habían convertido en leyendas urbanas. Historias pertenecientes a la historia escrita en libros y analizada por historiadores e investigadores de otras de disciplinas académicas. Desentrañar mitos que al paso del tiempo se han vuelto verdades “absolutas”. Historias cotidianas que aparentemente no dicen nada pero que si se ubican en el contexto que les tocó vivir de la historia nacional e internacional, adquieren la dimensión de historias a través de las cuales se puede entender el pensamiento, la realidad de usos y costumbres y convertirse así, en parámetros para medir la evolución, la rápida transformación social de la Ciudad que ahora le resultaba tan lejana, tan ajena, que lo transformaban en “un otro”: extraño a lo que él sentía a sus raíces.

 Lo único que tenía claro era la idea de que  “la aldea global” había rebasado las expectativas del habitante de cualquier parte del mundo que se convulsionaba y se sobrecalentaba a pasos rápidos y demoledores.

 Se estremeció al pensar en la profecía de los mayas de que en el año 2012, el mundo acabaría. Al menos el que se conocía ahora como tal. Y por qué no, a lo mejor comenzaría un mundo nuevo, diferente, mejor y más humano y vivible.

 No pudo menos de escuchar en sus oídos a Rubén Blades cantando: “Cuando llegue la señal del trece allí en Tanká…”

 Por primera vez deseó vivir más años de los que tenía y saber que sucedería realmente. A lo mejor todo seguiría su curso natural de degradación. A lo mejor todo el trabajo para preservar y resarcir el planeta, hallado por los científicos, sería tomado en cuenta por los verdaderamente poderosos y moldeadores del mundo y al ser aplicado, mejoraría la situación.

  Por lo pronto, lo más inmediato era recuperar para si otra vez a esa mujer esquiva y perversa que es la ciudad de Mérida, recuperarla y domarla como a una potranca rebelde y salvaje.

 Qué ironía: Mérida, la culta Mérida era nada más eso: una animala salvaje, desbocada, irracional, como el barro de Ticul al cual se le puede dar forma de vasija o de figurillas al gusto, destreza y placer del artesano. Aunque no siempre cuajan al salir del horno.

 Sintió tristeza, nostalgia: melancolía de no poder rememorar en textos poéticos como casi todos los poetas yucatecos a esa ciudad soñada desde siempre, amada y deseada como nunca deseó a ser humano alguno, porque era suya.

 Suya solamente, con todo y sus calores, lluvias vespertinas, aires suaves, frescos y olores marinos y terrestres impregnados de flores, tierra roja y hierba mojada.

 Su trabajo cual héroe mítico sería el de ahorcar a la Xtabay con sus propios cabellos para romper el sortilegio. Ser una especie de Perseo americano.

 Qué simpático, Perseo es el único del panteón griego al que se le ha equiparado con el Jesús de los cristianos y católicos. Tendría que ser un héroe mítico mitad pagano mitad cristiano. Unión entre lo antiguo y lo nuevo. Lo ancestral y lo contemporáneo. Equilibrio aéreo y terrestre, como el que tiene la sagrada Ceiba de los mayas peninsulares.

  Ahora más que nunca poseía la certeza de lo que Ernst Fischer había escrito en su ensayo “La necesidad del arte”:      

“Las cosas antiguas y aparentemente olvidadas en nuestro interior, siguen operando en nosotros –a menudo sin que nos demos  cuenta- y un día, súbitamente, vuelven a la superficie y nos hablan como las sombras del Hades que Ulises alimentaba con su sangre. En periodos diferentes, según la situación y las necesidades de las clases ascendentes o declinantes, cosas diferente que han  permanecido latentes o se habían perdido reaparecen a la luz del día, despiertan a una nueva vida.”

HOJA SUELTA NO. 26

          Y todas las calles, se presiente, conducen la luz al mismo sitio.

                                                                             octavio paz

 Vas caminando por estas aceras y calles empedradas que vienen de la Ermita; cruzas el arco de San Juan. Has penetrado a la Ciudad. Tus pasos resuenan en la oscura soledad de esta noche de principios de diciembre de 1980.

 Atrás dejaste el calor de un cuerpo. Encuentro momentáneo.

 Atrás queda esa aburrida sensación de buscar algo más después del coito. Necesidad de descifrar el por qué de ese espacio que oscila entre después y el reincorporamiento de ti en ti, cuando se siente como si respiraras nuevamente y, el sudor es tan sólo una piel más sobre tu cuerpo.

 Placer inocuo y hartante. Nunca hay nada más allá de después.

 Placer morboso perseguido desde siempre por hombres y mujeres.

 Atrás de esa desesperación animal en la cual el corazón bombea aceleradamente y la sensibilidad de la piel es infinita.

 No existe nada más que una espantosa pasividad que no tiene que ver con el sueño ni la somnolencia, es simplemente el quedar…así…ridículamente allí.

 El  cuerpo regresa a su temperatura normal.

 Y otra vez, la espera de repetir este juego interminable, absurdo.

 Junto a ti, la iglesia de la Candelaria.

 Sigues caminando, soliloquiando pendejadas sobre el sabor después de un acostón…vacío…vacío…

 No hay más, pero siempre insistes con la ilusión de encontrar algo más…después.

 El Teatro Héctor Herrera te observa como un animal extraño en la oscuridad de esta madrugada.

 Llegas antes de partir.

 Te escondes esta “ahuecada” sensación.

 Es diciembre y lo sientes lento, como sin ganas. Cruzas la Plaza Grande vestida con adornos y luces navideñas.

 Entras al Louvre para tomar una cerveza y comer un Louvre especial en pan francés. Sin darte cuenta te vuelves a ver en El Submarino de Villahermosa y a tu lado don Pablito contando sus historias sobre Tabasco y Garrido Caníbal.

 No entiendes  el porque siempre el presente te remite a un pasado cercano, a un déja vú y en ocasiones muy especiales, a un futuro. A lo primero te has acostumbrado, a lo segundo todavía no. Y te desespera no poder manejarlo como si fuera tu triciclo delgado y rojo regalo de tu abuelo……

HOJA SUELTA Nº 2126

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO.

“Hago dibujos que quiero meter a concurso, en un cuaderno verde pálido de Minerva. Brota la necesidad de depurar o sea quitar las hojas donde se encuentran dibujos que no me gustan o siento “comprometedores”. Rompo parte del cuaderno. El trabajo lo tengo que llevar enfrente de casa de mis abuelos a la casa de doña Felisa Barragán. No entiendo por qué. Al final no entro al concurso.

 Por algo que no recuerdo claramente me encuentro en La Plaza Grande, Marisa pasa por mi, creo que estamos disgustados, no se si ella conmigo o yo con ella, pero no hablamos durante el trayecto en su automóvil.

 No se como me encuentro solo bebiendo en un lugar especie de  estacionamiento en la 61 x 62 y 64, estoy con Joaquín Tamayo, Carlos Bojórquez y otras personas. Los parroquianos de la cantina/estacionamiento, me tratan con cierto desprecio porque dicen que soy “burgués”.

 Decidimos seguir bebiendo en otro lugar, Tamayo se convierte en mi guía, en el “Maestro”, digamos.

 Me percato de que estoy en un corral de bueyes muy estilizados al igual que el buey egipcio y el toro cristiano con alas pero descarnados, tengo que salir de allí y llegar, más bien alcanzar a Tamayo y al que va con él, que es alguien que conozco pero no se a ciencia cierta quién es.

  Bojórquez y los demás han desaparecido.

 Camino, camino, comienzo a correr evadiendo a estos animales que unos ya están muertos, otros se están desangrando y otros se han vuelto zombies.

 Termino volando.

 Alguien apedrea a una puberta vestida con hipil que parece tener una enfermedad además de su enanismo. Yo vuelo hacia la salida de ese corral/matadero/cementerio, ella me pregunta algo en una lengua extraña que yo no entiendo. Lo único que quiero es salir de allí, es cuando me doy cuenta de que es el estacionamiento de la calle 62 a lado del Italian café.

 Alcanzo a Tamayo y al otro cuate, hablan de la historia antigua de Yucatán, la que no se encuentra más que en los círculos de iniciados. Subimos a un taxi, yo quiero que me lleven a casa de mi tía Irma, ante mi insistencia Tamayo se burla y me da un directorio telefónico que yo le he exigido para encontrar el teléfono a nombre de mi tío José Silveira. El se burla diciendo que si no lo encuentro ellos me llevan pero que deje de de portarme como niño mimado.

 Yo me siento borracho.

 No se a dónde vamos, pero todo el camino es como de zona roja porteña y súper lúmpen. El otro cuate está muy ebrio, llegamos a una plaza de pueblo paupérrimo y prostibulario. Durante el camino Tamayo ha seguido hablando de esa historia oculta sobre Yucatán. Descendemos del taxi, yo me detengo a tomar o comer algo, converso con alguien. Tamayo y el otro cuate me ignoran y siguen su camino, otros chavos se les unen. Por fin los alcanzo, están sentados en las escaleras de lo que puede ser una especie de Portales que rodean la plaza principal de alguna ciudad del interior del estado, Ahora somos cinco, hay un güero que lleva un sombrero de paja, se parece a uno de los Calero, pero no ubico cuál de ellos.

 Después de larga conversación siguen su caminata. Me veo dormido boca abajo. Despierto insistiendo que sí quiero regresar a vivir a Mérida, más que llorar aporreo los puños con rabia porque nadie me cree. Tamayo me dice que sí, es cierto que he aprendido a vivir en un medio más duro: el de la Ciudad de México, pero que Mérida tiene otro tipo de dureza.

 Al grupo se ha unido de nuevo Carlos Bojórquez. Después del sermón, Tamayo y los demás prosiguen su caminata. Los veo alejarse. Un vagabundo teporocho me alerta

 de que no siga por ese camino. Yo le pregunto ¿cuál? Camino por inercia. Me vuelvo a meter a un laberinto, esta vez es una casa de hacienda que se ve vieja y semiabandonada, afuera Tamayo y los otros continúan su caminata ignorando que estoy en pleno laberinto. El güero ya no está con ellos.

 Una prostituta burlona le dice a Tamayo:

  • ¿Te crees el historiador de Tepito?

  Yo intento salir del laberinto/hacienda, el teporocho me indica que para salir lo haga en línea recta, despacio pero con paso ligero. Yo no le hago caso y corro zigzagueando, el espacio se ha convertido en el corral del principio, esa especie de jardín redondo con fuente al centro, los toros de esa madrugada son negros, gris, verdes y color luz. El vagabundo/teporocho me alerta de un buey que se ha mimetizado como camaleón y que no duerme y es peligroso. Mi carrera en zigzag  alebresta al animal quien comienza a perseguirme, corro hasta poder elevarme y volar y quedar suspendido en el aire como los colibríes, el animal se sigue derecho y en su carrera choca con la reja de la hacienda/laberinto/estacionamiento, rompiendo la cadena y el candado, abriendo la puerta. Salgo volando tranquilamente, al mismo tiempo que me deleito suspendido por los aires.

  Miro hacia delante a Tamayo y a los otros tres sentados en las escaleras mirando hacia el mar, se anuncia que pronto amanecerá. Uno de los chavos le dice a Tamayo que voy hacia ellos. El contesta:

-Lo sé, esperémoslo, tiene que llegar por sus propios medios, por su esfuerzo personal.

  Despierto y comienzo a escribir el sueño a grandes rasgos, pero antes me tomo un Tafil. Son las 3.30 de la madrugada de ese jueves de septiembre. 

POSTAL DE LA EMERITA CIUDAD Nº 14

La habitual tranquilidad que existía en Yucatán, se rompió brutalmente en la tarde del jueves 28 de agosto, por el horror, el pánico y la consternación, ante la aparición de 12 decapitados, 11 en terrenos de la Quinta Los Rosales de la comisaría meridana de Chichí Suárez y otro en calles de la población de Buctzotz, al oriente de la entidad, como consecuencia del enfrentamiento entre los carteles del Golfo y de la Comitiva o Federación, por el control absoluto de “La Plaza Yucatán”.

 Llamadas telefónicas anónimas a la SSP, a una televisora local y a las redacciones de algunos medios de comunicación, pusieron en movimiento a elementos policíacos, a camarógrafos y reporteros que, pusieron al descubierto un hecho sin precedente en el Estado y en el país, al encontrar 12 cuerpos degollados, esposados y con visibles huellas de tortura. Más adelante se confirmaba por exámenes médicos, que varios de ellos fueron decapitados cuando estaban vivos, Junto al cuerpo del ejecutado de Buctzotz, la policía encontró un mensaje presuntamente escrito por los asesinos que decía: “Por no respetar los tratos tu eres el responsable de lo que pase Luis Felipe Saidén Ojeda”

        12 DECAPITADOS EN UN SOLO DIA. PRESIDIO Nº 898 del 6 de septiembre, Mérida, la de Yucatán, México, 2008, p.3

AGREGAR TEXTO DONDE ANA MARIA LE CUENTA  A FERNANDO LA DESAPARICION DEL ARCHIVO DEL ARZOBISPADO Y LO QUE PAGARON LOS MORMONES  A ARLINGTON PARA RECUPERARLO, ESTE TEXTO ES COMO RECONFIRMAR QUE MERIDA LA DE ANTES YA NO EXISTE, HA DESAPARECIDO. UN FINAL TRISTE DE LA DESAPARICION DE LA ILUSION SOBRE UNA CIUDAD QUE YA NUNCA SE PODRA RECUPERAR MAS QUE EN SUEÑOS Y EN EL ARTE SI ES QUE ÉSTE REGISTRÓ SU EXISTENCIA PASADA.

EPILOGO

  ¿TOH, HAS VISTO LLORAR A LOS UNICORNIOS?

Fernando Muñoz Castillo

Escritor, hacedor de libros objeto, dramaturgo y director de teatro. investigador e historiador de teatro y cine. curador y museógrafo. periodista cultural. ha publicado varios libros.

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