Pensando en retrospectiva, intuyo que antes, la existencia era más sensible. Hoy se anda con el celular en la bolsa. Alrededor del mundo existen más celulares que seres humanos. Sin embargo, se extraña el tocadiscos, la máquina de escribir. Ahora todo es rápido, efímero, incluso lo personal. Ahora, nosotros tenemos que aprender. Los jóvenes deben de disfrutar. Las cosas van y vienen. Los momentos de gran éxito y de gran fracaso. Incluso esto lo deben de disfrutar. Disfrutar el fracaso es casi lo mismo que regodearse con el triunfo.
Tengo muchas ganas de conocer a los personajes de ayer y hoy. Conocer personajes de distintas ideologías. Distintos pensamientos. Lo interesante es reconocer cómo ellos se reconocen. Sin embargo, hay que continuar. Nosotros somos pasado, presente y futuro, atrapados en un presente nada amable para nuestra generación.
Cada minuto que pasa ya es pretérito. Es decir, no somos ni siquiera presentes, vistos de esta manera. La atrocidad de la vida contemporánea ha condenado a las personas, según el tiempo vivido, con las que aún tienen un tiempo por vivir.
Los jóvenes de hoy viven una sacudida como jamás en la historia de la humanidad había pasado. Visto de otra manera, los jóvenes han sido las grandes víctimas de la modernidad. El gran problema actual es la brutal inmediatez.
¿Qué tanto será real en este contexto, que es más rápido, que la velocidad de la vida?