Cultura

¿Por qué Ieer?

I

Esto de reflexionar por encargo me resulta interesante. Estos días no he podido sacarme de la cabeza la pregunta que dará título a mi ensayo: ¿por qué leer? Yo qué sé. Porque me da la gana. Porque es parte de quien soy.

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Me pongo a la defensiva, ya que no sé cómo responder. Rara vez pienso en esas cosas. De hecho, desconfío de las personas que presumen sus hábitos lectores. Cada vez que alguien anuncia lo mucho que ama leer no puedo evitar pensar qué tipos de libros conoce que aún conserva esa ingenuidad. Por favor, déjense de cursilerías un rato.

Viví, estudié, amé y hasta tuve fe.

Hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por ser él y no yo.

II

Partiendo de que leer es tan natural como razonar, hablar o escribir. Por qué he de necesitar motivos. Creo que hoy en día los lectores, junto a los veganos y los ciclistas, se han convertido en una élite de la que no me gustaría formar parte. Así como rara vez le tomo fotos a la comida, me da pereza compartir los libros que leo. Quizá mi reticencia a romantizar la lectura me vuelva parte de una elite aún más insoportable. Así que agradezco la encomienda de escribir este ensayo y me he puesto a reflexionar: ¿por qué leer?

III

Leo para entender el mundo: su terror, su belleza y sus misterios. Leo para adentrarme en la noche oscura de San Juan, para que me aplaste la eternidad, para que me salve la esperanza de una casa sosegada.

IV

Soy una persona neurodivergente. Tengo dislexia moderada y lento proceso cognitivo. Eso no me ha impedido nada, pero necesito ir a mi propio ritmo.

En el mundo de la informática, los desarrolladores tienen un entorno virtual en donde llevan a cabo pruebas antes de lanzar un producto. Lo llaman sandbox. Yo también tengo un arenero virtual en donde experimento antes de lanzarme a hacer las cosas por primera vez. Para lidiar con mi ansiedad, necesito pensar las cosas antes de decirlas, imaginar las interacciones sociales antes de que sucedan, considerar todos los escenarios posibles antes de tomar una decisión.

Los libros son una extensión de ese arenero. En ellos he tenido la oportunidad de vivir cosas a modo de prueba. A través de la poesía experimenté el placer y el dolor del amor mucho antes de enamorarme por primera vez. Cuando descubrí y acepté mi homosexualidad lo primero que hice fue leer. Que ese libro haya sido el De profundis de Óscar Wilde fue un accidente, pero dice mucho de cómo enfrenté el tema.

La lista de temas que he aprendido leyendo es larga. También la de los sitios que he conocido antes de visitarlos en persona.

“Si yo tuviese el mundo en la mano, lo cambiaría, estoy seguro, por un billete para [la] Calle de los Doradores.”

Estos días he leído a Pessoa porque iré a Lisboa. Sé que debo visitar la Calle de los Doradores porque lo leí en uno de sus libros. Leer me ha permitido imaginar el recorrido de antemano. Ya he estado ahí. No hay nada que temer.

V

Leo en el vuelo Atenas-Lisboa. Me relaja saber a dónde voy. Lisboa existe porque está en los mapas y los libros. Ese es el tipo de certezas que me hace bien.

VI

En las primeras páginas de El libro del desasosiego, Pessoa reflexiona sobre la lectura. Se contradice todo el tiempo. Primero confiesa como ciertas lecturas lo han hecho estremecerse y conmoverse hasta el llanto y páginas después asevera que detesta la lectura.

“No conozco un placer como el de los libros, y poco leo.”

Lo entiendo. Porque siempre queremos leer más, pero la vida (inevitablemente) nos distrae y nos obliga a contradecirnos.

VII

Leo en el vuelo Lisboa-Atenas. Visité la casa de Pessoa, escudriñé los títulos de su biblioteca. Me emocioné al descubrir nuestras semejanzas (sí, yo también conservo mi ingenuidad). Los dos leímos a Blake y nos interesa la astrología. ¿Alguno de los heterónimos habrá sido Cáncer igual que yo?

VIII

Mi madre me enseñó a leer la baraja española. ¿Por qué hablamos de leer en esos casos? Los antiguos griegos leían el vuelo de las aves, y eso en sí mismo es poesía.

IX

Mi yo niño nunca amó los libros, excepto aquellos que tenían dibujos. Aprendí a leer tarde, así que lo único que me interesaba de los libros eran las ilustraciones. Pasaba horas explorando los grabados de las enciclopedias. Quizá nunca haya leído sobre galeones o armaduras, pero podría describir su aspecto de memoria. Cuando mi hermano leía su colección de clásicos juveniles lo interrogaba con detalles sobre las historias. Jamás leí a Scott, Stevenson o Verne, pero conozco sus historias. Me gustaba esa lectura de segunda mano. Era un placer más grande porque no implicaba esfuerzo. Mientras escuchaba imaginaba los trajes de los caballeros, piratas y exploradores.

X

Lisboa es una ciudad de puertos y monasterios. Un catálogo fantástico de galeones y armaduras. Bastaron dos días para que el corazón se me partiera en dos: entre un deseo de aventuras y una vida monástica. Desde niño soñaba, igual, con ser monje o explorador, y este viaje me ha conectado con esos dulces recuerdos del pasado.

XI

Yo que nunca me atrevo a nada, le pedí a un camarero del café Martinho da Arcada permiso para sentarme en la mesa de Pessoa. Sentí esa emoción de los niños cuando intentan caminar en los enormes zapatos de sus padres.

XII

Estos días en Lisboa siento que más que visitarla, la he leído y se me he quedado adentro igual que un libro. Así que cuando me pregunten: ¿por qué leer? Recordaré esa tarde de septiembre en Lisboa y responderé alguna cursilería (como quien repite un verso que se sabe de memoria).

Luis Edoardo Torres

Dramaturgo, director de teatro y promotor de lectura. Nací en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Actualmente radico en Atenas. En Londres dirigí un taller de escritura que editó dos antologías. También coordiné un club de lectura. Actualmente imparto talleres de escritura creativa y coordino un club de lectura virtual. Mis obras de teatro han sido publicadas en antologías, producidas y traducidas al inglés y el alemán. Tengo un podcast “Un hombre camina” y publico en mi blog http://edtorsan.blogspot.com

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