Cultura

Pisadas Mexicanas

 Con este nombre se presentó un proyecto ganador de los Fondos Municipales para Jóvenes Creadores 2023 del Ayuntamiento de Mérida, presentado por Mili Yamile.

 Mi primera impresión a nivel coreográfico, fue muy agradable, pues sentí un aire fresco en cuanto a lo repetitivo y terriblemente decadente de la danza contemporánea  yucateca actual.

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 Nuevos movimientos, nuevos giros energéticos, una diferente manera de exponer los cuerpos en el espacio escénico.

 Agradable, saludable y propositivo a pesar de la mala iluminación.

 Parece ser que de pronto se quiere ser todóloga o todólogo, para hacer artes escénicas. Personas que tienen claro, muy claro un concepto y un lenguaje. Ser dueño absoluto de todo: “en mi mundo  nunca se pone el sol”, podríamos decir parodiando a aquel monarca que expresó con vanidad absoluta que en su reino nunca se ponía el sol.

 Y es aquí cuando la vanidad, la soberbia y sobre todo la ignorancia brilla, cual todas las joyas de la corona inglesa o del imperio ruso, antes de la revolución de principios del siglo pasado.

 Y comienzan los descalabros.

 Pisadas mexicanas, se refiere a tres mujeres mexicanas muy importantes de nuestra historia. Mujeres representativas de la Conquista, la Nueva España y la Independencia. Una princesa virago de origen purépecha (Gelisle González), Sor Juana Inés de la Cruz (Erika Torres) y Leona Vicario (Alex Bonavides).

 El problema fue la falta de conocimiento histórico de la dramaturga Mili Yamile, que vuelve el trabajo misógino, retrogrado y estúpido por ofensivo hacia el ser humano, no sólo al pueblo  mexicano. Con una torpeza inaudita y un trabajo realizado a prisa antes de que toquen la campana anunciando que se acabó el recreo, la dramaturgia de esta joven, está llena de errores garrafales, denotando la mala lección de los jurados de los Fondos Municipales.

 Lo más vergonzoso es que expresa que Erika Torres tiene colaboración en ese trabajo dramatúrgico. ¿?

 Pero lo peor del caso, al final de la historia dedicada a Sor Juana, Erika dice un poema que al menos a mí me sonó conocido, pero raro, como que era pero no era, y resulta que otra vez la megalomanía de Torres Polanco Erika, se manifiesta en todo si esplendor al querer enmendarle la plana nada menos que al talento y sabiduría de Sor Juana, ya antes en su versión de El sombrerón, le enmienda la plana a un poeta y escritor del grupo de los  Contemporáneos, y ahora si se brincó la  cerca, esta mujer cuya necesidad de sentirse genio, la hace mostrar sus miserias intelectuales y humanas. Claro, hay que reconocer que la gente, o sea el público dancístico, no creo que haya leído a Sor Juana, si acaso habrá oído alguna vez eso de “hombre necios”…

 Lo que sí es plausible es el trabajo dancístico de Erika, que refrenda su calidad como bailarina de primer rango.

 El tercer y último cuadro está dedicado a nada menos que doña Leona Vicario, la gran e inconmensurable mujer que fue doña Leona Vicario. Y que la dramaturgia de Nili, la pisa y apachurra, la hace puch, al ponerla como una mujer vencida, perdón, pero ni sor Juana fue vencida por mano humana, sino por una epidemia, ni Leona tampoco, que siguió erguida y siendo una mujer sumamente respetada por intelectuales y políticos hasta su muerte.

 La estulticia de Nili, la vuelve contra sí: contra su condición de mujer y su condición como ser humano.

 Flaco favor resulta este trabajo para el movimiento femenino actual. Así que ya sabemos si de repente es “vandalizado este trabajo” por mujeres embozadas, entenderemos el por qué, ya que el motivo salta a la vista y nos escupe a la liberta del alma.

 Mucho ayuda el que no perjudica.

 Mención aparte merece la música para percusiones creada  e interpreta por Georg Hofeman.

 Se aplaude y agradece el trabajo dancístico y actoral de Gelisle González y Alex Medina. Ya que Erika, nos dio muestra de tu falta de dicción, volumen, entonación o sea, todo lo que presume estudió en Europa hace algunos ayeres y pagado con los impuestos de los yucatecos, todo de lo que presumía, resultó una paparruchada, o sea ella sí se ha vuelto una mexicana hecha puch, en su desmedida necesidad de ser genial.

 Qué baile, que siga bailando, y que no vuelva a abrir la boca.

 Está de más decir que es obvio que este es un auto homenaje que se quiso hacer la señora Torres Polanco y para lograr el presupuesto  puso como su mujer de paja a Nili Yamile.

 Ojalá que Nili, siga creando coreografías y deje de pretender ser dramaturga histórica, y que en su lugar, se ponga a leer la historia de México y deje de copiar biografías de las estampitas que venden para  escolapios en las papelerías y tiendas de la esquina.  Y más que nada que vea mucha danza, nada imposible en esta “era digital”.

Fernando Muñoz Castillo

Escritor, hacedor de libros objeto, dramaturgo y director de teatro. investigador e historiador de teatro y cine. curador y museógrafo. periodista cultural. ha publicado varios libros.

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