Vivir en el pasado es una postura censurable por retrógrada o porque produce estancamiento. Sin embargo, en el caso de los yucatecos, vivir del pasado es algo sumamente rentable. El dinero que se registra en Yucatán viene, en gran medida, de las ciudades arqueológicas y de las edificaciones de la época henequenera, en la que vivieron muy bien los hacendados, pero se la pasaron muy mal los peones acasillados.
El día domingo, recién pasado, estuve en Chichén Itzá con la convicción de poder conocer las edificaciones del Chichén Viejo, del que sabía de su existencia, belleza y majestuosidad, desde que era niño. Las redes sociales dicen que ya se puedo visitar, pero en el sitio, informan que “todavía no, porque la entrada la están construyendo”.
El dinero que circula`, gracias al pasado de Chichén Itzá, inicia desde Pisté, donde están los estacionamientos que te cobran 100 pesos, los guías impagables si no estas en un grupo de fuereños, restaurantes y, por supuesto, los hoteles.
La pirámide de Kukulkán cimbra y conmueve. Es una estampa que no puedes dejar de ver y, de tratar de explicarte el cómo de cada detalle de su maravillosa arquitectura.
Ya en el interior, entendí el pleito que tienen los artesanos con las autoridades. Todas las edificaciones, el templo de las mil Columnas, el Juego de Pelota, el Cenote, el Sacbé de entrada y todo, están ocupados por vendedores de artesanías.
Lo notable en esa ciudad de los mayas ancestrales es que está en manos de mafias, que de artesanos no tienen nada, porque ese sustantivo corresponde al que con sus manos fabrica productos. Un ventero de productos artesanales no es, en ningún sentido, artesano. Es un ventero, que vende todo a sobreprecio. Pero esa venta la encontramos desde Pisté, a lo largo del camino que conduce al sitio.
Un vaso de pozole, que aquí le cuesta 15 pesos, allí lo venden hasta en 40 pesos. Y el precio varía, según la cara que le vean a uno.
A la hora de la comida, pues se piensa uno que lo mejor son los restaurantes de los hoteles. ¡Pues, no! Sergio y yo quisimos comer en un lugar llamado Pueblo Maya. Servicio de bufete a 300 pesos por persona. No vende nada a la carta. Entonces, decidimos ir al comedor de un hotel. Ya sentados nos enteramos que solo venden paquetes de comida. O sea, lo comes o lo dejas. El paquete es una sopa de lima y un plato en el que viene, todo junto, el arroz, el frijol refrito, la cebolla y el tomate. Costo, $250.00. Una cerveza 72 pesos y un coctel 96.
La sopa de lima fue un caldo con limón y unas tiritas de tortillas, duras como suela de alpargata. Las puse fuera del tazón y eché dentro unas tortillas fritas que habían puesto de botana. El poc chuc que sirvieron, con seguridad, era una carne con pimienta y limón preparada para servir como empanizado, asado o bistec con achiote. Únicamente comí el arroz y el frijol y dejé a un lado la carne.
Toda esa derrama económica es producida por el pasado, por cosas hechas en otros tiempos. ¿Si Pisté no tuviera a Chichén en sus cercanías, cual sería su nivel económico? Si Yucatán no tuviera a Uxmal, Chichén, Kabah, Dzibilchaltún, Ekab y otros sitios arqueológicos, ¿tendría el desarrollo que tiene?