En el año 2009, la novela corta “Fátima o el Parque de la Fraternidad” de Miguel Barnet, obtuvo en nuestro país, el premio “Juan Rulfo”. La obra se ha editado en diversos países con buen éxito. Ahora, en La Habana, la directora de teatro, Claudia Zaldívar, ha adaptado el texto de Barnet, y ha hecho de él, un profundo y vibrante monólogo, que se está presentando en el teatro “Adolfo Llauradó”, en El Vedado. A invitación de Miguel Bernet asistimos a ver la obra, y nos llevamos varias y muy agradables sorpresas. Al llegar a local del teatro, una numerosa concurrencia de estudiantes universitarios identificó a Barnet, y en tropel se lanzaron para solicitarle fotografiarse con él. ¡Qué grato es que, la juventud reconozca a sus figuras mayores! La gente accedió a la sala, y ésta se llenó en su totalidad; pero, afuera, aún quedaba gente por entrar. El director del teatro toma una decisión, sale y le habla a la gente: – Les voy a dejar entrar, pero no puedo ofrecerles asiento alguno. Acomódense dónde y cómo puedan. Y con entusiasmo, la gente se acomodó en los pasillos, ante el proscenio, en el suelo, donde mejor cupo su humanidad. Así, con teatro pletórico, se llevó a cabo la función.
La versión de Fátima o el Parque de la Fraternidad, de Claudia Zaldívar, es un vibrante y profundamente conmovedor monólogo, protagonizado magistralmente por el talentoso actor Ray Cruz. La historia, tal y como la escribió Barnet, es sobre la dura vida de una mujer trans, en el contexto de una ciudad machista, como La Habana. Cómo la vida va arrastrando a quien fue Manolo, hasta llegar a asumirse definitivamente en Fátima. Y cómo la vida, y después el amor, lanzan a Fátima al oficio más viejo del mundo, jinetear en las calles, y más específicamente, en el conocido Parque de la Fraternidad, en el corazón de Habana Vieja. Manolo, bien pronto en su vida, se da cuenta de quién es y qué siente, y adopta el nombre de Fátima, pues en su niñez, a los siete años, dicen las consejas familiares, se le apareció la Virgen de Fátima. – Por eso, aparece un aro de color rosa, sobre mi cabeza, dice Manolo con profunda convicción. Manolo, transita entre Fátima y él, sale a las calles vestido de fémina, hace la cola por el pan, socializa en la cola con los vecinos, en el afán de ser aceptada. Llega a la profunda convicción: – ¡Soy, quien soy; y me quiero así! Y lo adopta como lema de vida.
La vida corre para Manolo-Fátima, Fátima-Manolo, con ciertas dificultades, encuentra trabajo en una oficina, donde un tierno viejo lo/la acepta tal cual es. Se gana la vida honradamente, hasta que a ella llega Andrés Hidalgo; alto guapo, musculoso, y envaselinado, cualidad que fascina a Fátima. La pobre Fátima no se da abasto para cumplir todas las exigencias del envaselinado, quien no repara en consideración alguna para con ella. En el colmo de la desconsideración, le exige que deje su trabajo en la oficina y se lance a las calles. – Ahí, ganarías mucho más. Entre lágrimas, Fátima le pide al viejo su liquidación, y éste es muy generoso con ella, y le dice: – Es por el envaselinado, verdad. El diálogo entre Fátima y el viejo es tremendamente conmovedor. – ¡Ay, viejo santo!, ¡dónde quiera que estés, tienes mi bendición!, exclama Fátima, profundamente conmovida.
Fátima es una hija amorosa, y visita a su madre, y le lleva cosas, platica con ella. La conversación de Fátima con su madre, es otra de las escenas cumbres de la obra. En esta conversación, la ternura, los sentimientos más limpios, afloran en ella. Una mantilla dorada, hace la magia de dar vida a la madre. De profunda humanidad es la pregunta de la vieja: – Pero, ¿tú no estarás haciendo cosas malas? – No mamá, ¡yo, soy artista!, exclama Fátima con profunda convicción y entusiasmo.
Con crudo dramatismo, Fátima nos va describiendo su relación con los hombres, en las noches del Parque de la Fraternidad. Ray hace subir al escenario a alguien del público, para asumirse en un posible cliente, y entabla gracioso diálogo con él. La escena es jocosa y divertida.
La dura vida de Fátima sufre un tremendo golpe, Andrés le anuncia su intención de lanzarse al mar en una balsa, para llegar a La Florida. – ¡No, yo le tengo terror a eso, yo no voy! Exclama Fátima con desesperación. La despedida de Fátima a Andrés, junto al mar, es tremendamente conmovedora. – Había mal tiempo, y lo vi alejarse. Mis lágrimas se confundían con las gruesas gotas de la lluvia.
La vida corre para Fátima, ahora, sin ninguna ilusión. Necesita levantarse, volver a creer en ella misma. Con profunda convicción lo va logrando. Una noche, suena el teléfono, es el envaselinado desde Miami. – Oye, tú, necesito ya, que me mandes cuarenta mil dólares. Me está yendo mal, necesito tu apoyo. Fátima lo escucha con total incredulidad, es un golpe demasiado demoledor para su alma herida. Reacciona con fuerza, se yergue, y con dureza se niega. Aún con el teléfono en las manos, exclama: – ¡Fátima es inmortal! La sala pletórica, como una sola garganta le responde: ¡FÁTIMA ES INMORTAL! Y se deja caer una estruendosa ovación de pie. Ovación para Ray Cruz, por su papel de Fátima; ovación para Claudia Zaldívar, por su excelente dirección y dramaturgia. Ovación para Miguel Barnet, autor del texto. Día de gloria para el teatro.
Debemos consignar estos créditos: Ray Cruz, en el papel de Fátima. Claudia Zaldívar, dirección, dramaturgia y escenografía. Misael Álvarez, producción. Música incidental de Carlos Ernesto Varona.
Hay grandes posibilidades de que, esta obra se presente aquí en Mérida, en enero, en el Festival de Monólogos de Teatro Casa “Tanicho”. ¡No se la pierdan!