Cultura

A mi hermana Nancy (Parte 1)

En mi casa fuimos seis hermanos. Yo nací después de cuatro mujeres, por lo que tanto para mi papá como mi mamá fui motivo de gran felicidad. Incluso me cuentan que mi abuelo paterno, al cual no conocí, quería aventar voladores por la alegría de tener un nieto varón. Con decirles que hasta en maternidad, el doctor Urzaiz salió del quirófano con el rostro iluminado con la alegría, gritando: “¡es un niño, es un niño”! Después nacería mi hermanito Ricardo, “El Chino”, recientemente fallecido.

En la familia, los hermanos tocábamos algún instrumento musical. Todos la guitarra y las mujeres, además, el piano.

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Hoy hablaré de una de mis hermanas, la que tenía aparentemente el carácter más fuerte y la más echada para adelante, ya que desde muy niña organizaba unas veladas teatrales con los amiguitos del rumbo de Santa Ana. Acudía todo el vecindario, las señoras, señores, jóvenes y niños. Ya desde ese entonces, mi hermana Nancy, además de actuar, su papel principal consistía en dirigir con un pragmatismo increíble, para que todo saliera bien, aún a su corta edad. Como todas las jovencitas, estudió en el Colegio Hispano Mexicano y posteriormente en la academia Angelina Cintra para secretaria bilingüe. Pronto comenzó a trabajar en el entonces Banco de Crédito Ejidal Peninsular, posteriormente Banrural. Pero su inquietud, por alguna extraña razón, se seguía inclinando hacia el teatro. Fue precursora de una época y generación de excelentes actores jóvenes que montaban obras de gran modernidad, sobre todo para aquellos años. Se trataba de teatro experimental. Por entonces no existían foros para el arte dramático, solamente el teatro de la universidad, la cual apoyó a estancia de Nancy el grupo de teatro unidad artística universitaria. Ahí estaban Luis Armando Trejo Cardoz, Nancy, por supuesto, Egle y Conchy. Nuestras verdaderas divas.

Estamos hablando de hace más 50 años. Otros miembros del grupo eran Luis Vázquez, Wily Paredes, Menalio Garrido, Carmen González, Rafael Combaluzier, Landy Esquiliano, Wilberth Mezquita y otros. Obras de Emilio Garballido, Salvador Novo, Tenesse Williams, Juan García Ponce. Es decir, teatro contemporáneo. Con muy poco apoyo conseguían hacer las puestas, montar la coreografía y el vestuario, gracias a las donaciones de sus propios hogares. Por ejemplo, de repente veía en alguna obra un cuadro del comedor de mi casa o el sofá de la casa de algún otro actor.

Fueron verdaderos valientes, pioneros (la famosa generación del 57) que abrieron brecha para el teatro en general.

Aparte de su actividad teatral y laboral, por las noches, en mi casa, en el cuarto de las hermanas mayores, se las pasaban hasta altas horas tocando la guitarra, cantando y bailando canciones de las hoy llamadas de protesta y de mujeres valientes, sin jactarse de ello ni hacer escándalo de lo mismo, eran verdaderas feministas. Recalco feministas, ya que el ser gente de teatro era muy mal visto por toda la sociedad. No lo andaban pregonando a los cuatro vientos, como el feminismo delirante de la actualidad, que, sinceramente, hasta quienes las apoyábamos estamos ya cansados de oír la palabra perspectiva de género como si existiera solamente uno, el femenino.

Se reunían en la cincuentenaria Cafetería Pop, entonces recién inaugurada. Pronto a Nancy Mérida le quedó chico y siendo muy joven se lanzó a la capital, solamente acompañada por la única mujer ingeniero de aquel entonces, mi querida Ada Madrina, en un tiempo, Yolanda Lara.

*Rito, no por ir al café “Mi viejo molino” se les va a quitar lo wiro.

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