Ocasiones hay en las cual el escritor, aún sin quererlo, en cualquier historia siempre plasmará algo de su existencia, aun inconscientemente. Últimamente, en mis publicaciones se viene realzado aquello por el hecho de que yo mismo atravesaba un conflicto interno. Mi incapacidad para terminar algunos textos podría ser el efecto o la causa de la melancolía o de la depresión. Algunas cuartillas escritas hace algunas semanas aparecen llenas de expresiones de abatimiento, incluso de angustia.
En una pagina en la que incluyo, paso a paso, los minutos de un reloj, me lamento de lo triste que resulta abandonar una obra sin terminar. No me faltan formas ni métodos de medir aquellos míseros días, que debemos alegrarnos de no pasar ni desperdiciar sin ningún elogio. No sin dejar ningún recuerdo de uno en la mente de los lectores. Aveces comienzo a garabatear la misma clase una y otra vez, siempre que necesitaba probar alguna técnica nueva o matar el tiempo. Y en un momento dado, suelto un grito de angustia. Cuando creí aprender a vivir, comencé a morir.
Mientras me desespero, el estar bien conmigo mismo en mi contexto, tal como yo lo veo, sin dejar más vestigio que jumó en el aire. Mis detractores disfrutaban a medida que se van pasando el tiempo y los años sin embargo, siento también haber consolidado mi ingenio. Pero apenas tengo pruebas que puedo enseñar para deleite del mayor número de lectores. Todos mis éxitos artísticos conocidos son algunas brillantes aportaciones compactadas en los seis libros que he escrito.
En mis largas noches de soledad me vienen a la mente divagaciones que y una lluvia de ideas de imágenes inconectadas. Entonces era uno y me digo que es verdad que si un hombre ha aprendido cuánto necesita, y se desea ser algo más que encentar como un bruto, y quiere reponerse debe abandonar los sitios que visita. Porque esos sitios hace con los hombres lo que el tiempo hace con sus obras: una vez hechas, las empieza a deshacer y las consume poco a poco. A mí me ha llegado el momento de pasar la página. El hecho de que me sintiera consumido, así como mi fragilidad psíquica, llena de fantasías y miedos, se refleja en la disposición de abandonar a ciertos conocidos y acudir a las personas que espero y se son mis verdaderos amigos.