Deporte

Sean Payton, la reconstrucción de los Broncos… y de sí mismo

Cerca de las 3 a.m., tras varias horas de copas, música y abrazos, el entrenador en jefe Sean Payton alzó el Trofeo Vince Lombardi del sofá para dar un breve discurso. Ocurrió en febrero de 2010, en el Hotel Intercontinental Miami, la misma noche en la que los New Orleans Saints ganaron el Super Bowl XLIV. En un salón privado, estaban Payton, el cantante de música country Kenny Chesney, algunos jugadores y pocos desconocidos, entre los que me encontraba. La iluminación era tenue y las paredes, de mármol. Varias copas medio llenas se esparcían por el lugar. Payton, con el pelo revuelto de tanto frotarle la cabeza durante los abrazos, vestía una camisa a rayas. Sostuvo el trofeo y, con el sonido de la banda de rock Better Than Ezra retumbando por las paredes desde el salón de baile cercano, se dirigió a los presentes.

“La gente dirá que hicimos historia”, afirmó. “Pero nadie lo recordará, excepto nosotros”.

rel="nofollow"

Payton siguió hablando por varios minutos, pero esa fue la esencia de sus palabras. Pocos momentos después, dio un paso atrás y se ubicó al lado de Chesney, tomando el trofeo por el cuello. No quería que la noche se terminara.

“LO RECUERDO”, comenta Payton durante un desayuno en una mañana de julio, 13 años después.

Estamos en la casa club del Gozzer Ranch, club de golf cercano a las montañas lacustres de Coeur d’Alene, Idaho, con una clientela que incluye a celebridades tales como Kim KardashianJustin Bieber y Chris PrattPayton lleva años veraneando aquí. Todos los días a las 8 a.m., se reúne con Wayne Gretzky, John Elway, el entrenador del Tampa Bay Lightning Jon Cooper, el ex pelotero de Grandes Ligas, Pat Burrell, el ex hombre rudo de la NHL, Kelly Chase, y varios hombres de negocios (se autodenominan “Breakfast Club”) en una mesa a una esquina con vistas al valle. Comen huevos y tostadas, beben café y se dividen en equipos para el día, apostando miles de dólares en cada ronda, apostando sobre las apuestas de detalles menores que sólo ellos, una banda de adictos a la adrenalina competitiva, entienden.

“¿Vienes?”, pregunta Gretzky, que camina por el lugar.

“Voy a jugar”, responde Payton.

Payton no usa reloj durante el mes que pasa en Idaho. “Me gusta no tener planes”, indica, con su ánimo que oscila esta mañana entre relajado y nervioso, a punto de comenzar su primera temporada con el equipo de Denver tras un año apartado del fútbol americano. La canción “Livin’ on a Prayer” suena en las bocinas de la casa club. Payton estaba en un concierto de Bon Jovi cuando recibió la llamada de los Saints para ofrecerle el puesto de entrenador en 2006. Disfruta recordar las alegrías vividas durante su ascenso, en una carrera que empezó en 1988 cuando tomó la carretera desde Chicago para convertirse en asistente ofensivo en la Universidad de San Diego State. “[El auto] se averió en Denver, irónicamente”, afirma. Ese inicio se produjo mucho antes de hacerse campeón en New Orleans a los 46 años. Y mucho antes de lo que vino después: su suspensión de la NFL en 2012 por el escándalo conocido como ‘Bountygate’ y lo que percibe como un patrón de ataques y desprecios que le persiguen a él y a sus equipos durante más de una década desde entonces. Ahora tiene 59 años; con canas en la sien, entrecierra los ojos sin gafas de lectura. Indudablemente, se siente ansioso por la segunda oportunidad de alzar el Trofeo Lombardi.

Cuando le pregunto sobre aquel momento de 2010, Payton responde que recuerda sus deseos de que aquel primer discurso fuera dirigido únicamente a sus jugadores y entrenadores, un breve momento al estilo de la película “Sueño de Fuga”. Pero hubo un baño en Gatorade. Cámaras. Abrazos. Agentes de seguridad, llevándole al escenario para la presentación del trofeo. Ejecutivos de la liga, informando a los jugadores de los Saints sobre los jugadores que podrían subir al escenario. Payton, dejando claro que no subiría al escenario si algunos jugadores no podían hacerlo, con palabrotas contundentes. Un micrófono después del otro. Antes de darse cuenta, el vestidor estaba vacío y los asistentes lo llevaron a la fiesta pospartido. Detrás de la escolta policial, la caravana del autobús avanzó por toda velocidad por la autopista. Payton miró por la ventanilla la noche de Miami, con las llantas zumbando sobre el asfalto, y se dio cuenta de que este grupo de jugadores, entrenadores y cuerpo técnico nunca volverían a estar solos en el mismo salón. Le pidió al conductor que bajara la velocidad, que intentara desacelerar el tiempo, porque era incapaz de detenerlo.

La fiesta estaba en su apogeo cuando el equipo llegó al Hotel Intercontinental. Cuando Sean Payton dijo a los presentes que nadie se acordaría de ellos, el olvido ya había empezado.


SU CARRITO DE GOLF lleva una etiqueta en la que se lee PAYTON, y tiene los elementos básicos: un lápiz, una pizarra, termo de agua. Su esposa Skylene Montgomery guarda toda clase de artículos en el suyo, incluyendo banditas y analgésicos. Hace unos años, Payton rodó con su carrito por una curva pronunciada y se fracturó la mano. El club remodeló la vía para hacerla menos peligrosa, y Payton taladró más tarde los tornillos que habían sujetado su mano, para pegarlos sobre las barandas de madera de la curva. Ahora, el sitio se llama ‘Coach’s Corner’ (“La esquina del entrenador”).

Pasa por un putting green, donde calientan Elway y otros jugadores. Se une a su cuarteto en el primer tee.

“¿Cómo vamos, entrenador?”, le dice Kelly Chase.

Al entrenador le va bien. Hace algunas de sus cosas favoritas: jugar al golf, respirar el aire limpio de Idaho, conversar sobre distintas formas de mejorar el deporte de sus amores, y criticar a la gerencia de la NFL.

“Soy un cínico a la hora de hablar sobre [la gerencia con sede en] New York”, indicó.

Antes de que los Denver Broncos contrataran a Payton, conversamos por última vez a principios de 2022, poco después de que los Saints encargaran un estudio sobre las penalizaciones cometidas por todos los equipos de la NFL durante las cuatro temporadas anteriores. New Orleans quedó en los puestos 30, 31, 32 y 32, respectivamente. Parecía imposible de creer, con la ofensiva atrevida de Payton y los cambios de reglas a favor de los pases. Los datos arrojaban que los Saints eran el único equipo que se ubicó entre los cinco últimos en penalizaciones cometidas en cuatro campañas consecutivas a partir de 2006. Ese año es simbólico para Payton. Fue entonces cuando se produjo su contratación por los Saints… y Roger Goodell fue elegido para ejercer el cargo de comisionado de la NFL. “La jo—- ironía”, indica.

Payton presentó el estudio sobre penalizaciones a la NFL. No hubo respuesta. “Creo que todo empieza con Roger”, afirma Payton.

Después de 16 años con la organización de New OrleansPayton se sintió agotado a nivel existencial. El empleo ya es complicado en circunstancias ideales, con profundas cicatrices producto del constante cuestionamiento a su legado, en medio de jugadas fallidas y burocracia. Decidió dar un paso al costado. “Me cansé”, prosigue. “Había la sensación, diría que de parte mía, de perder balones en este juego. ¿Sabes? El éxito de los Saints, o la falta de él, es un mero pestañeo para la NFL”.

La oportunidad de recuperar un balón era esencial para Payton cuando decidió volver a la NFL para entrenar al equipo de Denver, luego de pasar un año en la cabina de transmisiones. La familia Walton-Penner, dueña de los Broncos, es el grupo de propietarios más acaudalado de la NFL por amplio margen, y Payton cree que la liga tiene interés en que los Broncos cosechen éxitos, siendo una franquicia icónica del fútbol americano que no ha clasificado a la postemporada desde que alzara el título del Super Bowl 50. Con este nuevo comienzo, se hizo una promesa a sí mismo: No perder tiempo ni energías en rencillas del pasado, ni pelear guerras de antaño. “Buscas utilizar mejor tu tiempo de batería”, expresa. Antes de que lo contrataran los BroncosPayton conversó con su mentor, el entrenador y miembro del Salón de la FamaBill Parcells, que conoce bien cómo el fútbol americano alienta y premia los peores impulsos competitivos de un entrenador. Parcells tenía un consejo para Payton, y no tenía nada que ver con mejorar a Russell Wilson ni cómo detener a Patrick Mahomes.

“Tú sabes bien el sitio exacto donde están las jo—-s minas en el suelo”, le dijo Parcells. “Evítalas”.

EL SEGUNDO DRIVE DE PAYTON cae sobre la maleza a la derecha del fairway. Le ha ocurrido antes, a juzgar por los rasguños ensangrentados y secos en sus gemelos. Acelera su carrito hasta llegar a las inmediaciones.

“Nada peor que perder pelotas”, indica.

Payton juega al golf de la misma forma en la que dirige un partido de fútbol americano: con agresividad. Por varios años, una de las imágenes más aterradoras de la NFL era la de Payton luego de una jugada importante; con la visera baja, su boca escudada por la libreta, las neuronas aceleradas, sed de sangre y pidiendo otra jugada punzante. A menudo, los asistentes le pedían que no pidiera sus flamantes jugadas en la primera marcha. “Desenvolveré el regalo antes de Navidad”, decía con alegría infantil en sus ojos. Solía verse más enfermo físicamente cuando se conformaba con un gol de campo que después de la derrota. En pleno campamento de entrenamiento en Denver, se metió en una madriguera y vio todas las anotaciones hechas por los Saints durante su paso por la organización: un total de 807, la mejor producción en la historia de la NFL para cualquier entrenador en un periodo de 16 años. Mostró las estadísticas al ex mariscal de campo de los Saints, Drew Brees, que visitaba el campamento.

“No tenía idea”, indicó Payton.

“Muchísimas anotaciones”, dijo Brees.

Los Broncos buscaban estremecer su sistema con la contratación de Payton. Hay una tensión palpable dentro de sus instalaciones. A Payton no le importa si da la apariencia de ser un imbécil, o si es un imbécil. Los entrenamientos durante el campamento de entrenamientos han sido largos y físicamente exigentes. Todos los jugadores han asumido el puesto de guardián. Los medios de comunicación regionales de Denver, que cubren a los Broncos destinando una cantidad de personal similar a lo visto en New York (con más de 50 periodistas que ingresaron a la videoconferencia Zoom previa al draft con Payton) han visto cómo se les ha restringido el acceso. Los empleados parecen cautelosos cerca de Payton, cuidándose de decir algo que provoque cualquier estallido. Payton es el programa y todo fluye desde su feroz ingenio y ética de trabajo. Mostró al equipo un video de una camioneta Ford Bronco modelo 2022 despeñándose por un barranco, para que los jugadores supieran que la temporada pasada se había acabado. Le dijo a Wilson que debía centrarse menos en Russell, S.A., si quería salvar su carrera. “¿Ca—-, quieres dejar de besar a todos los bebés?”, le dijo. “No eres candidato a un cargo público”.

“Puede ser difícil”, afirma el gerente general de los Saints, Mickey Loomis, a quien Payton considera su mejor amigo. “Pero está a dos o tres pasos por delante de todos”.

Cuando Payton asumió por primera vez el puesto de entrenador, Parcells le dijo que debería lidiar todos los días con cinco problemas totalmente ajenos a ganar o perder partidos. “Si no puedes lidiar con eso, búscate otro empleo”, dijo. Parcells era el símbolo de alguien incapaz de dejar pasar las cosas. Se enfrentó a todo y a todos: desde los medios de comunicación, la gerencia de la NFL hasta rivales dentro de su propia organización. Ganó muchos partidos de fútbol americano, creando un programa basado en la implacabilidad, y cuya filosofía persiste entre sus protegidos por toda la liga. Pero ahora, el propio Parcells confiesa que esa mentalidad destruyó cualquier signo de felicidad que podía causarle su empleo de ensueño.

“Fui el peor”, indica. “Es una pérdida de tiempo”.

En New OrleansPayton terminó luchando aquellas guerras sobre las cuales Parcells le había advertido, aparentemente incapaz de autoayudarse. Luchó contra la NFL por todo: desde micrófonos a pie de banda hasta túneles de entrada a los partidos disputados en plazas neutrales. Una vez, se enfadó porque el árbol de Navidad del complejo de los Saints era demasiado pequeño. Por año y medio, Payton veía hostilmente a un hombre ubicado sobre la línea de banda, convencido que era un espía de la NFL. Posteriormente, Payton pidió disculpas al sujeto al enterarse de que era un médico especializado en contusiones.

Su triunfo en el Super Bowl XLIV intensificó sus impulsos. Y dos años después, el escándalo ‘Bountygate’ estremeció a Payton hasta sus cimientos. La gerencia de la NFL Payton acordaron que el entrenador no participó directamente en el sistema de “pago por lesión” orquestado por el coordinador defensivo Gregg Williams. Sin embargo, los Saints ignoraron las múltiples advertencias recibidas para eliminar dicho programa y Goodell creía que Payton encubrió pruebas y mintió. La NFL utilizó como prueba el tema central de la autobiografía de Payton (su nivel obsesivo de control). Payton creía que sería objeto de una sanción similar a la recibida por Bill Belichick tras el famoso ‘Spygate’ luego de siete años de trampas y tres advertencias ignoradas: la multa máxima imponible de 500,000 dólares. Sin embargo, ese escándalo no afectaba la seguridad de los jugadores. Goodell suspendió a Payton por un año sin remuneración, siendo la primera vez que la NFL veta a un entrenador jefe desde 1978. Payton rogó a Goodell en persona. Ambos terminaron a los gritos. “Con Roger, te pones colorado”, indica Payton.


VARIOS AÑOS DESPUÉS DEL ESCÁNDALO ‘BOUNTYGATE’ y la suspensión, en la primavera de 2019 (después de darse a conocer tanto por sus rencillas como por su brillante ofensiva), Payton se paró tras el podio durante una reunión especial con dueños y ejecutivos de la liga en Arizona. El tema era la calidad arbitral de la NFL. El salón quedó en silencio, a la expectativa de un posible estallido de Payton.

Habían pasado pocos meses después de una atroz omisión de interferencia de pase que le costó el campeonato de la NFC a los Saints. El esquinero de los Rams, Nickell Robey-Coleman derribó al jugador de los Saints, Tommylee Lewis, faltando 1:49 en el reloj. Los Saints perdieron en tiempo extra. Nadie (ni los ejecutivos de la NFL que llamaron a Payton después del partido para pedir disculpas, ni el entrenador de los Rams, Sean McVay, ni siquiera el propio Robey-Coleman) cuestionó que se trataba de un error arbitral. En los días posteriores al partido, Payton ingirió comida chatarra y se quedaba fijo ante el televisor hasta el amanecer, haciendo “cualquier cosa que distrajera y adormeciera el dolor”, según recuerda Skylene. Se comió hasta la última cucharada de helado de chocolate que vendía Jeni’s en New Orleans. En un momento dado, fustigó a un repartidor que le dio el pedido equivocado.

Ese fallo arbitral que perjudicó a los Saints fue particularmente irritante para él, porque la jugada en sí era Payton puro, en su esencia táctica más salvaje. Insertó a Lewis como corredor para confundir a la defensiva y operó con un conteo rápido (una jugada de guepardo, en la jerga de Payton) para que los Rams no tuvieran tiempo de adaptarse. Después de estudiar la jugada, Payton consideró que el problema fue un equipo arbitral de primer nivel que confundió a un árbitro junior, que buscó su bandera, con uno senior, que determinó que la jugada no tenía problemas. Si los árbitros se hubiesen conocido bien, creía Payton, el árbitro de menor rango no se habría retractado. La idea de un equipo arbitral de primera categoría era una “solución” producto de la disputa laboral entre la NFL y el sindicato de árbitros, no el comité de competiciones. A criterio de Payton, fue un exceso de pensamiento desde arriba… y otro ejemplo de cómo el mundo conspiraba en su contra.

A veces, todos los equipos creen que la liga los perjudica. Sin embargo, la volatilidad de Payton se convirtió en su seña característica tras el escándalo ‘Bountygate’. Octubre de 2014: Payton afirmó que era una “locura” que los Saints debían ir de gira para jugar un encuentro en la noche del jueves luego de disputar el juego del domingo por la noche, dos años después de que la NFL lo convirtiera en el símbolo del desdén por la seguridad de los jugadores. De nuevo, en octubre de 2014: Acusado (y posteriormente absuelto) por la NFL de incluir ilegalmente a un jugador en el equipo de prácticas. Diciembre de 2015: Payton se enfurece por la falta de banderas lanzadas luego de que Carolina tuvo dos veces a 12 hombres en el terreno y pareciera cometer interferencia de pase en la última jugada del partido, sugiriendo que los árbitros de secundaria tenían nivel superior a los de la NFL. Diciembre de 2017: Consternación porque la NFL contrató a Mike Cerullo, ex empleado de los Saints convertido en denunciante. Diciembre de 2019: Descontento con el arbitraje, de nuevo. Y esas son las peleas que Payton luchó a la vista del público.

Ahora, tenía la atención de todos los presentes en la reunión de dueños de equipo en Arizona. Sin embargo, Payton se mostró mesurado, en vez de estallar. Payton se hizo eco de la idea de Belichick de mantener la cantidad de retos permitidos en dos por mitad, pero que cualquier decisión arbitral pueda ser objeto de revisión. “No buscamos que todas las decisiones sean perfectas, pero evidentemente, que las cruciales sí lo sean”, expresó Payton. “Sabremos que es crucial porque el entrenador lanzó la bandera”.

El entonces jefe de arbitraje de la NFLAl Riverón, respondió las preguntas de los asistentes. Empezó a parecer una reunión de aficionados en un bar. Estas asambleas suelen contener un elemento de volatilidad, y aunque Payton se mostró tranquilo, otros no disimularon su pasión. El propietario de los BillsTerry Pegula, arremetió contra Riverón por su aparente incapacidad para exigir responsabilidades. “Debes despedir a alguien en el acto”, indicó. El dueño de los GiantsJohn Mara, defendió a Riverón, diciendo que era “inaceptable” ir tras él por decisiones arbitrales tomadas en fracciones de segundo.

La reunión terminó dejando un ambiente amargo, en vez de sentar las bases para solucionar el problema. Anteriormente, Payton se enorgullecía de formar parte del comité de competición de la NFL, presidido por el ejecutivo Troy Vicent. Pero ahora lo consideraba una fachada creada por la liga para evadir la búsqueda de soluciones reales. No era el único con esa opinión, pero era una de las personalidades más conocidas que compartía ese criterio. La respuesta del comité a la omisión arbitral contra los Saints (abriendo la posibilidad de revisar la interferencia de pase) solo duró un año. A nadie le importó volver a someterla a votación. En 2019, cuando la NFL multó a Payton por violaciones al protocolo de COVID-19 y se negó a jugar, le dijo a Vincent: “¡Sácame de tu farsa de comité!”.

Tras la entrevista laboral entre Payton y los Broncos, un periodista del diario The Washington Post tuiteó que presuntamente Payton temía entrar en una lucha de poderes con el grupo Walton-Penner. Payton se enfureció, no solo porque la idea de una lucha de poderes entre entrenador y propietario es “la idea más tonta jamás imaginada”, según afirma (los propietarios siempre ganan); sino también porque desató la familiar sospecha que, posiblemente, la NFL plantaba filtraciones con un periodista, incluso sin pruebas. Payton le pidió a Penner que llamara a cualquier miembro de la organización de los Saints y preguntara por él, para bien o para mal. Aun así, Payton sospechaba de todo después de su contratación por parte de los Broncos y (nuevamente) quería que Vincent supiera que lo sabía.

Envió un mensaje de texto a Vincent: Gracias por tu ayuda.

“VAMOS”, dice Payton luego de que un tiro termina sobre el fairway. “Ahora, será un poco distinto”.

Está enfurecido después de fallar el birdie en el hoyo anterior. No importa cuantas veces se diga a sí mismo que paralice la cabeza en su backswing, la mueve de todos modos.

“Debo corregirlo”, afirma.

Al igual que el fútbol americano, el golf es un deporte para la gente que arremete contra sí misma y luego hace introspección en busca de respuestas. Sus amigos dicen que Payton tiene problemas para desprenderse de las situaciones, y la prueba radica en sus guerras contra la NFL. Sin embargo, su mejor cualidad es buscar formas de obtener logros al máximo nivel, hasta en situaciones imperfectas. Ayudó a hacer campeones a los Saints; lidió en 2010 con acusaciones por parte de un ex empleado de los Saints que lo denunció por consumo de analgésicos sin padecer de una condición médica (refutado por Payton) y clasificó a los playoffs en dos temporadas posteriores al ‘Bountygate’. Después de una mala racha de tres campañas consecutivas con récord 7-9 (en las que afirmó “Perdimos nuestra cultura” y “Es mi culpa”), ayudó a reconstruir el equipo para convertirlo en contendor al Super Bowl, hasta que perdió partidos de playoffs de forma devastadora por tres años consecutivos.

Payton se autocalifica como educador, y sabe bien cómo hacer entender las cosas. En una reunión en Denver, quiso inculcar a los Broncos la importancia de la planificación financiera. Entregó memorias USB a cada jugador y les pidió ponerse de pie si su memoria tenía un punto rojo. Tres cuartas partes de los presentes se levantaron: aproximadamente el porcentaje de jugadores de la NFL que se declaran en quiebra tres años después de su retiro. En la previa de un partido contra los PatriotsPayton se tiñó el pelo, se vistió como Belichick y durante una hora, imitó con precisión cómo ocurriría esa misma reunión en la organización de New England. Esto hizo que los jugadores se rieran y motivaran para que los Saints propinaran a los Patriots su peor derrota de la era Belichick. “Una de las mejores habilidades de Sean es tomar cualquier cosa que haya ocurrido y ponerlo de fondo”, indica Loomis. “No olvida. Pero se recupera”.

De alguna forma. Payton no sabe por qué sus molestias siempre salen a relucir. No son las cicatrices de una infancia que pasó yendo de un lado al otro por el empleo de su padre en la industria de seguros. No se debe a que un entrenador juvenil lo destrozara: se refiere a J.R. Bishop, su entrenador en la Naperville Central High School de Illinois, como si fuera un familiar. La mejor respuesta llega a mitad de ronda, en el tee. Payton saca su tarjeta de puntuación y escribe una nota. Su caligrafía es precisa. La mano de un arquitecto. Su madre Jeanne tenía caligrafía perfecta, afirma. La admiró y aspiraba imitarla. La forma en la que convertía algo mundano, algo pequeño, en algo perfecto. El modo en que todo parecía importarle.

Jeanne falleció en 2002, poco después de ser diagnosticada con cáncer, y su deceso coincidió con un momento bajo en la carrera de Payton. Era el joven coordinador ofensivo de los Giants y el entrenador Jim Fassel le acababa de retirar sus responsabilidades de mando de jugadas, haciendo un espectáculo al respecto.

“A veces, me daba cuenta de que estaba más molesto por lo que me ocurría a nivel profesional y acababa de perder a mi madre”, recuerda. Procesó su pérdida laboral mucho más que la personal.

Parcells le ofreció un puesto en Dallas, con una advertencia: Trabajar con él no era para personas bien adaptadas. Recién casado y a punto de formar una familia, Payton le dedicó su vida al fútbol americano, entrenando bien a tres mariscales de campo distintos y tres estilos radicalmente diferentes. Se convirtió en la ofensiva de Sean Payton, a la medida de su nómina y circunstancias. Luego, llamaron los Saints y eso acabó con cualquier atisbo de equilibrio. Payton tardó seis años como entrenador jefe para sentir que tenía completo dominio sobre todos los aspectos de su empleo. Tal como le dijo Parcells: “Esta es la vida que elegiste”.

Tras el deceso de JeannePayton revisó sus pertenencias y halló sus chequeras. Años de registros con caligrafía inmaculada, hasta que la enfermedad y su tratamiento pasaron factura. Jeanne no tenía la misma energía para estampar cada letra con minuciosidad, y las palabras escritas sobre los cheques se veían cada vez menos claras. Payton guardó las chequeras y aún las puede ver. Su caligrafía es la herencia dejada por su progenitora.

“Soy obsesivo compulsivo”, afirma, con una pequeña sonrisa forzada.

Lleva el registro de sus puntos en su carrito. Suspira.

“Estoy acostumbrado a anotar puntos”, dice. “No a registrarlos”.

EL AÑO PASADO, CON EL FÚTBOL AMERICANO FUERA DE SU VIDAPayton examinaba cómo ésta había cambiado desde la última vez que se alejó del deporte. El momento era perfecto. Dos días después de su salida de los Saints, la película “Home Team” (“Equipo de casa” en Latinoamérica), sobre la historia de cómo Payton entrenó el equipo juvenil de fútbol americano de su hijo Connor durante su año de suspensión, debutó en la plataforma Netflix.

Sean Skylene pidieron desayuno a domicilio y vieron la cinta en cama. Fue surrealista para Payton ver cómo el actor Kevin James interpretaba una versión cuasi realista de sí mismo, consciente de que la película omitía muchos aspectos de su historia. Payton y su esposa Beth se divorciaron durante la suspensión, acabando así con un matrimonio de muchos años. Él considera que Beth fue una “madre maravillosa” en medio de una época en la que se dejó consumir por la ira y la culpa. La persona que veía en el espejo en aquellos tiempos no era de su agrado y estaba consciente de que debía cambiar. Pero esas herramientas que solía utilizar para conseguir la redención (el mundo de la NFL y el sitial que ocupa en él) no estaban disponibles. Estaba totalmente apartado de la NFL, de acuerdo con las condiciones de su suspensión, y tenía prohibido contactar a cualquier persona vinculada con la liga. Se recuperaba de una rodilla desgarrada y una fractura en la pierna; producto de un extraño accidente en la línea de banda, toda una tortura para un adicto a la simplicidad y distracción de estar en constante movimiento. Pensó en hacer televisión durante su año de ausencia, pero el interés de las cadenas se perdía rápidamente. Una muestra de poder de la NFL, según sospechaba Payton. Su aislamiento e ira no eran “sostenibles”, según indica.

En aquel entonces, Payton conoció a Skylene, enfermera del área de Charlotte. Le enviaba fotos de su proceso de rehabilitación. Ella le alentaba a seguir adelante.

Después de su suspensión, Payton volvió al mundo del fútbol americano, desesperado por recuperar todo lo que había perdido. Obviamente, no fue así. Pero sí logró otra cosa distinta. Él y Skylene salieron juntos durante la mayor parte de la década siguiente, aunque no estaba seguro de si volvería a casarse. A ella le encantaba cómo él poseía cierta magia, cómo cautivaba cualquier salón con su inagotable botín de chistes e imitaciones. “Un narrador nato”, como lo califica Skylene. Aprendió a gestionar sus cambios de ánimo. “A veces, es Jekyll Hyde, en el buen sentido”. Ella tenía su propia carrera y era ferozmente independiente. Rompían la relación y se reconciliaban.

En 2019, Sean se lesionó la espalda y el hospital no le permitía visitarle porque no era familiar directo. Había llegado el momento. En una noche de noviembre, la dueña de los SaintsGayle Benson, invitó a salir a Skylene, sin decirle que había un plan secreto. Las chicas se encontraron con los chicos en un bar del French Quartet. Sean estaba vestido de negro, lo que le pareció extraño a Skylene. No le gustaba vestir de negro, a pesar de que era el color principal de los Saints. La artista de música Country, Heidi Newfield, estaba presente y poco después de la llegada de Skylene, empezó a interpretar “Johnny y June”, una de las canciones favoritas de Sean y Skylene, que empieza con el verso: “Un hombre de negro tiene algo…”. Sean se puso de rodillas.

La pareja tuvo una ceremonia informal en Cabo, pero contrajeron nupcias oficialmente en Gozzer Ranch, sudorosos después de una ronda de golf; con ElwayGretzky y el Breakfast Club como testigos. El matrimonio fue oficiado por el músico Kevin Griffin de Better Than Ezra. “Me cambié para ponerme un vestido de golf blanco”.

“Bromeábamos diciendo que nos enamoramos durante la suspensión”, indica Skylene.

Obviamente, “Equipo de casa” cuenta una historia distinta. Mientras Payton veía la película, se puso a detallar aspectos del guion que diferían de la realidad. Muchos detalles menores. Y no estuvo de acuerdo con que la trama lo mostrara como un padre ausente. Pero la escena final, en la que su personaje le dice a su hijo que él necesita del equipo más de lo que el equipo lo necesita a él, mientras comen tacos, le conmovió. Siempre quiso ganar con todas sus fuerzas. Puso primero al fútbol americano por tanto tiempo, incluso cuando (quizás especialmente cuando) se lo arrebataron. ¿Se había perdido por el camino?

Sentado en la cama junto a Skylene, empezó a llorar.

UNAS SEMANAS MÁS TARDEPayton se unió a Fox Sports. Durante sus años con los Saints, se había preguntado acerca de hacer televisión algún día, ayudando a los fanáticos a comprender el juego que más les importa y del que menos entienden. Siempre con la verdad por delante, en lo que considera, sobre todo, una industria mediática dócil. “Es una máquina de propaganda ahora”, comenta. Se entrevistó con televisoras durante el Super Bowl en Los Angeles, estresado porque sabía que, por primera ocasión en más de una década, aparecerse y ser Sean Payton no sería suficiente.

“Fue lindo verlo nervioso”, admite Skylene.

Conforme se aproximó la temporada pasada, Payton se sintió más sano de lo que se había sentido en año. No requería de Ambien. No timaba todas las sodas azucaradas que se convirtieron en su vicio durante la campaña. Jimmy Johnson le habló de cuánto lamentó haberse unido a los Dolphins tras dos años fuera de la liga, de cómo regresar a la lucha por la supervivencia en la NFL lo desgastó. ¿Qué pasaba si Payton decidía alejarse para siempre? Consideró el otoño como una primera aproximación al retiro. El plan era mantenerse en Gozzer durante la semana, reunirse con el Breakfast Club todas las mañanas, y jugar al gol por las tardes. En los fines de semana, Sean y Skylene volaban a L.A. para el programa, rentando una casa en Manhattan Beach, una vida que, parecía, podría satisfacerlos para siempre.

Poco ocurrió de acuerdo al plan. El Breakfast Club notó ansioso a Payton sin un equipo, con el ritmo entero de su vida desde que fue un quarterback de preparatoria, alterado. “Desconcertado”, fue como lo describe Gretzky. Luego, Payton se enteró que Gozzer no era un verano interminable. El círculo de amigos se redujo en septiembre: Elway a Denver, donde viven sus hijos; Gretzky y Cooper de regreso a la temporada de hockey; los hombres de negocios de vuelta a sus oficinas; todos de regreso a sus vidas. Muy pronto, era solo Payton, un Breakfast Club de uno, comiendo a solas en la mesa y sufriendo para juntar una cuarteta.

“Solitario”, lo describe.

En Fox, arribaba temprano los domingos por la mañana y se quedaba hasta la última jugada del partido nocturno, en ocasiones, el último en irse. Los productores solían decirse que tenía la libertad de marcharse.

“No tengo a donde ir”, respondía.

Conforme avanzó la temporada, Payton se sintió vacío, extrañando la inversión emocional en los partidos. “Solo veía partidos de fútbol americano todo el día, y ninguno de ellos importaba”, dice Skylene. Hubo una jugada que siempre se ha quedado con él, un recordatorio de por qué dirigía. Fue el intento de engaño de gol de campo en el 2015, frente a los Colts, un pase del quarterback Luke McCown suplente al ala cerrada Ben Watson. Lo practicaron durante la semana. Durante la campaña, triunfo o derrota, Payton en un estado de crisis de lunes a jueves, incapaz de ver más allá de las imperfecciones de su equipo y de sí mismo, aterrado de que ya se le había ocurrido su última buena idea. Para el viernes, pasa el ciclo y vuelve a ver las cosas con claridad.

Tarde, en viernes en la noche, cuando era el único que quedaba en la oficina, Payton observó videos de práctica de la jugada de engaño, y veía toda clase de problemas con ella. Necesitaban bloquear de manera diferente y ejecutarla desde la costura adecuada. Solucionaron los problemas y la ejecutaron en domingo. McCown conectó con Watson para 25 yardas, hasta la yarda 1. Los Saints anotaron en la siguiente jugada, el touchdown que terminó siendo la diferencia para el triunfo de New Orleans. Echaba de menos esa sensación de miseria y desesperación y, por supuesto, la satisfacción.

“Te mantiene despierto toda la noche”, confiesa Payton.

Por ESPN

Deja un comentario

Botón volver arriba