En plena explosión de Los Beatles, cuando el mundo estaba rendido a ellos, y a su grandiosa música, un fenómeno solo comparable a Elvia y que hasta nuestros días no se ha vuelto a suscitar, tocaron muchísimos conciertos en todas partes del mundo. Tanto en Europa, como en América y Asia. Dada su calidad musical, su enorme personalidad. Su ingenio. Y su talento y carisma, al grado tal que eran casi unas divinidades bajadas del cielo en la tierra.
A principios de los años sesenta del siglo pasado fueron contratados para tocar en Manila. La capital de Filipinas, gobernada por entonces por el dictador y asesino Ferdinand Marcos y su no menos represora y dueñas de vidas y haciendas en su población. Famosa por sus caprichos tenía Imelda Marcos, que así se llamaba por poner un ejemplo dos mil pares de zapatos.
Los músicos ingleses ofrecieron un último concierto en el estadio nacional como siempre, con un lleno a reventar y con las chicas filipinas histéricas lanzando alaridos, nombrando cada uno a su respectivo ídolo de los Cuatro Fabulosos. Ejecutaron sus más soñados éxitos y, como siempre, salieron huyendo de las chicas que ni siquiera los escucharon con su música. El elemento que tanto odiaban y que finalmente los hizo posteriormente no volver a tocar en vivo, cuando el pandemónium del concierto en estadio Shea de Béisbol en Nueva York. Escoltados por la policía regresaron a su hotel y empapados de sudor y muy cansados se dejaron caer en sus respectivas camas.
Esa misma noche, la esposa del presidente, es decir, Imelda Marcos, daba una fiesta en su residencia majestuosa, y quiso que Los Beatles subiesen a tocar en su celebración. Cuando los mensajeros llegaron al hotel de ellos, los británicos se negaron rotundamente. Se encontraban totalmente agotados, ya que ellos en cada actuación se entregaban en cuerpo y alma. Al darle la respuesta a la presidenta, ésta montó en cólera. En Filipinas, sus deseos eran órdenes. Tenía una larga fila de cruces de disidentes asesinados por sus fuerzas represivas del orden. La de Marcos ha sido la dictadura más feroz en las Filipinas. La señora comenzó a hacer berrinches, romper cristales e insultando a los músicos.
Esta terrible mujer giró órdenes. Al día siguiente que Los Beatles viajaban de regreso, como siempre, su mánager, Epstein, temblando de miedo, les leyó las noticias de los periódicos en primera plana. Que decían: los pervertidos músicos ingleses de Los Beatles desaíran y ofenden a la primera dama del país y a todos los filipinos.
Los Beatles aún eran algo inocentes y jamás se imaginaron tener enemigos. No así Bryan, que ya había tenido amenazas hacia ellos que les había ocultado. El trayecto al aeropuerto fue una verdadera hazaña, ya que a los lados de las calles, personas pagadas escupían y los insultaban. Ya en el aeropuerto, nerviosos, incluso los músicos, ante tales ataques, vieron una luz al final del túnel al mirar una valla de militares hasta las puertas del avión. Pero ¡Oh sorpresa! Los soldados los pateaban e incluso les tiraban golpes en el camino al avión. Finalmente lograron subir al avión, llenos de escupitazos, magullones y patadas. Fue la primera vez que se dieron cuenta de que los héroes también tienen enemigos. Un presagio de lo que le pasaría a Jhonatan Lennon.