Cultura

La novia incomoda

El conseguir novia por entonces conllevaba una serie de pasos a seguir que consistían finalmente en un riguroso ritual. Para comenzar, uno tenía más o menos que saber si uno le gustaba a la persona en cuestión, cosa que generalmente se lograba por medio de una amiga que la hacía de Celestina, a la que se le decía: “oye, fulanita, ayúdame con sotanita”. Al ser afirmativa la respuesta, comenzaba uno a acudir a su casa a platicar. Y aunque ambos sabían que se gustaban, había que seguir este primer inicio. Los primeros días, conversaciones triviales, intercaladas de largos y nerviosos silencios. Posteriormente -Unas dos semanas después- se comenzaban a platicar cosas un poco más de acercamiento. Un piropo por acá, otro por allá.

Sentados ambos enamorados, uno junto al otro. Con la mamá enfrente. Una invitación al cine, que era completamente diferente a los de ahora, es decir, inmensos salones con arquitectura art decó. Siempre con la mamá a un lado. Y siempre una película color de rosa. En la oscuridad de aquellos inolvidables recintos, el rodamiento de brazos era ya un gran avance. Pasando un tiempo llamado “la visita”, uno le declaraba su amor, invariablemente la respuesta, aunque se estuviera muriendo por el galán, era: “DÉJAME PENSARLO”. Que significaba implícitamente un SÍ.

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En los breves descuidos de la mamá, se tomaban de la mano. La famosa manita sudada. Paseos en carros, siempre con el hermanito o la mamá de acompañantes. “Solos, jamás”. Cuando uno le confesaba a los padres de la muchacha la intención. Esto se decía que ya eran “novios formales”. Así era en toda la ciudad. Besos robados, caricias, descuidando a la chaperona, etc., etc. Es decir, la chaperona, o mamá o hermanito, era algo imprescindible en todo noviazgo decente.

Sin embargo, una jovencita, hija de una de las familias, mejor dicho, de la familia más conservadora y católica de la ciudad, emblema de las buenas costumbres, acostumbraba salir con su novio a dar la vuelta en carro, sin compañía, pero con permiso de su madre o padre, que era una señora primer lugar entre las veladoras perpetuas. A los reclamos de las demás señoras ante aquel escándalo, para la época de las demás señoras por aquella terrible permisibilidad, la mamá simplemente respondía en su santidad que (yo no me preocupo). Dios es su chaperón. Y sucedió que un día, como a los cinco meses. A la muchachita se le comenzó a hinchar la panza, tremendo vientre abultado. Estaba escandalosamente embarazada. Sin Embargo, su mamá seguía sus costumbres, completamente abochornada por dentro, fingiendo demencia. Pero como buena yucateca, una de sus amigas lengua/venenosa le dijo: “¿recuerdas que nos dijiste del chaperón de tu hija?” PUES QUÉ MAL CHAPERÓN RESULTÓ DIOS.

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