FRAGMENTOS PARA UNA NOVELA CALEIDOSCÓPICA
UNA PALIDA SOMBRA
Dicen los sabios más sabios
que el tiempo lo borra todo,
pero no dicen el modo
de olvidarse de tus labios.
Humberto Lara y Lara/Candelario Lezama
Cuando vio al grupo de mujeres maduras, de esas de las que se dice: “gallina vieja hace buen caldo”, se tocó intempestivamente la bragueta, cuando se percató de ello, se ruborizó como si fuese un adolescente.
Las observó entrar al restaurante Viejo Molino, sentarse alrededor de una mesa, alisarse el cabello, sonreír coquetas como colegialas, como aquellas colegialas del Mérida, Roger’s Hall, del Teresiano, del Hispano o de la Ana María Medina…Seguras de si mismas, deseosas de ser miradas y admiradas, queridas, deseadas, subyugadas por un galán que les cante al oído la canción romántica de moda, esa que transmitían en: las panteras…
Las observó, le dio un vuelco el corazón, entre esas señoras elegantes y frescas, olorosas a Kenzo o Lancôme, se encontraba ella, la perseguida en sueños, la que le hizo mojar sus blancas sábanas adolescentes, sábanas sahumeriadas con alhucema y romero, ella: el recuerdo siempre magnificado; el sueño inacabado, la copa de cognac que nunca se escanció totalmente y que por ello no sació la sed del joven Sheik, el príncipe del desierto que pretendía abrazarla para tenerla entre su cintura y el cuello del caballo…
Ella seguía siendo de las lindas meridanas, las que se mueven como princesas en los jardines de Versalles, las únicas dignas de que se les lleve serenata en una madrugada donde el rocío cubre el parabrisas del impala 69…mientras se bebe ron Castillo, porque el que tiene Castillo lo tiene todo…
Allí, frente a él, ella, la deseada, la perseguida, la anhelada, la mujer con la que soñaba todavía, después de más de treinta años de haberla conocido…
Y él parado allí como un gato bajo la lluvia…
Cabalga en la grupa del olvido
Desdobla la imagen
Emerge de la fuente
Huye
Se esconde
Juega con mi paciencia
Me qui
e
b
r
o
desisto de ella
dejo
sin oponer resistencia
que me abandone….
Esa noche Támesis volvió a soñar con la ninfa de sus adolescencias.
(AGREGAR NOTICIA DE PERIODICO JULIO/AGOSTO 1979)
HOJA SUELTA Nº 467
SALOME: DEJAME DANZAR CON TU CABEZA
Martes.
Otra vez semana Santa.
Mi espíritu no está contento.
Siempre se regresa al primer recuerdo/amor/sueño/dolor/, simplemente al primer…
Este regreso, nada tiene que ver con él o la primer amante.
-¿Pero es que el amor no va unido a la palabra amante?
-No siempre. A veces él o la primer amante no es más que la constación de que nos amamos a nosotros mismos.
-¡OH!
-¡Ah!
¡Bah!
(…………………………….)
La semana Santa es el cierre del ciclo y la apertura del siguiente.
En ésta, quisiera volver a poseer el verbo.
-¿Cuál, amar, ser, sentir, olvidar, o cuál?
-Tal vez todos. Simplemente el verbo para poder conjugar.
-¡Ay! Qué gramático…o ¿será dramático?
-¡Shó!
-Recuerdos-Constataciones-Sueños-Realidades-
Y un día partiste…te llevaste un delirio y el arcón de los temores.
Te volví a encontrar en Oaxaca. Fue el reencuentro con la tierra por aquello de, tierra somos y…o ¿era polvo?
Me dejaste con las manos temblorosas,, ausentes, sin embargo me prometiste el encuentro con sentimientos más duraderos. Cumplí el pacto, durante muchos meses, acudí a nuestra playa. Te presentí renacer del mar y regresar de nuevo él en la aurora.. Al año de tu ausencia un poema para ti me dio la satisfacción de un premio. Era para ti. Fue el mismo que se dijo ahí, en casa de Alonso una noche de finales de junio o principio de julio, después de haber asistido a la primera representación dirigida por Leticia Rozo, del Rabinal Achí en la Yucatán de los tiempos modernos.
Libertad Lamarque canta Volver, chilla, aúlla, y llora mientras canta sentir que es un soplo la vida que veinte años no es nada que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombre vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que hoy lloro otra vez….
Ven mi corazón te llama ay, desesperadamente…ven ven ven mi vida te reclama ay desesperadamente, se que volverás mañana con la cruz de tu dolor, ay vida, que forma de quererte, ven que necesito verte, Andy Rusell retoza con su hablar de pocho que le da un cierto estilo muy latin lover del Hollywood de películas musicales de diez años atrás…
Otra vez semana santa. Sólo que ésta no huele a incienso ni a flores, ni tiene fervor religioso. Es simplemente tiempo para vacacionar, divertirse, emborracharse, tener sexo a raudales y estrenar un traje de baño…
Fernando miró que a sus manos comenzaban a poblarla las primeras manchas de vejez. Sonrió melancólico y decidió cerrar la historieta sobre Karla, la difunta a la que dedicó un poema llamado Canto 28, porque había muerto de un pasón un 28 de febrero de 1970.
Cerró la historieta -de la que, durante más de veinticinco años no se había acordado-, con desdén hacia lo inevitable: el pasado. Rompió en pedacitos la historieta y la tiró a la basura del cesto donde se desechan los sentimientos que no son reciclables.
Loog-book
Fue el tiempo en que los meridanos comenzaron a robar aire en las plazas comerciales, cuando regresé a Mérida, regresé en busca de esa pálida sombra en que se había convertido el recuerdo de mi adolescencia e inicios a mi primera juventud.
Regresé como Ulises a Itaca, viejo y desmemoriado, con el alma cansada y la vista nublada de tanto cruzar océanos cuyos nombres he olvidado y otros cuyos nombres nunca supe ni quise adivinar…
Fernando decía que era Orfeo y no Ulises, pero la verdad, al menos es lo que pienso: todo aquel que regresa sobre sus pasos para recuperar el paraíso, la casa paterna, es Ulises. Que me dispense Fernando con sus disquisiciones mitológicas grecolatinas.
Retorné como el asesino tras sus pasos antes del crimen; mi reciente divorcio, la ausencia de mis hijos, el hastío del trabajo, el hartazgo de la ciudad de México que de pronto dejó de decirme obscenidades al oído.
Nunca creí que esto me sucedería.
Pero sucedió.
Y aquí estoy en Mérida, observándola sin reconocerla, oliéndola sin percibir todavía su nuevo perfume.
Acariciándola sin tocar todavía su verdadera piel, es como si le hubieran hecho un “peeling” y mis manos no reconocieran la tersura, las líneas, el contorno, la ondulante pasión con que sus carnes me sonrieron en aquellos años de plenitud adolescente.
Ciudad perfume, ciudad mujer que se mece en su hamaca mientras le canta un trío de trovadores canciones de Pastor Cervera, de Luis Demetrio, Coqui Navarro, Armando Manzanero o de Juan Acereto.
“Mía, aunque tu vayas por otro camino, y que jamás nos ayude el destino…”
Ciudad que sonríe como nínfula después del primer beso bajo un ramonero de Paseo Montejo.
No entiendo el fracaso de mi matrimonio, se que cuando sobreviene el divorcio es que los dos fallaron.
Quisiera ser de nuevo impetuoso y perverso para perderme entre las piernas de esta ciudad. Pero me siento torpe, tal vez como se sintió el Marqués de Sade en Charenton.
Además, ¿por qué Mérida y no Venecia, Madrid, o Barcelona que tiene mar y tiene vida?
No lo sé.
No hay que engañarse a uno mismo, eso no se vale. Porque si uno se engaña a si mismo, el juego ya no funciona, se vuelve trivial, de plástico, incoloro e inodoro. Y uno se queda suspendido en la nada.
podría quedarme eternamente sentado mirando a la nada, a la nada.
Nada para que no te ahogues
flota
llega a la orilla
(filo transparente/invisible) que separa a la nada del todo
Nada, nada, nada
aunque seas tu propio Kraquen
nada en la nada hacia la nada
mirando eternamente
sentado eternamente
mirando
a la nada
HOJA SUELTA Nº 576
Estoy tratando de escribir una novela que no quiere ser contada, que quiere seguir paseando por los jardines en que se bifurca la memoria.
Novela que desea no ser revelada a nadie más que a mi.
Pero la historia que no se cuenta a los demás no es historia completa.
Es historia a medias, es simplemente un pensamiento fugaz que no tiene ninguna importancia. Que es la perezosa escritura de algo que se sabe no tiene ninguna importancia pero se pretende olvidar diciendo: no tiene importancia.
Sin embargo deseo contarle a alguien esta historia, esta, la nueva historia de la ciudad de Mérida, la ilustre ciudad de los Montejo a la que cantó Mediz Bolio.
La ciudad de los sueños y pesadillas de Rosado Vega.
La de los juegos eróticos de Abreu Gómez persiguiendo vicetiples en compañía del joven Serapio Baqueiro Anduze.
La de los años de football y chicas olientes a Guerlain de Calero.
La ciudad vestida de rock y alucinante por el lsd de Roche.
La Mérida desmaderna de Rodríguez.
La de prostitución masculina en la Plaza Grande de Rodríguez Cetina.
A la que el sol visita por las tardes como tigre de piel rayada de Magaloni.
Y la historia se me escapa.
Sherezada ¿dónde te escondes?, ¿en qué putero te ocultas, temerosa de ser reconocida?
¿Elvia, al morirte te llevaste contigo la ciudad y sus historias?
¿Tiene razón Gabriel Ramírez al haber perdido todo interés de vivir en este calor que sólo sofoca un buen trago y un trazo de color alucinante?
De pronto me miré un día al espejo y vi las primeras canas comenzando a coronar mis sienes y me acordé de las Hermanas Aguila cantando aquello de Lara:
-“Cuando aparezcan los hilos de plata en tu juventud”
Y te me hiciste presente, Elvia Rodríguez Cirerol y esas interminables noches de fiesta por la ciudad que no dormía como ahora, temprano, como niño quien envían a la hamaca a la fuerza los mayores, léase por mandato de la política gazmoña e hipocritona . Fue tal vez ese fue el momento en que decidí que necesitaba contar una historia que se desarrollara en Mérida.
Pero al voltear la vista, ya nadie de los de entonces era el mismo.
Sal dispersa por el truculento viento del huracán Isidoro Ducase.
La ciudad era otra, me imaginé a Durrell caminando la Alejandría de este inicio de siglo veintiuno. Tan sólo recuperaría para su memoria el poema de Cavafis, poema que se repetiría como un eco múltiple en su conciencia y en su alma…
“Cuando de repente, a medianoche,
se escucha un procesión invisible pasar
con música y voces exquisitas,
no te entristezcas en vano por el abandono de tu suerte,
los trabajos fallidos,
los planes de tu vida que se esfumaron.
Como si lo esperaras desde antes, con valentía,
despídete de la Alejandría que se va.
Sobre todo no te engañes, no te digas que fue un sueño,
que tus ojos mintieron,
no te inclines ante tan vanas esperanzas
Como si lo supieras desde antes, con valentía,
como corresponde a alguien de tu rango
a quien perteneció esta ciudad,
acércate a la ventana con paso firme y escucha
emocionado,
pero sin lloriqueos o quejas de cobarde.
Escucha con íntimo placer,
atiende a la música secreta de la procesión,
y despídete,
di adiós a la Alejandría que ahora pierdes.