Estamos ya tan acostumbrados a decirles que nos salen involuntariamente, pero las hemos usado desde niños.
Y es que escuchando a nuestros mayores (no incluyo a algunos maestros del idioma) vamos aprendiéndolas, y ya de grandes, son parte de la diaria conversación:
Entre dos matronas conversan en el parque:
-Lo que más me gusta: es COCER (cuando debió ser Coser, refiriéndonos a la ropa de sus hijas). Me gusta hacer primores con lazos y blusas y todo ese jaranchac…
-Por lo que decías pensé que te referías a la cocina de tu casa: al potaje, a las garnachas, a los codzitos…
-Jan, vaya, también me gusta, pero no tanto…
Discuten sobre béisbol Mencho y otro cuate:
-¿Qué, Mencho, ya empezó la Liga Mexicana…?
-Sí, lo sé, kizzin, iré todo el tiempo.
-¿Te acuerdas de las Mayores?
-Sí, mi estrella favorita era Joe DiMaggio ¡Qué brazo!
-Pérate… pérate… Ted Williams era el mejor…
-¡Sí, jelé… Aurita…!
No olvidemos que en Yucatán nos comemos el “es” de espera (Pérate) y el ahorita es “aurita”, todos barbarismos muy viejos…