Cultura

Desadaptado

De repente me senti muy solo, como si el mundo entero se hubiera vaciado de gente o como si mis lapsos con la vida estuvieran desdibujandose. También, mis hermanos me habían mentido. Todos ellos habían guardado silencio y habían seguido el juego decretado por mi madre. No eran, en realidad, esos hermanos en los que yo confiara ciegamente, ni tampoco formabamos ese grupo indivisible del que tan orgullosos decíamos sentirnos.

La verdad, es que los autenticos hijos de ella eran esos cinco que vivían en la capital y que se ocupaban de los negocios familiares, los que viviamos fuera, engañados, eramos ajenos a la realidad cotidiana de la casa.

rel="nofollow"

Mi madre, que en paz descanse, Juana, César, Pedro y Salvador debían de haber sentido siempre que eran unos marginados respecto a nosotros o, por el contrario, unos privilegiados.

La confianza entre todos los hermanos siempre había sido una patraña: tres fueron destinados a la Iglesia, los tres elegidos, los demás compartieron la suerte y la desgracia, la verdad y la ficción, y mintieron porque la madre lo ordenaba.

¿Y el padre…? ¿Qué papel jugaba el padre en todo esto? Me pregunté. Y en ese momento comprendí que mi padre en realidad era solo una comparsa, una simple comparsa al que le gustaba su odioso trabajo y actuaba al dictar de su mujer, la gran Felipa Molina y Arrigunaga. Todo encajaba. Excepto yo. Así de simple.

Deja un comentario

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba