Deberíamos de olvidarnos de buscar cuándo tuvo su origen el Universo, el principio de nuestras desdichas.
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Elogiar a alguien hasta situarlo al nivel de Dios o del Infinito. ¿Qué hacer después para bajarlo a su pobre destino terrestre? ¿Cómo bajarlo de las nubes sin que se lasgue?
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La vida es la emulsión más triste de la materia.
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X me dice: No hay que hacerle caso a quien a grito abierto nos ofende y nos injuria: simplemente hay que mirarlo como a alguien que acaba de lograr el estrellato por un solo instante.
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Aprender a negar todo, desde Dios hasta el último grano de cualquier cosa. Todo es una vejación inútil.
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La beata X hablaba de la “infinita” misericordia de Dios. Su infinita misericordia la aniquiló días después. Murió atropellada por un automóvil.
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Algún día viviré aquello que pregona una canción: “la triste soledad de mi sepulcro”.