El asunto no es novedoso, pero sí causa vergüenza. La historia registra otros hechos antiguos. Hoy, en una comunidad de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, un grupo de padres de familia quemó libros de texto gratuito, exhibiendo su “descontento ante los contenidos” de éstos. En otro informe de prensa se justificó diciendo que los libros “son del diablo”. Hubo niños presentes en el abominable acto. Una desgracia social. El recuerdo del poeta y ensayista alemán del siglo XIX, Heinrich Heine, fue inevitable: “Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres”. El presidente Andrés Manuel López Obrador lo calificó como “un acto irracional”, aunque “reconoció que están en su derecho a manifestarse”, y le echó la culpa al PAN, cuyo dirigente nacional, aseguró el Ejecutivo federal, hizo un llamado “para arrancar hojas de los materiales gratuitos”. Independientemente de las opiniones presidenciales, el hecho es condenable. El mexicano es un pueblo que no lee lo suficiente, para que de encima, y en acto de barbarie, se quemen los libros. Es un signo de la profunda escisión social que prevalece en la República, desde el año 2018, alentada por el poder público federal.
Por supuesto que los libros de texto gratuito no son diabólicos. Son obra gubernamental, cuyo origen se remonta a la creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, en 1959, durante el gobierno de Adolfo López Mateos. Fue resultado del trabajo del Secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet. La Comisión original fue dirigida por Martín Luis Guzmán, como presidente, y el yucateco Miguel Ángel Menéndez Reyes, como secretario general. Guzmán es autor de la novela “La sombra del caudillo”, y Menéndez de la denominada “Nayar”. Los primeros ejemplares de los libros de texto gratuito se entregaron en 1960. En 1962, la portada de los libros contenía la bellísima pintura de Jorge González Camarena, “La Patria”, a partir de un retrato de Victoria Dorantes. Según el Director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, antropólogo Diego Prieto Hernández, el artista jalisciense conoció a Victoria Dorantes “cuando trabajaba como mesera en uno de los bebederos de la bohemia artística y literaria de la época”. Relató que “estaba casada con un auxiliar policiaco o guarura” de una figura de la política del estado de Tlaxcala, de donde era originaria la mujer” y que “muy joven quedó viuda”, y a “19 años, libre del guardaespaldas, accedió a posar para el pintor”. El libro de texto gratuito es considerado por Bertha Hernández como “el proyecto cultural más ambicioso de la Revolución”.
Hoy, los libros de teto gratuito están el debate público. El especialista Gilberto Guevara Niebla opina que “no tienen los nuevos libros fundamentos en las ciencias del aprendizaje, ni en la pedagogía moderna. Están inspirados fundamentalmente en el pensamiento político, ajeno a la pedagogía y a la enseñanza”. En reporte periodístico, la doctora en Pedagogía de la UNAM, Irma Villalpando, “explicó que
los textos cuentan con contenidos muy pobres en relación con materias como Matemáticas, errores en los conceptos, saltos en los contenidos, desorden de los materiales y la exclusión de la literatura universal”. Marx Arriaga Navarro, responsable de los materiales educativos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), y por tanto de los libros, sostiene que éstos “se hicieron con el corazón en un proceso en el que participó todo aquel que tuviera el corazón noble”. La Secretaria de la SEP, Leticia Ramírez Amaya, dijo que “las críticas contra los libros realmente no son contra este material educativo, sino contra la transformación del país que emprende el actual gobierno”. En Chihuahua, el gobierno estatal presentó ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación una controversia constitucional en contra de la SEP por “posibles violaciones a los procedimientos para la aprobación de los contenidos de libros de texto gratuitos”. La Corte, por conducto del ministro Luis María Aguilar admitió la controversia y concedió la “suspensión, por lo que los libros de texto no serán distribuidos en las escuelas para el ciclo escolar 2023-2024”, hasta que se resuelva el asunto. El presidente López Obrador declaró que “va a acatar la orden de la Corte de suspender la distribución de los libros de la SEP en Chihuahua”. La gobernadora chihuahuense, María Eugenia Campos Galván, señaló que “la educación de niñas y niños está a salvo en Chihuahua, y que “no vamos a permitir que libros con tantos errores lleguen a manos de las alumnas y alumnos de nuestra entidad”.
LA SEP afirmó que seguirá con la distribución de los libros de texto gratuito: “no hay impedimento legal alguno para que las autoridades educativas de las entidades, excepto la de Chihuahua, entreguen los libros a los alumnos”. Esto parece indicar que Yucatán se sumará a la distribución de dichos libros, a pesar del anuncio de la Secretaría de Educación de Yucatán (Segey) de instalar una “mesa de expertos” para “analizarlos”, y de la declaración ejecutiva de que aquéllos “revisarán” los libros “a ver si es lo que los padres de familia y los maestros quieren que les enseñen a los alumnos”. No hay noticias del trabajo de dichos “expertos”, que serían “maestros, padres de familia y sindicatos magisteriales”. El SNTE se ha dirigido a los gobernador de “oposición”, entre ellos el yucateco, para “exigirles, respetuosamente la entrega oportuna de los nuevos libros”; agregó que “el material educativo es indispensable para la labor de los maestros y el SNTE tiene como obligación velar por las condiciones de trabajo de sus agremiados”. La Carta del SNTE al gobernador Mauricio Vila Dosal tiene fecha del pasado miércoles 16 de agosto, y le “exhorta a confiar en los maestros de Yucatán, en su formación, en su vocación, en su profesionalismo, en su responsabilidad y ética”. El gobernador Vila, hasta donde se sabe, no respondió al SNTE. Tampoco lo hizo el Secretario Liborio Vidal Aguilar (quien, según sus malquerientes, anda “extraviado” desde el anuncio de la candidatura del panista Renán Barrera Concha al gobierno del estado; no se cree, dicen, que esté leyendo los libros de texto de gratuito para que pueda emitir una opinión fundada).
“Tianguis”
El presidente de la República instruye analizar una nueva forma de distribución de los libros de texto gratuito. Tuvo una ocurrencia: “Tianguis de libros”. El pregón sería: “aquí hay libros para los que quieran, vengan”.
Quema de libros
La afamada Wikipedia enfatiza que “la quema de libros es la práctica, generalmente promovidas por autoridades políticas o religiosas, de destruir libros u otro material escrito; está vinculada al fanatismo ideológico”. Muestra una relación de “sucesos documentados”, desde el lejano año de 212 a.C., con el emperador de China, Qin Chi Huang, hasta el año de 2019, en que un grupo de feministas quemó libros en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, “para dar visibilidad a la situación de las mujeres y reivindicar sus derechos”. Otro caso es relatado por la escritora nicaragüense-chilena Gioconda Belli, en su novela “El pergamino de la seducción”: “El arzobispo Cisneros, el asceta y fanático confesor (de la reina Isabel, La Católica), en un arranque de celo religioso mandó quemar todos los libros árabes de las bibliotecas de la ciudad. Libros de agricultura, de matemáticas, de ciencias, ochocientos años de cultura mora en España ardieron esa tarde. Sólo trescientos libros consideró el prelado que debían salvarse de las llamas”. La cita de Heine fue realidad en la Alemania nazi. En “La quema de libros en la Alemán nazi”, Elena Martínez, escribe: “La quema de libros se inició el 10 de mayo de 1933, dirigida y promovida por la “Federación nazi de estudiantes”, y se llevó a cabo de manera organizada a lo largo de 22 ciudades alemanas, donde destacó de entre todas la quema de libros en Berlín. Esta quema de libros no fue una idea espontánea, sino que se trató de toda una técnica de propaganda, premeditada y más que estudiada por parte del colectivo nazi”. Luego, los nazis quemaron a millones de judíos en los abominables campos de concentración, destacadamente en Auschwitz y Birkenau. En Yucatán es siempre recordado el detestable “auto de fe” de Maní, en el que el sacerdote Diego de Landa, quemó manuscritos y códices mayas, el 12 de julio de 1562. Landa: “Hallámosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos”.
De libros
– “A todos los que les gusta leer mucho, de tanto estar sentados les da flojera hacer cualquier otra cosa”: Juan Rulfo, citado por Roberto García Bonilla, en “Juan Rulfo escritura y sobrevivencia”, en Letras Libres 173, mayo de 2013.
– “Focio, patriarca de Constantinopla, inventor de la reseña de libros y santo de la Iglesia ortodoxa que pudiera ser el santo patrono de los reseñadores del siglo IX”: Gabriel Zaid, “Libros influyentes”, en Letras Libres 176, agosto de 2013.
– “Igual que nadie se baña dos veces en el mismo río, tampoco se lee nunca el mismo libro”: Carmen Posadas, en “De personas interesantes y de aburrimientos supinos”, en revista XL Semanal, visto el 8 de septiembre de 2019.
– “”Mi lucha” de Adolfo Hitler: “libro maldito”.
– “No sabéis lo que decís sobre los libros porque a vosotros ya os han engañado y seducido. Un libro impreso es una triple ramera, un queso lleno de gusanos que se arrastran invisibles en su interior”: Michelle Lovric, en su novela “El libro flotante”.
– “Los lectores son inteligentes, la gente estúpida no lee libros. Están muy ocupados jodiendo la vida de otra gente”: John Connolly.
– “Cuando alguien me dice que no le gusta leer, lo único que se me ocurre es darle el pésame”: Javier Cercas.