Cultura

24 aniversario de la partida de Cynthia Ricalde

Casi adolescente, comencé a frecuentar las funciones teatrales de la ciudad. Me llamaba la atención que, al finalizar, los asistentes dejaran en sus asientos el programa de mano que les entregaban a la entrada, en el cual estaban todos los datos de lo que verían en el escenario. Por alguna extraña razón, el mío no tenía tal destino, porque lo metía en mi bolsillo del pantalón y luego lo guardaba entre mis libretas de estudiante. Nunca perdí esa costumbre. Y tengo programas de mano de Maurice Bejart, el Ballet Bolshoi, Nureyev y otros grandes artistas que se presentaron en la capital del país en los años setenta y setenta del siglo XX.

En este siglo XXI, tal información ha dejado de existir, y su lugar lo ocupa un holograma que el asistente a una función fotografía con su celular, y allí queda impreso lo que verá a continuación.

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Esa nueva costumbre es como hacer la historia invisible, porque no creo que alguien pueda guardar en su celular un programa de mano durante 50 años, o más.

Como espectador teatral contemporáneo he demandado que los productores de funciones impriman programas de mano, aunque sea de manera casera. Si lo que quieren es ahorrarse unos pesitos y metérselos en la bolsita de las ganancias, que siempre las hay -no se hagan a los mártires-, les muestro el programa que se hizo para el día 22 de agosto.

A propósito de la función de ballet, en el nuevo teatro Nina Shestakova del CMD del Ayuntamiento de Mérida, que un grupo de niñas y jóvenes estudiantes de ese arte realizaron para recordar a Cynthia Ricalde, el maestro Sergio Núñez imprimió en su casa, en su impresora, desde su computadora, un programa de mano hermoso, en el cual se plasma toda la información necesaria para que el público tenga referencias de qué ve, a quién ve, qué música escucha y cuál es su antigüedad.

En un programa de mano se pormenorizan los créditos de quienes no se ven en el escenario, como los maestros, los ensayadores, los diseñadores de luces y vestuario y los técnicos que participan en una función teatral. Eso no se brinda en un celular. A propósito de esto último, las bailarinas pertenecen a las academias de las maestras Tatiana Arcila y Melissa Vega, contando con el apoyo de dos jóvenes intérpretes como Ivanna Concha y Hanna Náhuatl, quienes fueron acompañadas por el bailarín cubano Lester Díaz, quien merece nota aparte.

Cynthia Ricalde es un símbolo de la danza, porque ni ella ni yo supimos a dónde podíamos llegar, cuando decidimos ir caminando sobre el ballet. Poco a poco fui descubriendo sus cualidades interpretativas y su profundo interés por averiguar qué estaba bailando. Eso me permitió, como director, aventurar en las obras clásicas del repertorio universal. Así, decidí por Giselle, Lago de los Cisnes y El Cascanueces. Y más adelante, Leyenda de Amor y Golden Age. Estoy seguro que si su vida no hubiera sido interrumpida, muchas otras obras del repertorio mundial se hubieran dado a conocer al público meridano.

Expongo el programa de mano realizado por el maestro Sergio Núñez como un ejemplo de lo que se puede hacer.

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