Cultura

Mentiras, fantasías, intrigas y otros restos humanos (6)

FRAGMENTOS PARA UNA NOVELA CALEIDOSCOPICA

DEMASIADO CORAZON

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                                                                Es que nunca me doy por vencido

                                                                 Porque tengo demasiado corazón

                                                                                 Willie Colón

Fernando en un acto de exorcismo sentimental y mental, abrió las cajas que durante años se fueron apilando conteniendo en su interior libretas repletas de pensamientos, cuentos, bocetos de novelas, obras de teatro inconclusas por que simplemente no iban a ninguna parte, y sobre todo de letras unidas inconexamente en un alarde pretencioso de ser poemas, la gran mayoría o casi todos, horrendos y ridículos.

 Leía y rompía como si fuera Savonarola o un Diego de Landa cualquiera.

 Sentía vergüenza, asco, pena ajena.

 Fue cuando se encontró con un escrito sin ningún valor literario, pero si emocional e histórico para su vida  personal. Un texto escrito a Carla, la chica hippie que conoció en Mérida y que siguió hasta Oaxaca a donde había ido a una clínica para recluirse antes de morir.

Historia muy de la primera mitad de la década de los setentas. ¿Hasta en eso cambió su vida en los años setenta? ¿Hasta el grado de ser uno de los personajes estereotipos de esos años?

Cuando lo pensó, eructó sin recato alguno. Contuvo el vómito. Se tocó la frente para ver si no tenía fiebre. Se puso sus lentes.

 Y lo leyó y estuvo a punto de romperlo en miles de pedazos, pero un algo lejano y desconocido: necesidad imperante, necesidad de enfrentarse a un pasado que había no archivado sino borrado totalmente de su historia personal, gritaba ser rescatado y confrontado con la memoria y sobre todo con saber como había influido en el transcurso de su adolescencia hacia la madurez actual:

 El texto llevaba el nombre de Reflexiones sobre ti. Sin pensar, a la memoria vino aquella melodía que pondremos como fondo musical para leer “el texto”: Reflexiones de mi vida.

 Me pesa, me pesan mis palabras.

Las dichas ayer, la calladas ahora.

Las responsabilidades,

la vida poco vivida por la edad.

Tus  besos, los míos dados “maquinalmente”.

 Siento un sopor asfixiante  y quiero morir

sin darme cuenta de que estoy muerto.

Cataléptico.

Las tardes y las cosas que pasan, pasaron, pasarán,

las siento en mis ojos.

Ojos insómnicos,

dedos pequeños.

Uñas, cabellos lumínicos.

Quisiera volver atrás por algunas horas

y verte, verme, vernos

como lo hicimos, lo haremos mañana

ahí en lo alto del cerro de esta tierra llamada Oaxaca

mirando y soñando con los ojos abiertos

y construir cajas pequeñas para guardar promesas y sueños.

 Me enseñaste a esperar.

Espero.

Yo que nunca he esperado a nadie

porque la prisa me persigue y consume.

Sé que en el momento en que estamos juntos me amas

Luego, luego no,

vuelves a tu vida pasiva donde no pasa nada

ni existe nadie.

                         Ni tú.

 Fernando volvió a sentir el olor de Oaxaca, la Oaxaca de finales de los años sesenta, los olores en la casa de María Sabina, oyó de nuevo los rezos y los cantos, sintió la textura de las fibras de las telas que compró, así como la del barro de las artesanías que adquirió con el entusiasmo de poseer tesoros, hermosos tesoros.

  Hair inundó sus oídos, recordó el sucedido en Acapulco, por las notas de los periódicos publicados en la Ciudad de México. Costumbre que adquirió de su padre: comprar los domingos en los estanquillos de periódicos y revistas de los bajos del cine Novedades, los bajos del Palacio de Gobierno, los periódicos capitalinos: Excelsior, Universal, Novedades, El Heraldo.

  Encontró en las cajas recortes sobre Alexandro Jodorowsky, sus happenings y sus obras de teatro, las declaraciones de Carlos Monsiváis y José Luis Cuevas hablando de la galaxia Gutemberg, de MacLuhan y de su propuesta de asaltar los mass media como único recurso de que en un país analfabeta visual y literariamente, el arte, la información llegara a todos. Su propuesta era una especie de guerrilla ante los valores de la intelectualidad y el arte mexicanos.

 Eran simplemente coherentes con la realidad cotidiana. Contemporáneos y avant garde. 

 Fernando sintió una especie de tristeza, más bien, melancolía, añoranza.

 Dejó que los recuerdos como barcos hacia Troya, tomaran su camino, con una actitud de Dios parnasiano displicente y omnipotente.

  Puso uno de esos discos que reúnen los éxitos de los años sesenta, música que los “intelectuales” consideran demasiado popular, de café cantante y disco acapulqueña: Tequila a Go Gó con Elba Aponte contorsionándose como si le estuvieran dando toques eléctricos.

 Y pensó:

 La primera vez que oí Mi viejo en la voz de Piero, yo era un adolescente que estaba luchando por romper con todo lo que se esperaba de él, y ser él mismo. Oí la canción y pensé en mi padre que en ese entonces era bastante joven y así parecía, un adolescente dinámico y con un “charme” indiscutible. Tres o cuatro años después, “huí” de casa, más bien les dije a mis padres que me iba a México a estudiar publicidad.

 En 1974 le lleve de regalo el disco a él,  que fue quien me permitió irme dignamente de Mérida al darme dinero para mi viaje y pagó las colegiaturas de la escuela. Recuerdo que antes de irme me entregó un cheque que me cambió Huacho Muñoz al que fui a ver a su Boutique.

 Yo sigo oyendo a Piero en el D. F. cuando un sentimiento de nostalgia me inunda. Me obliga a recordar no sólo a mi padre sino a Tere y esas canciones como: “Tengo la piel cansada de la tarde”…canciones que irremediablemente me llevan a la cursilada de: “Ella ya me olvidó, yo, yo la recuerdo ahora”… o aquella otra: “O simplemente le regale una rosa”…

 Massiel inunda el escenario de la memoria con “Y sabes que ví no no nó…”

 Y vuelven días felices y tranquilos aparentemente. Días de la vida de un burgués cuyo futuro era convertirse en profesionista, comerciante o empresario y ser felizmente casado y con hijos y escribir esporádicamente cuentos y poemas para publicar en los suplementos provincianos.

Días en los que de pronto sentí las primeras punzadas de mi enfermedad, la depresión. Enfermedad que luego entendería.

                                      “después de todo yo sólo quedo con demasiado corazón”

 Tus manos presurosas se ofuscan y luego,

 como un montón de sombra, cayó el traje a tus pies,

y confiadamente, con divino sosiego,

surgió ante mi, tu desnudez.

 Tu cuerpo estético, poderoso, del cual su  gracia erguía.

 Eres en la penumbra como una claridad.

 era un cálido velo, que todo te envolvía,

la inefable dulzura de tu serenidad.

Con el alma en los ojos te contemplé extasiado.

Fui a pronunciar tu nombre y me quedé sin voz…

Y por mi ser entero pasó un temblor sagrado,

como si en ti, desnudo, se mostrara un Dios.

¡QUIERO VERGA HOY!

¿TE ATREVES? ¡ESCRIBE AHORITA!

                                              SEXYLATINARTIST

 Luis Enrique Carbonell le habló a Juan Carlos Millet para decirle que había encontrado un sitio gay donde venían un mil yucatecos mostrando hasta las amígdalas.

 Juan Carlos que no era nada morboso, no pudo contener el ansia y en menos de lo que canta un gallo ya estaba instalado con Luis Enrique revisando los perfiles de los yucapuercos que se daban vuelo mostrando sus pichones y sus pirixes como si fueran artistas pornos xxx, pero eran tan deplorables las imágenes por ser más sucias que las imágenes más pornos, que daban pena ajena y ganas de vomitar de asco por la poca calidad de todo, de las personas y de las fotos.

 Pero registrando a los inscritos al sitio, se encontraron con Manuelito piernas largas, el joven pintor que por las noches se trasvestía en un antro gay y por las mañanas asistía a la Escuela Superior de Arte y se sentía la más bella garza del pantano por descender desde varias generaciones de ilustres intelectuales yucatecos.

-Mira a la Manoleta nalgas sueltas.

-A ver, Luis Enrique, que dice esta nena en su perfil.

“Mientras tu lo extrañas…yo te lo voy perdiendo”

 Aún intento encontrarte, desesperado y sin prisas, angustiado y tranquilo, con el corazón en la mano y escondido, con lágrimas y una sonrisa.

 No quiero perder mi tiempo con tu frivolidad, tu apatía, desinterés, tu mentira, ni tu poca constancia.

 Quiero que tu mirada sea hermosa, pero que tu corazón lo sea también, aquí estoy esperándote…dispuesto a adentrarme en ellos…porque eso es lo que en realidad me enamora!

 ¿Por qué mientras más hermosa es la mirada, más frívolo es el corazón?”

-¡Qué poético!

-Luis Enrique, eso no es poesía es cursilería de loca que quiere parecer culta y sensible.

-Eres implacable, Juan Carlos.

-No, simplemente realista. Pinches locas cursis, pedantes y pedorras.

-Bueno la Manoleta Pañoleta siempre se ha sentido heredera de la poesía universal. Te acuerdas cuando “declamaba” a García Lorca en las obras de Paco Marín

-Se encueraba. No confundas encuerar con declamar. 

-Tienes razón. Además este texto es digno del peor poetastro.

-Oye, sigue buscando, a ver a quien más encontramos.

-No eres más chismoso, porque no eres más alto.

-Cabrón, te voy a dar un madrazo un día de estos.

 Luis Enrique río complacido, pues le había tocado el talón de Aquiles a su amigo, que siempre había soñado tener mínimo 1.80 de estatura. No cabía duda, cada quién tenía sus deseos no cumplidos, en un arcón bien escondidos en lo más recóndito de su alma. Por ejemplo él, siempre había deseado tener un pichón más gordo y hasta había comprado esas pomadas que se anuncian en las revistas como tvynovelas que se dedican al chisme y al despelleje de las moralidades ajenas.

 -Luis Enrique, mira, mira quien está aquí.

-No lo creo, Juan Carlos… El guapísimo de La Ceiba….

-Andrés Maríni, el hijo del dueño de Via Appia. ¡Huay!, vamos a contactarlo, a lo mejor y dormimos calientes esta noche….

-Mira nada más lo que dice este cabroncito: que quiere hacer trío…

-Oye macho, qué esperas, como dice Talía del Perpetuo Socorro, la chacha de mi casa: “a lo mejor es chicle y pega”.

 Y los dos amigos se pusieron a  escribir como poseídos por el dios de la lujuria. Tan fue así que ese mismo dios, los bendijo y esa noche húmeda de junio, en la casa de playa de los papás de Juan Carlos, nació el Trío Himeneo, especialistas en cumplir fantasías insólitas.

       “He sido infiel igual que todos.

         He engañado a mi pareja para coger con un amigo, he engañado a mi amigo para coger con su pareja, le engañé a él para que cogiera conmigo. Me han traicionado igual que ha todos: en mi cara o a mis espaldas, con mis amigos y con mis enemigos; en antros, restaurantes, hoteles; todo huele a sexo. He traicionado y me han traicionado igual que a todos.

 Cada vez me duele menos..”

EL  DULCE PAJARO DE LA JUVENTUD

 La mujer casada siempre es más benevolente con el amante que con el marido.

Eso lo supo desde adolescente Támesis Ruvalcaba, aprendió y gozó en la ciudad de México con las mamás de algunos amigos suyos y lo siguió practicando durante su vida en Mérida.

 Esas mujeres que pretendían ser jóvenes eternamente, vestidas de sedas japonesas pintadas a mano, tafetas francesas y encajes de Bruselas al igual que las modelos del Vogue francés o el Harper Bazar gringo: Twiggy, Penélope Tree, Verushka o Donayle Luna…Mujeres nerviosas de pestañas postizas y medias de colores o medias barnizadas de plata u oro, mujeres que querían vivir la vida como en los años veinte, ante el inminente desplome de una sociedad pasada de moda e intolerante como anciano avaro y mezquino. Mujeres liberadas que tomaban pastillas anticonceptivas y bebían y bebían y fumaban y fumaban como en las películas gringas. Que se soñaban personajes de una película de Antonioni, rodeadas de sillas en forma de mano de Friedeberg, vestidas por Valentino. Mujeres que asistían con sus maridos a la Muestra Internacional de Acapulco y a cuanto sarao se les cruzara en el camino. Mujeres que compraban Kena, y leían a la China Mendoza, Elenita Poniatowska, Griselda Alvarez y Margarita Michelena. Mujeres olientes a Dior, Madame Rochas, Jean Patou y Caron. Frágiles como gatas de porcelana china de la dinastía ¿Ming?, liberadas que todavía usaban fajas playtex y que necesitaban urgentemente un amor mientras se divertían en la boite de nuit o la discoteca de moda oyendo a Mike Jagger cantar Honky tonk woman. Suspiraban porque Jim Morrison les encendiera su fuego, mientras fumaban marihuana a escondidas. Mujeres cuyo estilo de feminidad estaba llegando a su fin, convirtiéndolas en princesas exiladas de su propia mujerilidad.

 El calor hace a los seres humanos más ardientes y proclives a dejarse ir, navegar en la sensualidad y la sexualidad atroz y desesperada, inconsciente.

 Y en Mérida el calor hacía que las mujeres bebieran desde la mañana y al resplandecer la tarde antes del crepúsculo. Era cuando se convertían en bestias doradas que deseaban ser adoradas, amadas, usadas como putas, como las mujeres que no eran y soñaban ser en las alcobas refrescadas por el aire acondicionado.

 Sus aventuras amorosas le hacían sentirse un moderno y adolescente Casanova que retoza entre las sábanas y las piernas de las bellas de la corte de Venecia o París.

 Cuando Fernando se enteró de los deslices de Támesis, le presentó a don Luis Acevedo, quien representaba para él, al Giacomo Casanova yucateco.

  • En serio Támesis, si ya leíste las memorias de Giacomo y la descripción de cómo la seducción puede ser un arte, tienes que conocer a este señor, en serio, es increíble.

  Fue así como Támesis se encontró con el maestro como lo llamaba su amigo. Y realmente fue un maestro para él, pues sus enseñanzas habían perdurado a través de los años. El claro ejemplo fue cuando murió la que supuestamente era su última amante a quien denominaba como “la vieja”, pues ante el estupor de Támesis y Fernando, don Luis era un hombre mayor de setenta años y que por los excesos desde la pubertad, su salud y su presencia física habían mermado demasiado. Pero increíble, a pesar del desastre orgánico, seguía teniendo esa luz, ese brillo y ese encanto innato del seductor. Tal vez esa fue la razón por la que muerta “la vieja”, tomó a la hijastra como suplente, una mujer de treinta años de no muy mal  ver, el único pero que le veían Támesis y Fernando eran sus dientes picados y que ellos adjudicaban a que mascaba mucho chicle motita.   

 Fernando un poco más joven que él fue uno de sus grandes amigos en Mérida, los otros fueron Mundo Zaldívar, su primo Miguel Peón y Cuxo Tenreiro.

Fernando Muñoz Castillo

Escritor, hacedor de libros objeto, dramaturgo y director de teatro. investigador e historiador de teatro y cine. curador y museógrafo. periodista cultural. ha publicado varios libros.

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