En el editorial del número 4 de la Revista Digital de la Casa de la Historia de la Educación de Yucatán, la Maestra Effy Luz Vázquez López señala que “para dar esta batalla contra la sinrazón estamos los maestros, las escuelas, los libros”. Se refería a la batalla histórica que desde la trinchera de la educación se libra para erradicar falsos tabúes y falsas doctrinas que “vulneran la libertad de conciencia” y que tanto daño nos ha hecho como nación.
Palabras sabias y necesarias en tiempos de incertidumbre e ignominia, donde el asunto de los libros de texto propuestos por la SEP se ha politizado a un grado deplorable antes que centrarse en su utilidad para la educación de millones de niños mexicanos. Porque desde donde se le analice, la educación, de la mano de maestras y maestros comprometidos, han marcado una diferencia trascendental para el desarrollo óptimo de nuestra sociedad y de nuestra configuración como nación.
Resulta penoso y lamentable el nivel de discusión en torno a los libros de texto. Penoso, porque el análisis que decenas de medios de comunicación replican sin cotejo alguno, sólo redunda en dichos y opiniones antes que en una revisión exhaustiva de la colección de libros que la SEP propone para el ciclo escolar que dentro de algunos días comenzará. “No vale que tomemos unas capturas de pantalla y que digamos que ese es el contenido de todos los libros de texto”, advirtió en una entrevista la Dra. Rosalina Romero, Investigadora del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM.
Y es que quienes han alzado y vociferado falsas polémicas, son los mismos ojos viejos y las mismas rancias voluntades que en vez de priorizar la importancia del libro de texto como herramienta didáctica, se llenan la mirada y la razón con la paja de la testarudez política, cometiendo atrocidades como lo ocurrido en Chiapas donde se quemaron ejemplares, no menos lamentable que la cancelación de la distribución de los libros en algunos estados, la argucia jurídica en detrimento de la educación mexicana.
Ciertamente es una labor extenuante la revisión de más de 90 libros, incluyendo los de secundaria y telesecundaria, con más de 300 páginas cada uno. Pero basta con detenerse en los libros de algún grado en específico, o hasta en un libro en particular, para realizar un análisis y desdecir lo que los medios de comunicación tradicionales con tanto “horror” replican a la más mínima oportunidad. No existe en ellos un discurso doctrinario, pero sí un importante cambio de paradigma.
El Dr. Ángel Díaz Barriga, Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM, señala que esta colección de libros no tiene la lógica del pasado, sino que se trata de una nueva propuesta. Explica que anteriormente los libros estaban configurados por lecciones y prácticamente se convertían en el programa del curso a seguir. Este cambio de paradigma (ya que ahora se basa en la realización de proyectos) es lo que ha causado el desconcierto que se está viviendo. Pero el Dr. Díaz Barriga señala algo fundamental, y que no debe pasarse por alto: “el libro requiere que los docentes lo trabajen como un instrumento de apoyo”.
A fin de cuentas, siempre ha sido el magisterio educativo, con sus maestras y maestros comprometidos, quienes dan la cara frente a grupo, frente a la sociedad y frente a los cambios sustanciales que han ocurrido en materia de educación. Históricamente son quienes han tenido que traducir o adaptar la pedagogía de los diferentes programas y propuestas educativas a los educandos. Por eso su papel es fundamental para la educación mexicana, y por eso hay que dotarlos de las herramientas necesarias en cuanto a cursos de actualización y pedagogía.
No se puede soslayar el papel fundamental del magisterio educativo en lo referente a los libros de texto que propone la SEP actualmente, son ellos quienes podrán potencializar en el aula y frente a grupo la propuesta educativa de la actual administración. A pocos días de iniciar el nuevo ciclo escolar sería un error muy grande frenar la distribución de una herramienta importante para la educación como lo son los libros de texto. La instancia encargada (CONALITEG) cuenta con décadas de experiencia y no se trata de un grupo reducido de personas quienes crean los libros como falsamente nos han hecho creer los medios, sino de todo un equipo y procesos técnicos que se coordinan para hacer posible un libro de texto. Y en este sentido, en este sistema democrático en el que vivimos, tenemos que confiar en nuestras instituciones.
La Dra. Rosalina Romero, en su revisión, comentó en relación a los libros de texto que “los campos formativos en que están integrados van en consonancia con los planes y programas”, por lo que como sociedad debemos dilucidar entre las diversas voces que avalan o rechazan la propuesta de la SEP, y al final ofrecer ese voto de confianza.
Sin embargo, los medios de comunicación insisten en tergiversar la información en torno a los contenidos, y el juego sucio se acrecienta a la par de las campañas políticas que, esas sí, están fuera de tiempo y de lugar. Eso ha afectado en gran medida varios procesos de la vida pública y política en el país.
Algunos especialistas en contra de la política educativa incluso pareciesen contradecirse en sus opiniones. Es el caso del Dr. Raúl Rojas, experto en Inteligencia Artificial quien para la agencia de noticias Deutsche Welle para Latinoamérica declaró que los niños “no van a aprender nada con esos libros”, como si la educación dependiera únicamente de las publicaciones escolares. El experto critica el hecho de que “ya no se va a aprender nada de manera sistemática, haciendo ejercicios, sino resolviendo problemas sociocríticos”. Que los educandos, de manera grupal, desde las aulas, discutan la posible resolución de un problema de la comunidad (como podría ser el problema de la basura, por ejemplo) para el especialista es un problema grave porque desde su óptica los niños no saben resolver problemas.
¿No en su argumento contra los libros de texto radica el potencial de la nueva escuela mexicana donde los alumnos son partícipes del desarrollo de su comunidad? ¿Por qué todavía la vieja creencia de que los niños no pueden aportar ideas innovadoras? ¿Por qué no desde la infancia se puede aprender a resolver en vez de memorizar respuestas que no necesariamente resultan útiles en la vida cotidiana?
En Yucatán hay antecedentes históricos de esta pedagogía de la acción, que es aprender haciendo. La Escuela Racionalista propuesta por José de la Luz Mena en la época del gobierno de Felipe Carrillo Puerto a inicio de la segunda década del siglo XX, proponía que los alumnos realizaran una revista llamada Oriente, donde los educandos participaban en la elaboración de la publicación escolar, desde cuestiones técnicas de encuadernación hasta la realización de los artículos que contenía con temáticas diversas. Los alumnos aprendían haciendo la revista desde su escuela racionalista en la Chuminópolis. Aprendían aritmética al encargarse de la distribución, lengua en la redacción de los textos, y así diversos temas que eran expuestos como si la publicación fuera una extensión del salón de clase. En la pedagogía de la acción acontecía una educación integral hoy todavía tan necesaria.
En los nuevos libros de texto de todos los grados, en la página de presentación, aparece una misma introducción con el siguiente párrafo de entrada:
<“No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro”, decía el poeta andaluz Federico García Lorca, asesinado por pensar diferente y por desear un mundo mejor para los suyos, para los humildes, para quienes aún conservan un alma pura, solidaria, que no discrimina a las personas por su color de piel, su género, sus preferencias sexuales o por no tener un peso en la bolsa. Era un soñador, un idealista, creía que la cultura sería la llave para el cambio, creía en los libros. ¿Tú aún crees en ellos?>
Quizá este párrafo inicial, dirigido a los padres de familia, a los estudiantes y a la sociedad mexicana, es lo que escandaliza las “buenas conciencias” de muchos mexicanos en todas partes del país. Especialmente en los que se rehúsan a aceptar que vivimos un tiempo de cambio que va más allá del régimen político, y que profundiza en las raíces de nuestro ser, aquellos basamentos que nos mantienen sobre esta vida disonante y compleja, preguntándonos cuál es nuestro papel sobre esta tierra. Quizá es el asomo de un nuevo humanismo que esperemos no se vea entorpecido por la infamia y el desdén político.
Porque, respondiendo a la pregunta del texto introductorio, necesitamos seguir confiando en los maestros, las escuelas y los libros.