Bienestar Espiritual

Oración: “El corazón de nuestros hermanos estará seguro, ¡no tendrá temor!

¡Finalmente verá derrotados a sus adversarios!” (Salmos 112:8)

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

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Padre Santísimo: ¡Bendito y glorioso inicio de esta nueva semana!

Hoy hemos recibido noticias de unos de mis grandes hermanos del alma del sureste y otros del centro del país que se sienten atados a fuerzas oscuras; que ven que para ellos las oportunidades se alejan; que sienten que el aliento de salud, de paz, de seguridad y de prosperidad cada día está más distante y debilitado; que aún los amigos del ayer los desprecian y les dan la espalda, tratándolos como seres cuya salación “es maligna y contagiosa”; y se deprimen y lloran porque ya no encuentran consuelo ni siquiera en Ti, oh Padre Santísimo.

Esta noche que está a punto de terminar, invito a mis amigos a que se unan a esta causa, porque, ¡no he dormido! He estado pensando en ellos y he visualizado que, en verdad, se encuentran bajo la influencia de fuerzas tremendamente oscuras y, debido al éxito del ayer donde hubo abundancia, libertinaje y derroche, el dinero se les ha acabado, sus negocios que fueron prósperos, la envidia de sus falsos amigos, especialmente la de sus amigas de ocasión, los han puesto bajo la opresión de demonios, que, durante estos últimos años, casi han acabado con ellos. Si hoy aun están con vida, es porque Tú, nuestro Dios y Padre, quieres hacer algo en favor de ellos, porque los estás destinando para algo excelente y extraordinario. ¡Perdónalos!, porque debido a su ignorancia no aprendieron el principio de la Sabiduría:

“El que no está conmigo, está contra mí; y el que ¡NO RECOGE CONMIGO, DESPARRAMA!” (San Mateo 12:30).

Padre Santísimo: En este momento, Te agradecemos porque nos has revelado que aun a la distancia podemos encausar nuestras energías de la gracia divina y en el Nombre de Tu Amado Hijo Jesucristo, salir a romper sus cadenas, a librarlos de esos yugos de esclavitud y a arrojar toda hechicería, toda maldición y todo encantamiento que les impide ser, NO LO QUE FUERON, SINO LO QUE DEBIERON SER: TUS HIJOS QUE EN VEZ DE DERROCHAR SUS FORTUNAS, HUBIERAN HECHO GRANDES OBRAS EN BENEFICIO DE TANTA MISERIA.

En este momento, Padre Santísimo, solicitamos al Espíritu Santo energía, valor y protección para luchar con nuestro espíritu unidos al Suyo. Suplicamos a Tu Hijo Amado, nos envíe un ejército de Ángeles que nos acompañen a la liberación, a romper cadenas, a quebrar puertas, a deshacer hechizos, a desencantar, a arrojar estos demonios al mismo seno del infierno, porque nuestros hermanos son hijos Tuyos, oh Padre Santo, llevan impresa Tu Divina Imagen y están destinados a ser semejantes a Ti en acción movidos por el poder de la gracia.

En estos instantes, auxiliados por Tu gran poder, por Tu gran amor, por Tu gran favor y por Tu gran misericordia y con el poder de nuestra palabra, ordenamos con vigor:

¡Demonios, servidores de Satanás, agentes de maldad, brujos, brujas, entes de la oscuridad! ¡En el Nombre Omnipotente de nuestro Divino Salvador Jesucristo, les mandamos que liberen a todos mis hermanos, parientes y amigos de estas malditas cadenas, de estos hechizos, de estos encantamientos, ¡de esta oscura y enfermiza situación y jamás vuelvan a retornar a ellos! Ellos de ahora en adelante están bajo el poder del amor divino y nuestro Padre Santísimo los protege, los recibe con sus brazos abiertos, les brinda todos sus favores, los fortalece en su espíritu, les infunde sabiduría, los fortalece su inteligencia, su alma y sana todas las dolencias de su cuerpo.

¡Gracias, Padre Santísimo! ¡Mil veces Te agradecemos! Ahora, no nos resta más que vivir más y más intensamente el tiempo que nos des aquí en la tierra. ¡Infunde en nosotros un amor apasionado que sepa y pueda luchar, pero siempre acompañado por legiones de ángeles que nos aseguren la victoria! ¡Ya visualizamos libres a todos Tus hijos que en nuestra mente hemos mencionado! ¡Ya vimos que las cadenas se han roto, los hechizos, encantamientos y maldiciones ya han llegado a su fin!

Ahora, nuestras más fervientes oraciones se dirigen a fortalecerlos en el poder del Espíritu Santo, a acercarlos a Ti, a conocerte a Ti y a Tu enviado Jesucristo. ¡Solamente así estaremos seguros que la victoria realmente es nuestra!

Padre Santísimo: “El corazón de nuestros hermanos ya está seguro, ¡no tendrá temor! ¡finalmente verá derrotados a todos sus adversarios!” (Salmos 112:8) Padre Santísimo: ¡Bendito, alabado, adorado y glorificado seas desde ahora y para siempre! Amén.

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