Para comenzar, debo de decir que en estos días electorales que traen de cabeza al país, en mi vida solamente he votado en una ocasión y emití mi voto y fue para mí, por Conrado Roche Reyes.
Se supone que México es una democracia laica y federal, cuando todos sabemos que no es ni democracia ni laica y mucho menos federal. Vivíamos en un gobierno presidencialista elevado a la ‘n’ potencia, es decir, también que en la nuestra era una república sexenal de un solo hombre. El gran escritor, premio Nobel, Mario Vargas Llosa la definió con la más y total exactitud. Expresó, México, es la dictadura perfecta. Y sí, en efecto, nuestros preclaros políticamente correctos declaran su desprecio a los países en que aún persisten las monarquías. Declaró, aquí solemnemente, que ningún rey emperador da la vida de lujos. Despilfarros de la vida y muerte de sus súbditos que el más excéntrico que en cualquier otro país, aquí en México, el presidente era tan omnipotente como si fuera una divinidad en la tierra.
Nuestra democracia se reduce solamente al día de las elecciones o votaciones y es relativamente muy reciente. Recuerdo cuando niño, en la primaria, las mujeres aún no tenían derecho al voto hasta el año 1956. Posteriormente la ley decía que se era ciudadano mexicano “los varones de 18 años, si son casados, y a los 21, si no lo son” y ellas hasta los 21 años. En pocas palabras, jamás creí en la democracia del sufragio sin ego por azares del destino y la conjugación de Murano con Plutón, partícipe muerto de la risa como candidato a regidor y mi amigo, el Dr. Carlos Bojórquez, para alcalde de Mérida por el recién firmado Partido del Trabajo (PT).
NUESTRA CAMPAÑA FUE SUIGENERIS: acudíamos a los barrios marginados, en donde reunimos a los principales grupos de rock de la época, todos ellos de la corriente trash. Formando nosotros los candidatos, parte tocando en nuestra propia banda. Me enorgullezco de haber sido y formar parte en una campaña política en la que se tocaba música de rock and roll. Por cierto, hoy sábado 3 de junio tocan en zócalo de la capital los Fabulosos Cadillacs.
Finalmente llegó el día de las elecciones con sus respectivas avatares, comilonas y pedilonas. Personalmente me pasé todo el día de la votación que me correspondía instalar cerca de mi domicilio, por donde vivían toda mi familia y muchos amigos y conocidos. Obviamente yo voté por mí. Mis sobrinos primos y demás parentela emitían su sufragio con la mayor naturalidad del mundo, me enseñaban que habían votado por mi persona. Al cierre de la votación. Contabilicé 29 votos a mi favor. Urnas transparentes, vi con estos ojos, que los gusanos se han de comer, como caían mis votos en la misma, no me moví ni un instante sin quitarle la vista a la urna. Ya anocheciendo se hizo el conteo de los votos. Y de aquellos que yo vi (29), aparecieron solamente 3, todos los demás para el PRI y algunos otros para el PAN. Y MIS TRISTES TRES TIGRES. La pregunta es a ¿Qué hora y cómo le hicieron?, no lo se, pero desaparecieron esos votos. Fin.