Cultura

La migración, problema del siglo XXI

La migración, problema del siglo XXI

Podemos decir que este segundo milenio tiene como característica una verdadera gama de desastres, ya sean naturales o provocados por el hombre. Tal parece que los cuatro jinetes del apocalipsis han esparcido su siniestra sombra sobre el planeta tierra. Y esto se ha visto reflejado primordialmente como sucede durante las catástrofes que se han cernido sobre los hombres. Su principal y más notorio daño colateral se ve reflejado en el máximo signo en estos desastres en forma de migraciones, fenómeno global. Los países de Europa se han visto rebasados por dicho suceso. Al igual que los países de Norteamérica, es decir, Canadá, EE.UU. y México. Nuestro país siempre ha recibido con los brazos abiertos a los migrantes (hay que recordar el enorme exilio de los republicanos españoles). Sin embargo, durante estos últimos años, una gigantesca ola de seres humanos desarraigados, provenientes en un noventa porciento de Centroamérica, aunque los hay de Sudamérica, el Caribe, África, incluso Asia. Como se trata de miles que tienen que atravesar para llegar a EE.UU., en su paso sufren lo indecible en todos sentidos. Nuestro gobierno ha tenido que ingeniársela sobre la marcha para que estos infelices paupérrimos que caminan día y noche bajo la lluvia, el calor y sufren maltratos y hasta crímenes, hayan tenido que instalar a la carrera improvisados albergues en donde predomina el hacinamiento y la insalubridad, que pese a la buena voluntad de personas y organizaciones piadosas es imposible lograr que aquello no resulte un lugar INHUMANO. Sin embargo, al menos en dichos refugios sus vidas no corren peligro.

Y para colmo, para completar esta especie de Armagedón, estalla una guerra en Europa del Este. En el lejano país de Ucrania. Irremediablemente los países tuvieron que dar la mano a la gente que huye de aquel horror. Más migrantes. México no pudo ser ajeno a este tipo nuevo de migración y acepta a un grupo de refugiados de la guerra con Rusia.

rel="nofollow"

De los primeros inmigrantes de los que hablamos, es decir, los centroamericanos, algunos empresarios piadosos ya habían empleado en sus negocios a bastantes, sacándolos de aquellos inmundos lugares llamados albergues.

De Ucrania habían llegado cuarenta y seis refugiados a los que se alojó en un albergue. Varios de los más ricos hombres de México acudieron a dicho lugar, pero no se trataba de un cuchitril como los anteriores. En un agradable galerón con cómodos y agradables dormitorios alojaron a esta gente que huía de casi el infierno. Los empresarios mexicanos acudieron con la sana intención de darles, ofrecerles en sus respectivos negocios un trabajo y sueldo más que dignos. Los inmigrantes eran cuarenta y seis, nuestros mexicanos de inmediato ofrecieron trabajo, casa y comida al primer grupo de seis, prometiendo regresar por el resto. Esos seis escogidos abandonaron el albergue ese mismo día. Se trataba de seis frondosas y rubias ucranianas de rostros hermosos y caucásicos con ojos azules. Para esto, dos de nuestros ricachones ya se venían peleando por una de estas “sufridas” chicas, gritándose mutuamente: “¡no, es mía, yo la vi primero!”. El caso es que cada una de ellas se convirtió de la noche a la mañana, sin siquiera hablar nuestro idioma, en la asistente personal de cada uno de sus “benefactores. Mientras, en el otro albergue cercano se apilaban quinientos seres humanos desarrapados.

Deja un comentario

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba