
En los rostros de los hombres podemos ver las magulladuras de su historia.
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Dios al crear al hombre se convirtió en un poeta maldito.
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A veces nos cubre la amargura, esa especie de odio por uno mismo, ese latifundio interior.
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Cuando alguien se encolerice en tu presencia, no contestes, no respondas, mantén tu dignidad al margen, observa a esa pobre alma que ha caído tan bajo, diviértete.
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Somos como la anfisbena: un proyecto interminable.
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Para un deprimido abrir los ojos es ya, desgraciadamente para él, una victoria.

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Carne: máscara del esqueleto.
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La terrible vejación de vivir, de sufrir.