Cultura

Erick Ávila, “Cuxum”, un triunfador irrefutable

Erick Ávila, “Cuxum”, un triunfador irrefutable

Para cada temporada teatral del cómico yucateco Héctor Herrera, “Cholo”, compraba mi boleto que se convertía en más de una hora de carcajada suelta. Nunca me perdí una de sus obras teatrales. Dejé de ser su público, hasta que me convirtió en su coreógrafo y entonces miraba su trabajo entre bambalinas o detrás de una puertecita que daba a la sala de espectadores. Fui coreógrafo de varias de sus comedias, acompañado del excelente director musical, Víctor Zayas.

Cuando existió el Teatro Yucatán, en la calle 62, en las cercanías de Paseo Montejo, asistí varias veces a él para comprobar el éxito que tenía un actor decidido a continuar con las temporadas de teatro regional, al estilo “Cholo”. Se trataba del “Cuxum”, o Erick Ávila. El teatro de éste actor estaba alejado del Centro de la ciudad, considerado tradicionalmente, como el mejor sitio para un exitoso desarrollo de cualquier actividad de ese género. ¡Pues, no! Erick Ávila rompía ese tabú. Cada obra suya estaba llena de público y tardaba en cartelera bastante tiempo.

Erick Ávila ha inaugurado un nuevo sitio escénico, de nueva cuenta muy alejado del Centro. Ahora en una plaza de Paseo de Montejo. Quise asistir a función inaugural, y me fue imposible, a la siguiente semana hice programación y una incomodidad física me impidió acudir al teatro Yucatán. El domingo 21 mayo, lleno de ilusiones, fui hasta ese sitio con la idea de cerrar un fin de semana en el que había visto ballet y escuchado un concierto de música muy agradable. Desde la entrada, se veía un gran movimiento de vehículos, el estacionamiento estaba lleno y se veía mucha gente en la puerta del teatro.

Frente a la taquilla, recibí la “triste información” de que “¡ya no quedan boletos, ni uno!”. Me da enorme gusto, le dije a la taquillera: ¿puedo comprar para la semana próxima? Prendió su celular, vio que había boletos ya comprados en línea y me expuso el plano de las butacas. Compré boletos, de una buena vez, para la semana próxima.

Al ver tanto coche de marcas caras y a tanta gente bien vestida a la entrada del teatro, me pregunté “¿pues, no que el teatro regional es para las clases populares?” Nunca me lo pareció, pues desde “Cholo”, los dos estacionamientos cercanos a su teatro se llenaban de carros buenos. Y hacían acto de presencia, en cada temporada, personalidades sociales, culturales, políticas y artísticas.

Tener una compañía teatral y hacer funcionar un teatro de manera constante, significa un trabajo titánico y un compromiso económico tremendo, riesgoso. Y eso, no cualquiera lo hace. “Cholo”, siempre repetía que “lo primero es sacar la nómina de actores y músicos, luego técnicos, administradores y al final, la nómina de la empresa”, que era, él mismo.

Quienes hemos sostenido alguna agrupación artística, sabemos cuánto ajonjolí lleva el mole y cuántos desvelos y trabajos, sin horario y honorarios, se deben realizar.

Desde esa perspectiva, Erick Ávila, “Cuxum”, se convierte en una persona fuera de serie, en alguien que no fabula con la historia del teatro regional, porque lo hace, se compromete por él a costa de todo. ¿Cuántos famosos actuantes de teatro regional harían algo parecido el día de hoy?

Existe una pléyade de personas dedicadas al teatro regional, unos buenos y otros menos buenos, que prefieren poner la mano y recibir su salario de un empresario, que lanzarse a la tarea de tener un teatro propio, una compañía teatral propia y realizar prolongadas y exitosas temporadas de teatro regional. ¿Por qué no lo hacen?

Wilberth Herrera y su teatro “Pedrito”, con sus famosas Titeradas, fue otro mimo que de manera independiente desarrolló, a lo largo de muchos años, un trabajo que fue presenciado por miles de niños, que, ya convertidos en ciudadanos, le daban las gracias a don Wilberth, por haberles regalado tanta felicidad en su infancia.

En esta historia, me surge una triada teatral fabulosa: Héctor Herrera “Cholo”, Wilberth Herrera, el “Titerechevere”, y Erick Ávila, el “Cuxum”.

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