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El transporte foráneo y sus problemas

El transporte foráneo y sus problemas

Empleadas domésticas, trabajadores de talleres y construcciones, estudiantes, esperan angustiados desde las 4 de la madrugada de un lunes que haya espacio en alguno de los autobuses o de los taxis colectivos que pasan por el pueblo.

            Están a menos de 60 kilómetros de Mérida, pero todos los vehículos de transporte público están atestados, e incluso las combis o “vans” llevan un número de gente superior al permitido, con toda la incomodidad y riesgos que ello trae consigo. De ese grupo que espera, cuando mucho logrará subir uno a cada vehículo, pero la mayoría tendrá que resignarse a esperar varias horas, cuando el flujo de pasajeros haya disminuido, o mejor regresarse a su casa.

            Los días siguientes tendrán algo menos de dificultades y las probabilidades de encontrar espacio aumentarán un poco. Sin embargo, en todo caso siempre tendrán que enfrentarse a dos contratiempos. El primero es cuando se aproximan a Mérida y se ven obligados a formar parte de una larguísima fila de vehículos e ir a vuelta de rueda hasta llegar al Anillo Periférico. El tiempo es casi equivalente al que les llevaría el traslado desde su pueblo en condiciones normales, por lo cual podemos decir que lo que tardan en llegar se va al doble. Es posible que una vez en la ciudad se encuentren con remodelaciones en las calles céntricas y ello vuelva a generar un embotellamiento y un nuevo retraso.

            Una vez llegados al destino deberán caminar a toda prisa hacia los paraderos del transporte urbano donde les esperan enormes filas de pasajeros y si les va bien tendrán que esperar a que se hayan llenado dos camiones o combis para lograr subir al tercero, igual de atestado.

            A la suma de dinero gastado -un buen porcentaje de lo que será el salario del día- hay que agregar el número de horas empleadas en trasladarse, el estrés de la espera y de la saturación y los riesgos que se corren debido a la alta velocidad que en los tramos libres acostumbran emplear los conductores para compensar el tiempo de los embotellamientos.

            En todo este asunto del transporte foráneo estamos ante una situación escasamente atendida, creciente cuantitativa y cualitativamente en sus problemas y que se está volviendo cada vez más una práctica diaria muy irregular y complicada. De no atenderse desde ahora, tendremos en poco tiempo una desmesurada maraña difícil de resolver, con toda una serie de conflictos anexos.

            Afrontarlo requiere de una planificación compleja que compete al gobierno estatal y a los municipios, al igual que a las empresas de transporte. Hace falta un mayor número de unidades, con mayor capacidad y adecuado mantenimiento, además de un constante mejoramiento de las carreteras.

            Y en esos planes deberá considerarse la equidad entre los municipios grandes, medianos y pequeños, para que estos dos últimos dejen de ser los más afectados, pues por lo general sólo son puntos de paso de las unidades de transporte, que desde su sitio de partida ya vienen repletas.

            Este problema del transporte foráneo lleva muchos años de no atenderse, por lo cual se ha ido volviendo un problema social cada vez más serio. De seguirse con la misma omisión terminará derivando en anómalas situaciones económicas, ambientales y de vialidad, dañinas para todo el estado, sobre todo con particular afectación a la capital, Mérida.

Jorge Cortés Ancona

Licenciado en Derecho, con Maestría en Cultura y Literatura Contemporáneas de Hispanoamérica. Es egresado del Doctorado en Literatura de la Universidad de Sevilla con una tesis sobre teatro y boxeo, y cuenta con un DEA (equivalente de maestría) de la misma institución. Ha impartido clases y cursos en diversas instituciones educativas y culturales sobre literatura e historia de las artes visuales. Ha escrito numerosos artículos y entrevistas sobre temas culturales y figura en varias antologías de poesía.

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