
Cada día olvidamos el pasado. Anulamos su futuro.
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Los caminos de la envidia, las anchas carreteras del rencor.
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Los días nos rebasan, nos ahogan con sus instantes inexpugnables, con su sintaxis del acabamiento mutuo.
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Las obsesiones son las peores confesiones.
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Empezó a elogiarse a sí mismo. Cuando se dio cuenta, hasta su esqueleto ya se había marchado.
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Al final del siglo, vivimos como en la época de los grandes descubrimientos: una especie de nova delineatio orbis terrarum.
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La vida: regocijada flor de la Nada.