Cultura

Lágrimas y maquillaje

Lágrimas y maquillaje

Sentados en la mesa de un café, por cierto lleno de gente y en un ambiente murmurante, me platicaba su historia. Expresó que desde pequeño gustaba de jugar más con las niñas. Los juegos de los varones nunca le atrajeron, ya que era un chamaquito muy sensible. A medida que crecía, sintió que no era igual que sus demás compañeros. Desde adolescente, feminoide. Desde los trece años tuvo su primera experiencia sexual con un compañero de la escuela. Se sentía prisionero de su verdadera realidad. A partir de los quince años se comenzó a juntar con otros chicos de las mismas tendencias. Fue a esa edad que no pudo más y le comentó a su madre que no le gustaban las chicas, que a él, lo que le gustaba eran los chicos.

Su madre no alcanzaba a comprender, pero lo peor vino con su padre, que le propinó la primera de las múltiples palizas que recibiría a lo largo de su vida. Durante años sostuvo relaciones con muchos chicos. Pronto se dio cuenta de que cuando alguno de aquellos le gustaba sobre manera, le atacaba un amor y una pasión desmedida, y con algunos otros era simplemente el mero acto sexual. Tuvo que trabajar duro en diversos y contradictorios empleos para así poder mantener a sus “maridos”, como les llamaba.

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Al mirar sus genitales se odiaba a sí mismo. Él se sentía una mujer aprisionada en el cuerpo de un varón. La idea de transformarse físicamente al sexo femenino siempre rondó por su cabeza, pero aquello era una difícil decisión. Durante años vivió como homosexual, pero aquel deseo de ser una verdadera mujer jamás lo abandonó. Por entonces, una operación de cambio de sexo era sumamente peligrosa, no era simple peligro de cualquier cirugía, sino que tenía conocimiento de que varias personas habían perdido la vida, además no se trataba simplemente de la cuestión física. Tuvo que pasar por largos periodos de inyecciones hormonales, terapias psicológicas y psiquiátricas para obtener así autorización de su anhelo de toda la vida. Finalmente obtuvo el permiso médico después de pasar por implantes para darle forma femenina a su cuerpo.

Y llegó el día añorado. Habiendo sido uno de los homosexuales más solicitados, pensaba que ahora, siendo una gran mujer le lloverían novios y amantes. Fue en ese instante de la plática en el café, que unas lágrimas rodaron por sus mejillas. Ya vestido con ropa y maquillaje femenino, se quejaba de que ya nadie se le acercaba. Su interlocutor le expresó que esa situación se debía a que se había decidido después de los cincuenta años. Y permíteme que te lo diga -ya estás vieja- esperaste demasiado. Entonces, ahora “ella”, que hasta hacía solo dos años, cuando era solo puto, hombres no me faltaban y ahora que soy mujer, aquellos mayates que casi se pelaban por mí, hoy no quieren saber nada de mí. Dicen que les doy asco. Y cuando se trata de uno que no sabe mi triste historia, no sé de qué manera se dan cuenta de que soy un “operado” y me dan mis buenas madrinas.

Entonces, pidiendo la cuenta con quien platicaba, que por cierto era un periodista y su amigo también, le recalco: “es que ya estás vieja”.

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