Seguimos enterándonos de accidentes en juegos mecánicos e instalaciones de eventos, con daños de todo tipo para el público. Aunque no siempre se hacen públicos los informes oficiales acerca de tales accidentes, es claro que éstos provienen de errores al armar los aparatos y de fallas de mantenimiento y supervisión de los mismos.
Todo ello podría ser originado por un conflicto entre los hechos reales y materiales de la vida circundante y las imágenes virtuales que se han adueñado de nuestra sensorialidad y nuestras rutinas. La falta de conciencia de esa dicotomía hace creer que lo que se ve bien está realmente bien construido y no hay preocupación por procurar que los mecanismos estén armados de una manera perfecta para su correcto funcionamiento y la seguridad de los usuarios y de los propios operarios.
Esta confusión mental acerca de lo que aparenta estar bien y por ello puede mostrarse y usarse sin considerar las consecuencias puede verse incluso en las situaciones más simples. Desde una mesa de plástico apoyada contra la pared y con sus patas colocadas sin encajar en los orificios del interior de la cubierta, dando la apariencia de firmeza y estabilidad, pero que se derrumba con irreparables daños cuando alguien asienta encima una olla de comida y una pila de platos hasta llegar a las desastrosas fallas técnicas en medios de transporte público por dejar piezas sueltas y no supervisar que todas las partes integrantes de los mecanismos estén bien ajustadas.
Para algunas personas ya existe dificultad en establecer los límites entre la imagen virtual de una estructura y la propia estructura física. Si la imagen luce perfecta entonces se asume que también su materialidad habrá de estarlo como si se tratara de una correlación exacta. Y como en el mundo de lo virtual es posible darle vuelo a la imaginación se proponen proyectos constructivos o mecánicos imposibles de llevarse a la práctica, ya sea por su complejidad para efectuarlos o por sus elevados costos.
Determinadas fuentes de información exaltan los valores de la virtualidad al grado de hacer pensar que terminará siendo inevitablemente la circunstancia dominante en que transcurrirá la vida humana. Que el mundo virtual es superior en sí mismo a la realidad material y que ésta terminará por ser sometida y controlada. Pero seguimos viviendo en un medio material, abundante en cosas tangibles, por lo cual es altamente riesgosa esa supeditación a la virtualidad.
Una falla casi general en la educación a todos los niveles es la ausencia de reflexión acerca de los alcances de la tecnología y sus aceleradas renovación e influencia en nuestras vidas. Se ha dejado de lado la necesidad de analizar casos específicos que estén ocurriendo y el modo de adaptarse a ellos, bajo la idea de emplearlos racionalmente sin ser dominados.
Por ejemplo, debería existir toda una campaña educativa para informar acerca de los alcances de la Inteligencia Artificial y el modo en que afectará a la sociedad y a las personas en lo individual. Cómo se irá aplicando en la práctica educativa y hasta qué punto será posible y conveniente ajustarse a ella.
Sin embargo, la educación en México ha ido muy lenta en relación a las nuevas tecnologías no sólo en su uso diario sino ante todo en el modo en que influyen en todos los ámbitos humanos. Mientras tanto, seguimos viendo cómo en nuestro mundo físico crece esa confusión de lo real y lo virtual, muchas veces con dramáticas consecuencias.