
Son las once treinta de la noche. Es la Noche Blanca y salgo de la exposición “Puño, palma, pulso”, de Gerda Gruber. Después de ver esta fulminante exposición no me voy a conformar con menos. Pregunto si puedo pasar al concierto que ya comenzó en el auditorio del Centro Cultural Olimpo. Amablemente me dicen que sí. Llego y veo de frente a un hombre joven con una guitarra. Nos dice con una voz firme pero agitada con un tono melancólico y emocionado que interpretará “Acuarela a Mérida”, de Miguel Ángel Gallardo.
Afuera hay mucho ruido. Entre camiones y lo que llega de otro concierto. Lo primero que pensé fue que la tenía difícil. Entonces empieza a tocar la guitarra. Y poco a poco va metiéndonos a todos a un universo absoluto. Acuarelas exactamente salpican a los que estuvimos ahí. Ni rastro del ruido exterior: el maestro Cecilio Perera ha logrado meternos a todos en un mar de atmósferas. Termina y todos acabamos emocionados.
Sé que hice bien en entrar -al azar- a este concierto. Sigue Peregrina, de Ricardo Palmerín. Al principio vemos y sentimos como Cecilio nos va dando otros matices, otras salidas de esta pieza. Escuchamos esta pieza histórica de Yucatán que nos hace imaginar que Luis Rosado Vega—el autor de la letra—, Ricardo Palmerín, Felipe Carrillo Puerto y Alma Reed se hicieron presentes entre nosotros de la mano de Cecilio Perera. Termina la maravillosa pieza y nos avisa que viene Sólo tú y Sueño. Esta última es una pieza con influencia de Schubert. Él precisa que toda buena música está interrelacionada. Nos mete efectivamente en un sueño.

Cuando uno piensa que nos han compartido todo, llega una pieza que no estaba en el programa. “Caminante del Mayab” … yo dije: quiero escuchar cómo un músico con solo una guitarra va a poder alcanzar el éxtasis que yo solamente he escuchado con una orquesta. La guitarra va como la pieza lo indica de menos a más. Con un impresionismo extraordinario en la que Guti Cárdenas logró la textura más sólida de su brillante carrera. Cecilio la va llevando sin desesperar, con mucho temple, rasgando las cuerdas como si fuera una canción que francamente me llevó a Beethoven y Megadeth… así la pieza se fue deslizando y transgrediendo a través de una interpretación sincera, frontal y total.
Todos nos emocionamos. Se sentía que nadie podía creer lo que estaba pasando. Se nos olvidó por completo el ruido de la calle y la bulla de los otros conciertos. Las manos del músico pasaban de las cuerdas a la guitarra utilizando esta para alcanzar un eco repetido y rítmico. Al finalizar fue bajando el ritmo hasta tocar poco a poco con dos dedos la última parte. Todos rompemos en un aplauso absolutamente sincero.
El músico cerró con La Mestiza una vez más usando la guitarra de forma no ortodoxa y recreando sonidos que nunca había escuchado. Cierra y todos nos paramos a brindarle los aplausos merecidos. Salimos y no sabemos dónde estamos. El mago Cecilio Perera nos llevó a latitudes del pasado al presente que únicamente sentimos en un sueño.
@raul.gasque