
“Puño, palma, pulso”, puño…. palma…pulso… no hay conjunción antes de la última palabra. Pura coma. Pongo las palabras en distintas posiciones separadas ante sí. Y las puedo digerir. No existe algo más fuerte que sea directa y orgánica. Gerda es lo que es y lo explaya en su exposición. Una extraordinaria muestra en el Centro Cultural Olimpo que resalta el trabajo de la artista más importante viva del horizonte yucateco—y en muchos sentidos de México—. Es así. Gerda ha construido absolutamente toda la inmensidad a base de estas tres. De lo más elemental, parte un poema visual que se despliega y que pega en el centro del corazón para quien visité la exposición. Gerda Gruber tiene, en un museo que ha puesto todo a disposición, un merecido mecanismo de exhibición que hace un punto y aparte.
La muestra abre con un texto minimalista. Que explica brevemente quién es Gerda y que dice en pocas palabras este es el universo de Gerda en Cholul. Lo hemos traído a ustedes para que contemplen y tengan la experiencia de estos tótems.

Así comenzamos con el “Catálogo de Semillas”. Esta obra son tres contenedores de barro antes pasado por un proceso de encierro y quema que conceptualmente nos advierten de lo más importante que tenemos en este planeta. Nuestras semillas y naturaleza. En la instalación las figuras reposan en un mar de cenizas. Muy probablemente capturadas del proceso original que se puede mirar en video a través de la página de gerdagruber.mx. Ahí, en un proceso antiquísimo Gerda entierra las piezas con sus colaboradores para verlas arder posteriormente. Todo está documentado. Después de días, sacan las piezas. Después de años están en una exposición reposando y viéndose exhibidas.
Uno sigue introduciéndose en la exposición. Lo que sigue son las “Yuyas”. Nidos hechos de henequén y otros materiales orgánicos. Penden del techo para mirarnos suavemente y hacernos sentir la conexión con ellas. Todos hemos estado en un nido. Es el origen de nuestras vidas. Privilegio sagrado materializado con una eco poética armónica por la Maestra Gerda Gruber.

Seguimos caminando y nos encontramos con una barca. Como quien espera está ahí. Reposando y esperando al próximo viaje del que zarpará. “Navegar hacia”. Este trabajo es un homenaje hacia todas las personas que fallecieron durante la pandemia acontecida recientemente. Cruces, bambú y contenedores del tamaño de un puño habitan en canoa de ritual sagrada. Bellísima. Reposa en la orilla de un mar subconsciente. Todo lo que vemos de frente es la inmensidad de la nada. La Paz llega a nosotros de forma sublime en esta obra.
Caminamos a otra sala y llegamos al taller de Gerda Gruber, de Cholul. Ahí árboles como guardianes nos reciben y observan. Es un paisaje y horizonte. Un hermoso despliegue de naturaleza e inspiración. Las piezas de madera, bronce, porcelana y arcilla aluden al jardín del taller. Las piezas pueden hacernos ver la humanidad de las piezas. Y cosas que la obra nos permite ver sin ver. Acá, no se necesita ver para poder estar ahí. Pero si uno goza de todos los sentidos esto nos confirma con una bofetada y ráfaga lo privilegiados que somos. Maderas que son ya otra cosa. Escrituras que se paran frontalmente para arrebatarnos la percepción de que somos los únicos que contamos. Los árboles y estas esculturas nos confirman la importancia de lo que nos rodea. Todas tienen una poética interna, un corazón.

Al fondo una mesa descansa con piezas hermosas que se dejan ver como si fuesen habitantes completos, hermosos e íntimos. Nos despiden para confirmarnos que los veremos en sueños. Un sueño que está trazado por Gerda Gruber con puño, palma, pulso y sobre todo un corazón fulminante.
La exposición “Puño, palma, pulso” está siendo expuesta en El Centro Cultural Olimpo de la Ciudad de Mérida.
@raul.gasque