
“DANIEL PROSPERÓ”
(Daniel 6: 1-28).
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Padre Amado: ¡Bendito Amanecer celestial en Tus miles de universos! Siempre hay mucho de qué esclarecer en Tu presencia y con la Luz del Espíritu Santo. Mis amigos y yo estamos muy inquietos porque vemos que son muy contados LOS QUE PROSPERAN y, quienes no, ponen diez mil pretextos para justificarse. Alegan que las circunstancias políticas, sociales, económicas, culturales y hasta emotivas, ¡NO SON PROPICIAS! ¡SON ADVERSAS! ¡SON TIEMPOS MUY INCIERTOS! Yo les he dicho que Tú eres el Dios más maravilloso y que si recibimos de Ti Tu aprobación, Tu inspiración, Tu bendición y Tu protección, ¿a quién o a qué vamos a temer?
Que, si Tú eres la defensa de nuestra vida, ¿Quién nos hará tambalear? Que, si Tú eres quien nos impulsa, ¿por qué vamos a dudar? Daniel, ese joven profeta, quien fue próspero, bendito, inteligente, sabio y afortunado en medio de un país tan adverso, tan difícil y tan racista, fue exitoso, seguro, confiado, feliz y hasta líder de gran impacto, que, en medio de dos reinados de Darío y de Ciro, reyes de Persia, experimentó el gozo de estar seguro de que Tu mano divina siempre estuvo con él y eso le bastó para ser lo que fue, para tener lo que tubo y para demostrar que ni la misma muerte lo amedrentó y lo hizo desistir de su fe y sus convicciones. Es esta porción de Tu Divina Palabra la que nos inspira esta mañana: “Así que Daniel prosperó durante el reinado de Darío y el reinado de Ciro, el persa.” (Daniel 6:28).
Aunque los mismos Sátrapas del reino de Persia, viendo la sabiduría y el gran poder de liderazgo que Daniel ejercía sobre el mismo Rey y sobre todos ellos, se confabularon en su contra. No encontraron nada de qué acusarlo ante el Rey, pero hicieron que el Rey firmara un decreto para condenar a todo aquel que NO ADORARA AL MISMO REY DE PERSIA. Daniel sin temor, oró fervientemente y más se fortaleció y Tú mismo hiciste que él fuera librado de manera admirable e increíble, porque Tú estabas favoreciéndolo por su lealtad, por su plena confianza y por su gran amistad que lo hacía diferente a los demás.
Padre Bendito: También nosotros, Tus amigos, ¡queremos marcar la deferencia! Deseamos ser siempre leales a Tu gran amor e iniciar un nuevo día llenos de Tu presencia, de Tu Amor, de Tu poder y de Tu fortaleza para demostrar a nuestro mundo que, ORANDO FERVIENTEMENTE Y A TEMPRANA HORA, SE LOGRA LO IMPOSIBLE, LO INCREÍBLE Y LO EXCELSO, ¡PORQUE TÚ MISMO ERES NUESTRA FORTALEZA, NUESTRA ALEGRÍA Y NUESTRA FUENTE DE INSPIRACIÓN!
¡Gracias, Padre Amado!
De todos estos amigos y de muchos más, vas a ver multiplicados LOS DANIELES que no temen ni la envidia, ni el odio, ni la incomprensión y ni la intolerancia, porque saben que Tú, Padre Bendito, los librarás de todo peligro y, además, ¡los posicionarás de manera tan excepcional que serán prósperos y bienaventurados donde quiera que se encuentren! Amén.