Cultura

Y el hombre creó a la mujer (3ª Entrega)

II

PUDE MI CAMINO ILUMINAR CON LA LUZ QUE DE TUS OJOS ME ROBE

El rito realiza el mito y le permite vivir

Roger Caillois
Distinto amanecer (1943). Andrea Palma y Narciso Busquet. STILL

Fue realmente hasta después del surgimiento del cine sonoro que la fórmula comenzó a ser, lentamente, realidad de una manera olímpica en el sentido homérico.

 Y así, al igual que los dioses de la mitología griega, los de la cinematografía mexicana no todos viven en el Olimpo, los hay que viven en la tierra. Y como ellos, tienen flaquezas, virtudes,  sufren de amores y realizan venganzas, pueden ser en momentos magnánimos para con los simples mortales o despreciativos y mirarlos desde la cima.

 Tal vez las primeras en sufrir esta metamorfosis: de humanos a deidades, fueron Lupita Tovar y las hoy olvidadas Nancy Torres, Vilma Vidal, Marina Tamayo, María Luisa Zea, Consuelito Frank, Adriana Lamar, Gloria Iturbe, Carmen Guerrero y Medea de Novara, ya que la primera gran diva de los inicios del cine sonoro mexicano es indudable- mente Andrea Palma.

 Estas deidades, ocuparon en la mente del público el lugar de los héroes míticos capaces de sobrevivir a las pruebas y trabajos más inauditos.

 El público, simple mortal, observa a su dios/héroe mítico y traslada a él sus temores y sus incapacidades como un acto de exorcismo por un lado, y por otro, en un afán de enriquecer y fortalecer su espíritu de hombre terreno, mimetiza en sus sueños su imagen con la del dios/héroe mítico del celuloide.

 El hecho cinematográfico dotó a este siglo “ateo y científico” del espacio adecuado para que el ser humano pudiera satisfacer, y reafirmar sentimientos y pensamientos que a pesar de los siglos no ha podido olvidar. Al respecto Roger Caillois dice lo siguiente:

 “Hubo un tiempo en que sociedades enteras ponían su fe en ellos y los actualizaban mediante ritos y, ahora que han muerto, no dejan de proyectar su sombra sobre la imaginación del hombre ni de suscitar en él cierta exaltación.” 6

 El cinematógrafo durante la primera mitad del siglo fue el territorio sagrado para realizar el ritual, pues para ver la película – ser partícipes del milagro- , el asistente se vestía con sus mejores galas para acudir al templo en donde tenían que estar sentados y a oscuras.

 Aún en la actualidad, el espectador quiere con esta actitud participativa en el rito, calmar las angustias que lo oprimen, vencer los monstruos de la inseguridad que propicia el mundo moderno y su constante cambio que es más rápido que la captación y asimilación del mismo. Cuando la pantalla se ilumina, en su interior el participante implora al cielo que el milagro se realice, que los dioses le den la respuesta o en el mejor de los casos que hagan por él, lo que no se atreve a hacer – aunque lo sueñe con lujo de violencia -, por miedo a romper el orden social y ser condenado con la expulsión de la comunidad.

 Ante este temor, es entonces que el dios/héroe mítico, es el único que puede realizar esta tarea, total, él, el mito, vive fuera de la sociedad humana: su mundo es otro y así nos lo hacen saber las revistas y los noticiarios que se proyectan antes de la película.

 Por esto es que los mitos no nacen, se hacen, se forjan con el consenso de la sociedad y la complicidad de todos, hasta del mismo deificado. Y as¡ el espectador de aquellos y de estos años, al identificarse con los distintos personajes de las historias cinematográficas, experimentan por ellos mismos, al igual que los niños en los cuentos: sentimientos de justicia, fidelidad, amor, valentía, no como aprendizaje impuesto, si no como descubrimiento, como la parte orgánica de la fantástica aventura de vivir.

 Identificarse con un personaje no quiere decir asumir su personalidad, los antiguos griegos no asumieron como modelo de vida a las arpías,  pero en su rechazo o miedo, se delineó la frontera entre lo deseado y lo aborrecido. Tiene razón Diego García El¡o al decir que:

 “Más que ningún otro cine,  la historia del cine mexicano ha sido,  en los últimos cincuenta años la historia de una evolución social, de un sentido de la vida, de un sentido del humor, de una música y de unas cuantas personalidades no sólo representativas, sino prácticamente simbólicas de un pueblo.” 7

Fernando Muñoz Castillo

Escritor, hacedor de libros objeto, dramaturgo y director de teatro. investigador e historiador de teatro y cine. curador y museógrafo. periodista cultural. ha publicado varios libros.

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