¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Padre Santísimo: ¡Me fue casi imposible el poder dormir! Toda la noche descansé en los brazos de mi madre terrenal. Ella vino desde la misma eternidad a verme, me tomó en sus brazos, me colmó de besos tan dulces como las mismas mieles del jardín del Edén. No pude dormir, pero descansé como un niño en su delicado y seguro regazo maternal. No pude decirle nada, ¡solo la besé y ella tomó mi mano y con su tierna y sabia mirada me dedicó un bellísimo poema! Yo solo alcancé a decirle: ¡Adiós, mamá!, y se perdió en el éter.
Padre Bendito: Ahora solo puedo decir con toda la certeza del que es bendecido por su madre desde la misma eternidad: ¡Gracias, mil veces gracias, Padre Amoroso, porque cuando uno disfruta de ese SER TAN SEMEJANTE AL AMOR DIVINO, ¡solo Te decimos que LA MADRE tiene un poder tan maravilloso que nos trae paz, amor, esperanza, fortaleza y nos hace gozar el presente que nos proyecta a UN COLOSAL Y PROMETEDOR FUTURO. La Madre, esté donde esté, ¡jamás se aparta del corazón de sus amados hijos! ¡Ella no es capaz de ver ni de sentir la ingratitud, ni mucho menos sentirse agraviada por nada! ¡Ella es más fuerte que el mismo destino! ¡Ella es un milagro y hacedora de milagros! ¡Ella, a pesar de que ya somos adultos, nos ve como a sus niños y nos prodiga ternura, porque ella está loca de amor!
Contemplar el rostro de una madre es ver la belleza inigualable del mismo cielo iluminado por la presencia del amor más bello, más puro y más vivificante. Sentimos que las caricias de una madre, ¡jamás las encontraremos en nada y en nadie!
La madre, mientras somos débiles, nos toman con sus manos amorosas, pero su corazón permanece para siempre en nuestra alma.
Yo invito a que, si todavía eres afortunado y tienes a TU MADRE, ¡por favor! ¡Ámala, cómetela a besos, respétala y nunca le niegues un favor! ¡Quien le falta al respeto a Su Madre, se perderá de las bendiciones más divinas y su amargura lo condenará a vivir el fuego infernal desde ahora hasta la misma eternidad!
¡Quien tenga a su MADRE, caiga de rodillas y con lágrimas de gratitud, de amor y de ternura, dele gracias a ese Dios tan sapientísimo que le ha concedido gozar del don de una caricia celestial, divina y vivificante!
¡FELICIDADES MADRECITAS QUE AÚN ESTÁN EN ESTE MUNDO!
¡BENDITAS SEAN NUESTRAS BELLÍSIMAS MADRES QUE YA ESTÁN EN LA ETERNIDAD!
¡BENDITO SEA EL SEÑOR QUE TAMBIÉN NOS HIZO PARTÍCIPES DE SU PROPIA MADRE! AMÉN, AMÉN, AMÉN.