
Los Discípulos, que se dirigían a Emaús, acababan de presenciar la muerte en cruz de Jesús. Conversaban y discutían, seguramente habrán tenido una confusión profunda; ahora qué seguiría, quién habría de liberarlos, de salvarlos.
En este viaje de escapada en conflicto, se encuentran con el Resucitado, que les explica, pero ellos siguen sin comprender (Esto no es cosa de entendimiento). Será hasta que el “Peregrino” hace lo que Jesús hace: Compartir. Bendecir, partir y compartir el pan. Entonces se dan cuenta que es Él, que está vivo, qué ha resucitado (Esto es cosa de experiencia). Pero Él ya no está. Se dan cuenta que su corazón ardía con el Encuentro. Se llenan de valentía y regresan, entienden que ellos habrán de continuar la obra con Aquel que les llamó.
Recordemos aquellos momentos de conflicto y confusión, esos momentos o esas historias en que parecía que todo estaba perdido, en que sentimos que Él no estaba con nosotros.
¿Cómo se hizo presente? ¿Cómo rescató o nos rescató? ¿cómo nos devolvió la valentía y la paz? Recordemos esas historias de esperanza en que sentimos de nuevo el corazón arder. Tener memoria de esos momentos, nos hace mantener la esperanza en nuevas crisis y conflictos, nos ayuda a reconocer cuando el Resucitado nos alcanza en el camino para inflamar nuestro corazón con su Espíritu.
Rv. P. Hernán Quezada sJ