
“Al anochecer de aquel día… estaban con las puertas cerradas por miedo”
El miedo es una nota humana que en sí, no es buena ni mala. Nos hace bien algunas veces, pues nos permite ser precavidos y valientes, pues sin la existencia del miedo nada vencería al valiente.
Pero el miedo, cuando no es discernido, se percibe de un tamaño que no tiene, nos encierra y nos hace vivir esclavos; encadenados perdemos la vida. Hoy podemos preguntarnos por nuestros miedos, por las puertas que hemos cerrado, por las que ya nadie entra, por las que ya no podemos salir. ¿Tienes miedos? ¿Cuáles son?¿te hacen vivir encerrado?
La buena noticia de la Palabra este domingo, es que el Resucitado, aunque las puertas estén cerradas, entra; se pone con nosotros y nos da la paz. Nos muestra sus heridas, pues la pasión no fue teatralidad; así nos hace mirarnos también heridos, nuestras “pasiones” también han sido o son de verdad; entonces, nos llenamos de alegría; Él nos envía, nos da su aliento y nos envía a continuar.
Pidamos este domingo a Dios la gracia de reconocerlo irrumpiendo nuestros “encierros”, la gracia de recibir su aliento, el Espíritu y sabernos enviados, liberados y valientes para volver, para continuar.
La valentía que viene del Resucitado, es misión, entrega, perdón, caridad y solidaridad; es llamada a construir fraternidad.
Feliz Domingo, Feliz Pascua
Rv. P. Hernán Quezada sJ