
En la santa misa del Domingo de Ramos el Pontífice reflexionó sobre la fe que Jesús puso en Dios, sin ceder a la desesperación, sino rezando y encomendándose al Padre.
Como es tradición, durante toda la Semana Santa 2023 la Plaza de San Pedro está adornada con arreglos florales. Y este Domingo de Ramos, en especial, se distribuyen ramas de olivo proporcionadas por la Asociación Nacional Italiana.
Frente a más de 60.000 fieles y peregrinos congregados en la Ciudad Eterna, según las cifras de la Gendarmería vaticana, el Santo Padre puntualizó que la frase de Jesús nos lleva al corazón de la pasión de Cristo, al punto culminante de los sufrimientos que padeció para salvarnos.
El Obispo de Roma reflexionó sobre el sufrimiento de Jesús, “que fue grande”, puntualizó, y remarcó que padeció en el cuerpo, en el alma, en el espíritu. El más lacerante sufrimiento es el del espíritu, según el Pontífice. De hecho, Francisco hizo notar que, en la hora más trágica, Jesús experimenta el abandono de Dios. Un acontecimiento real, un abajamiento extremo.
“El Señor -dijo- llega a sufrir por amor a nosotros, lo que nos es difícil incluso de comprender. Ve el cielo cerrado, experimenta la amarga frontera del vivir, el naufragio de la existencia, el derrumbamiento de toda certeza. Grita el ‘por qué’ de los ‘por qué'”.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46). Esta es la invocación que la Liturgia nos propone en el salmo responsorial (Sal 22,2) y la única pronunciada en la cruz por Jesús en el Evangelio. En estas palabras se condensa el centro de la homilía del Papa Francisco en la santa misa del Domingo de Ramos, celebrada en la mañana de este 2 de abril en la Plaza de San Pedro.
El Santo Padre invitó a preguntarnos: “¿Por qué llegó a este punto?” e inmediatamente sugirió la única respuesta: “Por nosotros”. “No hay otra respuesta. Por nosotros”.
Francisco remarcó que “hoy esto no es un espectáculo” y dijo que cada uno, escuchando el abandono de Jesús, cada uno de nosotros nos decimos: “Por mí. Este abandono, es el precio que él pagó por mí”. Es decir, Jesucristo se hizo solidario con nosotros hasta el extremo, para no dejarnos rehenes de la desolación y estar a nuestro lado para siempre.
El Señor nos salva desde el interior de nuestros “por qué” y desde ahí despliega la esperanza, que no desilusiona, observó Bergoglio, apuntando que en la cruz, aunque se sienta abandonado completamente, no cede a la desesperación, este es el límite, sino que reza y se encomienda. Por el contrario, en el abandono se entrega. Y en ese abandono sigue amando a los suyos que lo habían dejado solo.
El Pontífice dijo que un amor como el de Jesús, todo para nosotros, hasta el final, es capaz de piedad, de ternura, de compasión. “Y este -sostuvo Francisco- es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Dios es así. Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados. Porque en ellos no sólo están los necesitados, sino que está Él, está con ellos, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó bajando hasta lo más profundo de nuestra condición humana”.
Con información de Vatican News