
Por muchos años permaneció como el más popular del centro de la ciudad, siempre animado, siempre repleto de clientes de todas las clases.
Ahí lo mismo charlaba Ud. con un acomodado especialista en Bienes Raíces que con un pordiosero que pedía “la caridad por el amor de Dios”. Ya hasta se habían formado las mesas de los parroquianos y cada quien sabía cuál era su ligar.
Recuerdo la mesa del Mtro. Marvin Ceballos que la de los prestamistas, la mesa del “Xima”, donde se tocaban los temas y nunca faltaban a la cita. Había otras: la de los maestros, que era nutrida, conducida por el “Chel” Lara; los pintores, los que hablaban mucho y dicen poco.
A veces nos acompañaba el hijo del dueño, alegrón y bromista y compartía los cafés con los demás… Estaba el fotógrafo profesional Bates con su infalible cámara.
Ah, y además del café bien servido, el menú era para chuparse los dedos (para nuestro gusto, aquel bistec con papas que les salía chipén)
El Moncho ubicaba dentro del García Rejón pero siempre había un lugar para un nuevo parroquiano. ¡Qué gratos momentos!
El final
Pero todo lo que comienza tiene su final y en este caso, la pandemia, que ahuyentó a toda la clientela y un día ya habían cerrado. Lástima grande por el ambiente y alguno que otro trovador que se animaba a interpretar una pieza. ¡Adiós Café de Moncho! ¿Volveremos a contar con otro igual de atmósfera y de parroquianos?