
A pesar de todo, el hombre es un ser bastante civilizado. Pero dejad que estalle la anarquía, decía Schopenhauer, y entonces se verá lo que es el hombre: un animal sangriento.
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Las ideas profundas, como las heridas profundas, necesitan curarse con una buena dosis de violencia y desgarradura para que cicatricen a plenitud. De no ser así, esas heridas terminarían irremediablemente en la putrefacción o en la gangrena, en la amputación de los miembros o en la runa de una muerte envilecida y despiadada.
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Dante hubiera palidecido ante este infierno que ha sido nuestro siglo.
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Los políticos son los seres con parentesco más próximo a los reptiles: se arrastran.
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En este mundo de ceniza y de llagas, ya sólo es posible admirar la naturaleza degradada y el llanto.