Todavía recuerdo al carbonero en su carretón arrastrado por un caballo. Tenía las manos, el rostro y desde luego, la ropa, llenos de hollín. Las amas de casa le compraban el preciado producto para hacer el guiso del día. Y es que sin carbón no había comida. Vivíamos los mediados del siglo pasado o un poco antes y apenas comenzaban a llegar las estufas de gas (luego las eléctricas) que no ensuciaban las cocinas. Hoy no hay hogar sin estufa. (A veces transitaba las calles un leñador pero hoy hay muy pocos)
Otro vendedor ambulante era el aguador con su enrome tinaco y su carretón con su respectiva mula. Era agua para tomar y muy necesaria para las amas de casa. A poco se olvidaron de los aguadores y el negocio del agua potable se volvió una industria como hasta la fecha. Hoy hay diversas marcas y calidades.
Hay que memorar también al lechero, con su carretón y su caballo. Los maliciosos decían que el lechero le echaba un tanto de agua a la leche para ganar más peso y Ud. podía adquirir un litro de leche que en realidad era leche aguada. Pero en honor a la verdad, no todos aguaban la leche y la despachaban en toda su pureza. Algunos coreanos o chinos se dedicaban al negocio y creemos que no les iba tan mal pues no hay que olvidar los establos y las vacas que alimentar y todo eso tiene un precio. Con la apertura de los supermercados que venden leche nítidamente empaquetada y de diversas marcas, ya no hay que ocurrir a los lecheros que han desaparecido, además, de la escena cotidiana.
Finalmente no hay que olvidar al hielero, que hoy sirve mayormente a las cantinas y que antes surtía a los hogares por falta de neveras que aún n o llegaban a la ciudad o eran contadas. Y nuestro punto final es el tortillero que repartía también a domicilio en bicicleta o motocicleta. Hoy los súpers mismos venden las tortillas y los hay por todas partes.
